Los cortes de luz en los barrios obreros de Sevilla siguen sin solucionarse tras diez años de espera. Los vecinos denuncian la marginalización mientras que Endesa es incapaz de responder al boom de las plantaciones de marihuana indoor. 

Otra de las facetas que proyectan los barrios más pobres de España, además de datos económicos, índices educativos o la esperanza de vida, es la pobreza energética. El hecho de que, cuando el mercurio asciende los 40º tengas o no aire acondicionado, define tu calidad de vida. En determinados barrios de Sevilla, que llevan décadas en la infame lista de los barrios más pobres de España, es habitual la visita de los medios de comunicación cuando hay olas de calor o de frío. Los cortes de luz arrojan a los vecinos indignados a la calle. Es algo que sucede desde hace más de 10 años y que es cada vez más frecuente.

Las protestas van dirigidas a Endesa, la empresa que responde del suministro eléctrico. Pero el problema de fondo está en la criminalidad y los enganches ilegales al tejido eléctrico. No es ya una cuestión de infraestructuras sino de una parte de la sociedad que se ve obligada a convivir con la delincuencia. Mientras los narcopisos estigmatizan a todo un barrio, ni el Ayuntamiento de Sevilla, ni la Junta de Andalucía, ni el Gobierno central han conseguido dar una solución a esta problemática. En algunas ocasiones, los cortes han llegado a durar hasta 14 horas. Los vecinos denuncian que las infraestructuras de muchos de los edificios afectados tienen más de 50 años.

En barrios como Padre Pío, Amate, las Tres Mil Viviendas o Torreblanca se han acostumbrado a ver transformadores ardiendo. Endesa, consultada por este medio, explica que la cuestión no es la infraestructura, sino las plantaciones ilegales de marihuana. Según la eléctrica, una plantación ilegal en un piso consume la misma electricidad que 80 familias.

Pero los vecinos y la asociación que reúne las protestas, la Plataforma Inter-distritos Barrios Hartos ya conocen esta respuesta sistemática. “Tratan de estigmatizar y criminalizar a todo un barrio”, comparten con este medio. Vecinos como Antonio Rodríguez, desempleado y residente en la barriada de Padre Pío elevan la voz. Admite que hay un problema de delincuencia con las plantaciones de marihuana, pero eso ​»es un problema de jueces y policía. No mío. Yo no tengo un contrato con las plantaciones, tengo un contrato con Endesa que pago. Pero no tengo luz”.

Antonio Rodríguez vive con su padre (83) y su hermano (53). Ambos son electrodependientes. Lamenta que con esta ola de calor y sin red en casa, el riesgo para su familia es de vida o muerte. “Llevamos mucho así, pasaba con el PSOE en el Ayuntamiento y ahora con el PP. Para los barrios marginales no hay dinero, solo para el centro de la ciudad y el turismo”, los vecinos señalan a la falta de inversión en cableado.

Los residentes más longevos muestran que la infraestructura eléctrica es la misma desde hace décadas. Sin embargo, el consumo doméstico ya no es el mismo. Desde Endesa, sin embargo, aseguran que no se trata de un problema de interés ciudadano, la inversión media por cliente es 5 veces superior a la inversión destinada a barrios más acomodados de la ciudad, según la empresa.

El reto de las plantaciones de marihuana

Desde Endesa aclaran que desde hace años refuerzan la red de distribución que aplacan los consumos industriales derivados de las plantaciones de marihuana. Cifran las inversiones acometidas en estos barrios en cerca de 13 millones de euros desde 2020.

Por otro lado, realiza inspecciones de fraude masivo. Algo que, admiten, es bastante inefectivo por los casos de reincidencia y la facilidad con la que se instalan nuevas plantaciones indoor. Según la compañía, este año han aumentado los expedientes de fraude en un 42% respecto al año pasado.

La eléctrica explica que la intención no es estigmatizar a los barrios, pero estamos “ante un problema de seguridad y de desigualdades sociales, no de infraestructura eléctrica”. Para 2024​, la empresa destina más de 4 millones de euros a estas zonas conflictivas. Pero nadie confía en las barriadas en que, este verano, las soluciones sean efectivas.

Una respuesta que nunca llega

Los vecinos de Barrios Hartos se encerraron en las instalaciones del Distrito Cerro Amate la semana pasada. Como resultado, la Policía detuvo a un líder vecinal. Lo que parecía que iba a espolear las periódicas protestas amainó con un gesto: la creación de una Comisión de Emergencia Energética, un instrumento nuevo que reúne de emergencia a las tres administraciones.

El alcalde de Sevilla, el popular José Luis Sanz, no puede permitirse otro verano de ira con los barrios periféricos. El verano pasado se sorprendió por la existencia de cortes de luz en barrios de clase media y no en “esos barrios” de corte obrero. Hay un goteo de reacciones continua a la situación de las zonas periféricas de la ciudad. La Asociación por los Derechos Humanos en Andalucía define la situación como una “violación de los derechos humanos”, tanto por los hechos como por la reiterada situación que se alarga desde hace más de 10 años.

Desde el Parlamento, Adelante Andalucía pide a la Junta la creación de una comisión para declarar un Plan Territorial de Emergencia, adquiriendo la misma respuesta que si ante una catástrofe natural estuviéramos.

A nivel municipal, el Ayuntamiento impulsó a la Junta el año pasado a iniciar una auditoría para definir las zonas más conflictivas. Pero los resultados se hacen esperar. Ese diagnóstico no ha ido aparejado a un plan de acción, “no lo ha planteado Endesa, no lo ha propuesto la Consejería de Industria y no lo ha exigido el Ayuntamiento de Sevilla, para consternación de las entidades vecinales”, ha dicho la concejal socialista Mar González.

Este problema crónico de acceso a un derecho universal como deberíamos entender el suministro eléctrico en plena ola de calor vuelve a evidenciar la ciudad de las dos velocidades. Los barrios obreros de Sevilla y sus vecinos, cada vez más alejados de la turbocéntrica Sevilla del turismo y los eventos.

El último informe del Observatorio de la Desigualdad de Andalucía constató la lejanía de casas como la de Antonio Rodríguez en Padre Pío -junto a Palmete, Su Eminencia, Polígono Sur, San Pablo- de las barificadas azoteas repletas de influencers que rodean la Giralda. La diferencia está en kilómetros, pero también en tiempo, que se acorta en la periferia. La esperanza de vida oscila 8 años entre los barrios más ricos y los más pobres.

 

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