En un mundo dado a las etiquetas, a Iris Tió (Barcelona, 2002) ya se la cataloga como la gran esperanza de la natación artística española. Criada en una familia marcada por la música y líder de esa joven generación que trabaja por asombrar en los Juegos OIímpicos de París, comienza a reparar en su responsabilidad: «Me motiva. Me digo: ‘Puedo’»
La nadadora no deja de mirar al periodista a los ojos. Transmite seguridad. Y luce el brillo característico de quien se ve ante uno de los momentos de su vida.
¿Cuénteme un sueño?
Ganar una medalla olímpica.
¿Alguno más tendrá en la vida?
Ser feliz.
¿Lo es ahora?
Sí [la sonrisa abruma]. No necesito nada más. Soy muy afortunada de tener a una familia que me apoya en todo. También en la sincro, que me encanta y donde me lo paso superbién. Tenemos muchas alegrías aquí, ganamos, he podido ir a unos Juegos Olímpicos (Tokio) y ahora competiré en los de París. Estoy muy contenta.
En el agua expande sus emociones. Nunca deja de sonreír. ¿Ocurre también que haya días en que esa sonrisa no salga sola, que no tenga ganas, pero que para hacer bien la rutina tenga que forzarse a ello?
[Ríe]. Eso pasa siempre. Yo creo que nos pasa a todas cuando entrenamos mucho, estamos cansadas… Es inevitable no ir a un entrenamiento en que digas, ‘ostras, me gustaría estar en casa descansando’. Pero sí que, luego, piensas en el objetivo y por lo que estamos entrenando, y… Uf. Se pasa todo lo malo.
¿Es consciente del sacrificio?
Sí. Para mí, lo peor, es sacrificar el tiempo. Tengo muy poco. Para estar con mi familia, con mis amigos… Estoy siempre entrenando, y cuando tengo algo de tiempo, estoy muy cansada y necesito descansar. Pero hago algo que me encanta, y soy joven, tengo el físico para hacerlo… Cuando tenga 50 años no me podré mover como lo hago ahora [ríe, divertida]. Es algo con lo que disfruto mucho, y además iré a los Juegos, que es algo que no todo el mundo puede. Sacrifico cosas, pero a cambio tengo otras muy buenas.
Aun siendo muy joven, ¿se le ocurre qué viene después de esto? ¿Tiene algún plan?
No tengo nada en la cabeza, no sé todavía qué quiero hacer cuando deje la sincro. Estudio Comunicación.
¿Quiere ser periodista?
No lo sé. Escogí esta carrera porque me interesaban las asignaturas, como la de aprender a hablar en público. La hago a distancia en la UNIR (Universidad Internacional de La Rioja). Mi compañera Alisa [Ozhogina, su pareja en el dúo y en el equipo olímpico] estudia lo mismo. Desde el CAR nos insisten en que pensemos en nuestra vida de después, porque algún día esto se acaba y es importante tener algo. Nos va bien también porque lo hacemos poco a poco. Y nos ayuda a salir un poco del agua, a desconectar y ver otro mundo.
¿Qué significa la música para usted y para su familia?
Mis padres se dedican a la música clásica. Mi abuela, a la experimental.
¿Música experimental?
Ella [Mercè Capdevila Gaya] ya fue de las primeras mujeres que hizo música experimental en España. La hace con sintetizadores. Es pionera. Tenía el sueño de ser música, y pese a que era de las pocas que componía electrónica, lo consiguió y lo sigue haciendo. No es una música de escuchar, es experimental. No tiene un ritmo. Pero seguro que se puede bailar [ríe].
Hábleme de sus padres.
Mis padres se conocieron en Torroella de Montgrí, en un curso de música de verano. Y después se fueron a estudiar juntos al conservatorio en Londres. Mi madre toca el violín, y mi padre, el clarinete.
¿Nunca intentaron inculcarle la pasión por la música clásica?
Yo desde pequeña los escuchaba en casa. Así que también me interesé, y lo probé todo. El violín, el clarinete, incluso el canto o el piano, porque mi abuela también daba clases. Pero me aburría. Tenía que estar quieta. Y yo necesitaba movimiento. Era una niña con mucha energía. También me encantaba estar dentro del agua. Y descubrí la sincro.
¿Gracias a quién?
A Gemma Mengual, después de verla en la tele. Es la número uno. Me da consejos. Ahora la tenemos cerca, y sé que puedo contar con ella.
¿Ha llorado por este deporte?
Sí… He llorado de emoción. Y de cansancio.
¿Y cuando no salen las cosas?
También. Te apoyas en tus compañeras. En tu familia. O hablas con la entrenadora [Mayuko Fujiki] si algo te preocupa. Además, tenemos psicólogos.
Dicen que la seleccionadora, ‘Mayu’, se preocupa mucho del estado emocional de las nadadoras.
Tenemos suerte con ‘Mayu’. Siempre intenta que estemos a gusto y que haya buena relación entre nosotras fuera del agua.
¿Repara en que se le ha puesto la etiqueta de ser la gran esperanza de la natación artística en España?
Justo ahora me he empezado a dar cuenta.
¿Impone?
A mí me motiva. De verdad. Me da un extra de confianza. Quizá cuando estoy entrenando no me doy cuenta. Pero cuando me dicen estas cosas, me anima mucho. Que todo el trabajo que estoy haciendo tiene recompensa. Me digo: ‘Puedo’.
Se ve fuerte emocionalmente.
Sí. Estoy incluso aprendiendo a responder a todas las preguntas, a estar delante de una cámara…
¿Realmente pasa algo si no consigue una medalla olímpica? ¿Estamos obsesionados con ser exitosos en la vida sin reparar tanto en el camino?
Sí… Hace poco hablaba con Thais Henríquez [doble medallista olímpica en equipo en Pekín y Londres] y me dijo eso mismo. Si ganas una medalla y no has disfrutado del camino, no vale tanto. Porque al final no te quedas con la medalla, te quedas con el recuerdo, con el sentimiento. Y debe ser bueno.