Ha pasado un cuarto de siglo desde su histórica victoria en Piau Engaly. Entiendo que es imposible olvidarla, pero, ¿se sigue acordando de todos los detalles de ese día?
De ese y del anterior. Me acuerdo perfectamente de la reunión la noche de antes con el equipo. Álvaro Pino (el director de Kelme) quería que atacara en el penúltimo puerto, pero yo tenía claro que el sitio en el que lo tenía que hacer si quería ganar era en el Peyresourde.
Quedaban todavía 60 kilómetros hasta la línea de meta.
Yo sabía que Armstrong, aunque estaba bien colocado en la general, no me consideraba peligroso y podía darme margen. Si hubiera llegado al último puerto con ellos hubiera sido mucho más difícil, así que decidí probar desde lejos.
Tenía la etapa marcada en rojo en el calendario.
R: En cuanto sale el recorrido de una carrera los corredores le echamos el ojo y pensamos en qué dos o tres etapas tenemos más posibilidades de ganar. Había reconocido la etapa con mi hermano y sabía el punto exacto donde quería atacar.
¿Cuál fue la clave para ganar?
Sacar el tiempo suficiente en el Peyresourde. Los mejores pensaron que era demasiado lejos y nos permitieron hacer camino. Luego llega un momento en el que te ves con la ventaja necesaria para que el ganador salga de la fuga y yo me encontraba muy bien ese día. Además el equipo me ayudó mucho porque tenía algún compañero por delante y eso me permitió respirar.
Atacó en Val Louron, el penúltimo puerto y afrontó la subida final a Piau Engaly. ¿Qué se le pasaba en esos momentos por la cabeza?
Solo quieres llegar a la meta cuanto antes (ríe). No estás seguro de nada y casi no te crees que puedas ganar. Intenté concentrarme y a esperar que pasaran los kilómetros lo más rápido posible. Sí que me acuerdo que miraba todo el rato hacia atrás para ver si alguno de los que venían por detrás me cogía.
No pudo contener la emoción.
Al final ganar en el Tour de Francia es casi lo máximo a lo que puede aspirar un ciclista. Yo era un ciclista muy constante, muy sufridor, pero me costaba rematar por mis características, pero ese día pude conseguir el que fue el mayor éxito de mi carrera.
Además, ese triunfo le aupó al segundo puesto de la general y finalmente acabó tercero. ¿Le hizo más ilusión ganar la etapa o subir al podio en los Campos Eliseos?
Sin lugar a dudas ganar en Piau Engaly. Son sensaciones muy diferentes. En la etapa las pulsaciones van a mil, todo puede cambiar en cada minuto y hay una dosis de incertidumbre que te hace vivirlo de una manera muy especial. El podio también es muy importante y tiene mucho valor, pero es algo que vas viendo conforme avanza la carrera y sabes que puede llegar si no tienes una caída o pasa algo raro.
Ese Tour de Francia del año 99 lo ganó Armstrong y segundo fue Álex Zülle, ambos involucrados en tramas de dopaje. ¿Nunca ha pensado en reclamar?
Acabé tercero el Tour y me siento tercero. No le dado más vueltas. Lo que pasó, pasó, ya está. Fue algo ajeno a mí y prefiero quedarme con el recuerdo de lo bonitos que fueron esos días.
¿Qué opinión le merece Lance Armstrong después de todo lo que se ha sabido en los últimos años?
Lo recuerdo como un gran corredor. Lo que hizo fue una decisión personal y allá él. No sé los motivos, pero cada uno debe ser consecuente con lo que hace.
Fue uno de los ciclistas más queridos del pelotón en los años 90. ¿Le siguen parando aficionados por la calle todavía?
Sí, aunque antes me reconocían más, será que me hago mayor (ríe). Pero para mí es un halago enorme, he recibido mucho cariño durante mi carrera y una vez ya retirado. Me siento muy orgulloso de que la gente haya sabido valorar el trabajo y el sacrificio de tantos años.
¿En qué consiste su labor actual como director técnico de la Vuelta a España?
Hacemos los recorridos de la carrera. Javier Guillén nos da unas directrices y sobre ellas ya piensas en las rutas más atractivas dependiendo de si quieres una etapa más dura o menos dura, aunque lo primero es la seguridad de los ciclistas.
También colabora con la organización de la Quebrantahuesos.
Tenemos un crecimiento muy positivo. La Quebrantahuesos es la carrera cicloturista más importante de España y una de las mejores del mundo. La labor que se está haciendo es tremenda, maravillosa.
El ciclismo actual vive una época dorada con corredores que se convertirán en leyendas.
Además son muy jóvenes, vienen desde casi juveniles muy fuertes. Pero estamos teniendo mucha suerte porque, sumado a que son muy buenos, tienen una forma de correr valiente que es muy atractiva para el espectador. Pogacar, Vingegaard, Van der Poel, Van Aert… Sus batallas son espectaculares.
A ese nivel no puede llegar ningún ciclista español.
Es una pena porque ha salido una generación muy buena con Ayuso o Carlos Rodríguez, pero sí, de momento están en un peldaño por debajo. Están teniendo mala suerte de encontrarse con esas bestias, pero si siguen trabajando puede acercarse a su nivel. El ciclismo cambia muy rápido y estos chicos tienen mucho potencial.
Usted es el mejor ciclista aragonés de todos los tiempos. ¿Saldrá pronto algún corredor de la tierra que pueda igualarle?
Ojalá. Es muy difícil de predecir. Es cuestión de rachas y de ciclos, pero talento hay. Me encantaría que pronto hubiera algún aragonés que peleara por victorias en las mejores carreras del mundo.