Este lunes, mientras disfrutaba de una tarde con un amigo en una terraza de la plaza de Santa Ana, mencioné que ese mismo día, hace 190 años, se había abolido definitivamente la Inquisición española. Su respuesta fue inmediata:
– ¿Y durante ese tiempo a cuántas miles de mujeres quemaron por practicar brujería?
En lugar de contestarle de inmediato, lo llevé a la calle Herrería, donde se encuentra una placa que señala la ubicación del primer Hospital de San Martín. Durante el trayecto, le expliqué que dicho centro fue uno de los primeros establecimientos sanitarios del Archipiélago. Fundado en 1481, apenas tres años después de la fundación de la ciudad, surgió de la necesidad de proporcionar atención médica y asistencia tanto a los isleños como a los marinos, ya que ambos grupos solían padecer numerosas enfermedades debido a las limitaciones médicas y la falta de higiene de la época.
– ¿Ves esa placa? –dije al llegar–. Aquí murió la única bruja de la historia de Canarias
– ¿En una hoguera inquisitorial? –preguntó.
– Ni en la pira ni por la Inquisición, sino más bien a pesar de ella.
– ¿Me estás diciendo que, siendo bruja, fue defendida por el Santo Oficio?
– Sí, porque al contrario de lo que se suele pensar, la Inquisición no fue el brazo ejecutor de la persecución a las brujas, sino su mayor opositora.
– ¿La Inquisición estaba en contra de la caza de brujas?
– Hasta el punto de que su mayor abogado no fue un ilustrado, sino un inquisidor, Alonso de Salazar y Frías, que destacó por su defensa de las acusadas de brujería y su crítica a los procedimientos abusivos contra ellas.
– ¿Cómo es posible?
– Cuando formó parte del tribunal de Logroño que juzgó a las brujas de Zugarramurdi, no sólo rehusó dar credibilidad al caso, sino que el exhaustivo memorial que envió al Consejo de la Suprema Inquisición fue fundamental para que la jurisprudencia inquisitorial española adoptara una actitud escéptica hacia la brujería. Esta postura resultó en una mayor reticencia a aceptar denuncias por ese delito, abogando un enfoque más humanitario y racional en los juicios.
– ¿Y qué hay de esas imágenes de piras ardientes devorando a brujas y herejes, con llamas danzando como almas en pena, bajo los ecos de sus gritos ahogados, entrelazados con el crujir de la madera, mientras los clérigos, vestidos con capas negras y miradas heladas, observaban con una mezcla de fervor y sadismo?
– Esas escenas fueron una realidad, pero principalmente al norte de los Pirineos. La Inquisición española fue la más benigna de toda Europa, debido en parte a su meticulosa documentación de los procedimientos. Estos registros han proporcionado datos inexistentes en los archivos de otras inquisiciones europeas, las cuales no registraban sistemáticamente sus actividades y carecían de procedimientos y garantías formales.
– ¿Entonces cómo sabes que fueron muchísimo más sangrientas que la española?
– Basta contar sus víctimas.
– Es increíble, siempre pensé que la Inquisición española era la peor de todas.
– Es una equivocación muy común. Pero basta ver la historia de Canarias para comprobar que aquí, ninguna bruja ni hechicera fue condenada a la hoguera ni a morir por estas prácticas. De hecho, la Inquisición en Canarias, en sus más de tres siglos de existencia, desde su instauración en 1505 hasta su abolición definitiva en 1834, fue uno de los tribunales más garantistas de su época. No bastaba con una acusación; se requerían pruebas. Durante este periodo, de las 327 mujeres acusadas de brujería, ninguna fue condenada a la pira.
– ¡Increíble!
– Aún más increíble es que, a pesar de que no fue en la católica España donde se ejecutaron más brujas, sino en Alemania, Suiza y Francia, prevalezca la idea contraria.
– ¿Por qué?
– Por la propaganda antiespañola que los protestantes crearon en el siglo XVI para denigrar a aquel imperio donde nunca se ponía el sol por defender la fe católica.
– ¿Te refieres a la leyenda negra?
– Exactamente. Ahí empezó todo y con el tiempo fue ampliándose con clichés, prejuicios y estereotipos que nosotros mismos acabamos aceptando y difundiendo.
– ¿Los españoles?
– Sí, tan sólo hay que recordar estos versos de Joaquín Bartrina, uno de los precursores de la literatura vanguardista española, que nos retratan tan bien:
Oyendo hablar un hombre, fácil es
saber dónde vio la luz del sol
Si alaba Inglaterra, será inglés
Si reniega de Prusia, es un francés
y si habla mal de España… es español.
– Palabras muy sabias, ¿pero quién fue esa primera y última víctima mortal por el delito de brujería en Canarias que falleció aquí?
– Lucía de Cabrera, de Haría, Lanzarote, que vio su vida alterada hacia el año 1577, cuando fue señalada como cómplice en prácticas brujeriles por otra acusada.
– ¿Fue denunciada por otra bruja?
– Sí, Agustín de Herrera, conde y gobernador de Lanzarote, recibió una denuncia contra una mujer de raza negra, a quien aseguraban haber visto dirigiéndose a un aquelarre. Este noble, uno de los canarios más importantes del siglo XVI, impulsó un proceso de justicia señorial que llevó a la detención de la denunciada. Tras la tortura de rigor, la acusada reveló los nombres de otras personas, que también fueron encarceladas en la fortaleza de la villa. Una de ellas era Lucía de Cabrera, otra mujer de raza negra, señalada por una docena de testigos como la causante de la muerte de sus hijos recién nacidos. Naturalmente, Agustín de Herrera ordenó abrir un proceso en su contra, durante el cual descubrieron una marca en su espalda que acabó condenándola.
– ¿Qué marca es esa?
– La marca diabólica, una señal indeleble que supuestamente estampaba el demonio en el cuerpo del neófito con la garra izquierda durante la iniciación a su culto. Podía ser desde una peca a una cicatriz ubicada en cualquier parte del cuerpo, por lo que bastaba tener una marca en la piel, como todos los mortales, para ser considerado un acolito de Satanás. Así que tras ser sometida a durísimas torturas acabó confesando cuanto le imputaban.
– ¿Por ejemplo?
– Que el diablo se le aparecía en forma de camello garañón, al cual besaba en señal de adoración, para luego cabalgar sobre su lomo por los aires mientras le cantaba:
Aunque me maten, vida,
por amor de ti,
aunque me maten,
no lo he de sentir
– Sabía que en los cuentos y leyendas el diablo es capaz de asumir mil formas, pero es la primera vez que oigo decir que adoptó la de un camello.
– Eso te pasa por no haber leído El diablo enamorado, de Jacques Cazotte, donde el personaje que da título a la obra aparece de esa guisa, pero esas no son las únicas apariciones del príncipe de las tinieblas a cuatro patas y con joroba. Su origen se remonta al zoroastrismo, desde donde pasó al judaísmo y al islam. En el Zohar se afirma que la serpiente del paraíso que tentó a Adán y Eva en realidad era otro camello volador. Además, siendo de origen africano, es probable que Lucía conociera relatos del folclore islámico que describen cómo el diablo se transforma en camello para extraviar a los creyentes.
– Pues menuda imaginación.
– Sí, la tortura suele agudizarla, pero no acaba ahí la cosa. También confesó que tras aquellos vuelos a camello se dirigía a chupar la sangre de los tiernos infantes y a arrojar sobre los campos de cereales unos polvos negros que el demonio le daba, para causar la alhorra.
– ¿Qué es eso?
– Un hongo parásito del trigo y otros cereales, que destruye las cosechas.
– ¿Y qué hizo la Iglesia?
– El vicario de Lanzarote, para coaccionarla aún más, le negó la confesión que había solicitado, a menos que admitiera ser bruja. Ella accedió, lo que implicaba delatar a otras personas.
– ¿Acusó a más inocentes?
– ¿De qué te sorprendes? En una situación semejante cualquiera sería capaz de denunciar hasta a su propia madre con tal de evitar la tortura.
– ¿Qué torturas? –preguntó, visiblemente interesado–¿Un péndulo afilado, brillando ominosamente en lo alto, que desciende lentamente a medida que va oscilando de un lado a otro sobre el cuerpo de un hombre atado boca arriba en el fondo de un pozo?
– Esas son fantasías de un yanqui alcohólico. Los procedimientos de tortura más empleados eran menos sofisticados pero igual de brutales. Estaba el potro, donde el acusado era atado de pies y manos a una superficie conectada a un torno que, al girar, dislocaba sus extremidades. La cura de agua, que consistía en atar al reo a una escalera inclinada, con la cabeza más baja que los pies, y colocarle un trapo en la boca mientras se le vertía agua con un cántaro, forzándolo a tragar hasta que casi reventase. Y finalmente la garrucha, sufrida por Savonarola y Maquiavelo, que implicaba atar las manos del condenado a la espalda e izarlo lentamente mediante una polea situada en el techo. Luego se le dejaba caer bruscamente, pero sin llegar a tocar el suelo.
– ¡Qué atrocidad!
– No en vano, esas lesiones acabaron provocando su muerte en este hospital el 1 de enero de 1578.
– ¿Cómo acabó aquí?
– El caso tuvo tanta trascendencia que el tribunal de la Inquisición lo reclamó como de su competencia, volviendo a interrogarla en Las Palmas. Una vez aquí se retractó de sus declaraciones, aclarando que habían sido arrancadas bajo tortura, pero ya era demasiado tarde, porque cuando los inquisidores la ingresaron en este hospital, estaba tan maltrecha a consecuencia de las torturas infligidas en Lanzarote que no sobrevivió mucho tiempo.
– ¡Vaya historia!
– Su caso es un modelo paradigmático de cómo se fabricaban las brujas.
– ¿Qué se sabe de ella?
– Que ejercía como curandera en Haría, donde residía con su marido, Baltasar Leme. Era ampliamente conocida por sus conocimientos de herbolaria y medicina tradicional, habilidades que al parecer heredó de su madre y que le granjearon tanto la confianza como el recelo de sus vecinos. En una comunidad rural donde la medicina oficial era escasa y cara, las habilidades de Lucía podían suponer tanto una bendición como una maldición.
– Qué trágico.
– De hecho, acabó siendo el chivo expiatorio perfecto para una sociedad que vivía en una continua incertidumbre generada por los ataques piratas y las plagas.
– Es horrible. ¿Cuántas mujeres murieron durante la caza de brujas?
– Unas sesenta mil, la mayoría en Alemania, Suiza y Francia, donde murieron muchos más protestantes que brujas. ¿Sabías que sólo en París, durante una noche, fueron asesinadas tantas personas como en los 356 años de historia de la Inquisición en todo el Imperio español?
– No, ¿qué noche fue esa?
– La masacre de San Bartolomé, que ocurrió la noche del 23 al 24 de agosto de 1572. Este evento fue una ola de asesinatos dirigidos principalmente contra los hugonotes, protestantes franceses, por parte de los católicos. Se estima que sólo en París murieron más de tres mil personas porque las matanzas se extendieron a otras ciudades y regiones francesas en las semanas siguientes, elevando el total de víctimas a entre diez y treinta mil.
– ¿Y cuántas personas ejecutó la Inquisición española?
– Aunque El Código da Vinci afirme que la Iglesia quemó cinco millones de brujas, los historiadores proponen cifras muchos más modestas. Según Henry Kamen, destacado experto en el tema, el número total de ejecuciones fue significativamente menor, con estimaciones cercanas a las tres mil personas ejecutadas a lo largo de toda su historia. A pesar de estas consideraciones, la historia de Francia suele percibirse como más pacífica que la de España, soslayando las numerosas masacres que han tenido lugar en el hexágono, como las de Mérindol y Toulouse, entre otras. Así que, como ves, las apariencias pueden ser engañosas.
– Es cierto.
– ‘Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controlará el futuro’, decía George Orwell. De esta manera los bárbaros del norte no sólo nos han convencido de que ellos han sido más civilizados que nosotros, sino que siguen siéndolo, por lo cual debemos acatar sus sabios dictados.
Continuamos nuestro paseo por Vegueta, donde las antiguas calles y las edificaciones coloniales parecen susurrar ecos de tiempos lejanos. Sumidos en nuestros pensamientos, sentíamos una conexión más profunda con la verdadera historia del Archipiélago.
Mientras el sol del atardecer bañaba las paredes antiguas con sus dorados rayos y el bullicio de la ciudad moderna se entrelazaba con los susurros de antaño, continué explicando cómo las manipulaciones históricas afectan nuestra comprensión del presente, demostrando a mi acompañante que, mediante figuras como Lucía de Cabrera, podemos confrontar a quienes han distorsionado nuestro pasado para moldear nuestra percepción del presente y, por ende, de nuestro futuro.
Suscríbete para seguir leyendo