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Tenemos un sistema educativo que favorece a las niñas

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«Me ha costado escribir este libro. Han sido tantos lo que me lo han desaconsejado que ya he perdido la cuenta. En el actual clima político, poner de relieve los problemas de los niños y los hombres se considera una empresa peligrosa», escribe en el prefacio de Hombres (Deusto) su autor Richard V. Reeves. En el que habla de «por qué el hombre moderno lo está pasando mal, por qué es un problema a tener en cuenta y qué hacer al respecto».

Lo hace, en gran parte de la publicación, en referencia al sistema educativo y contrastando datos de distintos países para ver cómo las niñas y las jóvenes tienen más posibilidades de ser mejores en sus estudios y de acabar una carrera universitaria. Dedicado a sus tres hijos, el investigador de estudios económicos, asegura que «tenemos un sistema educativo que favorece a las niñas y un mercado laboral que favorece a los hombres. El doble negativo no se convierte en un positivo. Debemos enmendar ambos». Y continúa diciendo que «las desigualdades importan, independientemente de en qué dirección se den. Asimismo, cabe señalar que mientras que las mujeres están alcanzando a los hombres a marchas forzadas en el mercado laboral, los niños y jóvenes se están quedando cada vez más rezagados en las aulas».

Reeves se basa en los datos aportados por los países de la OCDE asegurando que » las chicas van un año por delante de los chicos en lectura, mientras que la ventaja de los chicos en matemáticas es cada vez menor. Los chicos tienen un 50 por ciento más de probabilidades que las chicas de fracasar en las tres materias escolares clave: matemáticas, lectura y ciencias».

Y se centra en el modelo finlandés, ya que es considerado uno de los mejores del mundo y siempre ocupa el primer puesto de los resultados de PISA. «Aunque los estudiantes finlandeses se sitúan en una posición muy alta en cuanto a rendimiento global según este informe, existe una enorme brecha de género: el 20 por ciento de las chicas finlandesas alcanza los niveles más altos de lectura en la prueba, frente a sólo el 9 por ciento de los chicos. Entre los que obtienen las puntuaciones más bajas en lectura, la brecha de género se invierte: el 20 por ciento de los chicos frente al 7 por ciento de las chicas. En la mayoría de las mediciones, las chicas finlandesas también superan a los chicos en ciencias y matemáticas», asegura.

«Los resultados educativos de Finlandia, aclamados internacionalmente, se deben enteramente al asombroso rendimientos de las chicas finlandesas»

RICHARD V. REEVES

Y llega a la conclusión de «que los resultados educativos de Finlandia, aclamados internacionalmente, se deben enteramente al asombroso rendimientos de las chicas finlandesas (de hecho, los chicos estadounidenses obtienen los mismo resultados que los finlandeses en la prueba de lectura PISA)». Un país, Estados Unidos, que también muestra diferencia de género en el tema educativo, «las niñas tienen catorce puntos porcentuales más de probabilidades que los niños de estar ‘preparadas para la escuela’ a los 5 años de edad. Se trata de una diferencia mucho mayor que la que existe entre niños ricos y pobres, o entre blancos y negros, o entre los que cursan preescolar y los que no».

Por estas razones, argumenta, no debería sorprendernos saber que ellos tienen menos probabilidades de acabar la escuela secundaria. «En 2018, el 88 por ciento de las chicas se graduaron en el instituto a su debido tiempo, frente al 82 por ciento de los chicos», asegura y añade que «la diferencia entre hombres y mujeres en la concesión de títulos universitarios es hoy mayor que a principios de la década de 1970, pero en sentido contrario».

Pero, ¿por qué ocurre esto? Reeves asegura que está relacionado con la madurez, con que «el cerebro de los chicos se desarrolla más lentamente, especialmente durante los años más críticos de la educación secundaria», es decir, durante la adolescencia. El investigador inglés considera que los jóvenes están programados de tal manera que les resulta complicado tomar buenas decisiones. «Podríamos pensar en ellos como el equivalente psicológico de los pedales del acelerador y el freno de un coche. En la adolescencia, nuestros cerebros pisan el acelerador».

«Las partes del cerebro asociadas a los impulsos, la planificación y la orientación se encuentran en el córtex prefrontal, que madura unos dos años antes en las chicas que en los chicos»

richard v. reeves

Y aquí, según Reeves, también entran las diferencias de género. «Ya que los chicos tienen más aceleración y menos capacidad de frenado. Las partes del cerebro asociadas a los impulsos, la planificación y la orientación se encuentran en el córtex prefrontal, que madura unos dos años antes en las chicas que en los chicos. El cerebelo, por ejemplo, alcanza su tamaño completo a los 11 años en las niñas, pero no lo hace antes de los 15 en los niños». Y se apoya en las declaraciones de Frances Jensen, jefa del Departamento de Neurología de la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania: «En la adolescencia, de media, las chicas están entre dos y tres años más desarrolladas en cuanto al pico de su sinapsis y sus proceso de conectividad. Este hecho no sorprende a la mayoría de la gente si pensamos en chicos y chicas de 14 años».

Reeves propone una reforma que considera sencilla pero radical: «Que los chicos empiecen a ir a la escuela un año más tarde que las chicas». Y a esta medida, junto con otros dos puntos, le dedica un capítulo entero. «En concreto, abogo por tres reformas principales: dar a los niños varones un año más de educación preescolar antes de que empiecen la escuela; una campaña de contratación de profesores varones en las aulas; e inversiones significativas en formación profesional, incluyendo más institutos técnicos. Me consta que algunas partes de este programa pueden parecer radicales. Pero si nos tomamos en serio la igualdad de género, cierto radicalismo es necesario».

Según Reeves «introducir una diferencia de edad cronológica de un año reduciría la diferencia de edad de desarrollo entre chicos y chicas. La principal razón para que los niños empiecen más tarde no es que sean un año mayores en el jardín de infancia, sino que lo sean al llegar a secundaria y bachillerato». Para ello se basa tanto en los datos de maduración mencionados antes como en una serie de estudios sobre niños que se escolarizaron un año más tarde. «Han demostrado una reducción drástica de la hiperactividad y la falta de atención durante los años de primaria, mayores niveles de satisfacción vital, una menor probabilidad de repetir curso en el futuro y mejores resultados en los exámenes». Habla de los realizados por Diane Whitmore Schanzenbach y Elizabeth Cascio que aseguran que «descubrieron que ser un año mayor tenía un impacto positivo en los resultados de los exámenes de octavo curso, reducía los riesgos de repetir curso en primaria y secundaria, y mejoraba las posibilidades de los chicos de presentarse al SAT o al ACT una vez terminado el bachillerato».

«Si los niños crecen viendo los cuidados o la educación como un trabajo de mujeres, esto reforzará los estereotipos de género a través de generaciones»

RICHARD V. REEVES

Además no cree que con esa medida sea suficiente, considera que es muy importante que haya más hombres enseñando a los niños en los colegios. «La proporción de hombres en Estados Unidos entre los profesores de primaria y secundaria es ahora del 24% y en 1980 era del 33», asegura. «Para empezar, si los niños crecen viendo los cuidados o la educación como un trabajo de mujeres, esto reforzará los estereotipos de género a través de generaciones. Como dijo Gloria Steinem en 1995: ‘La forma en que nos dividimos en nuestras falsas nociones de lo masculino y lo femenino es lo que vemos de niños'», escribe.

Y vuelve a Finlandia. «Cuando se aumentó la proporción de hombres docentes en las escuelas primarias finlandesas mediante una cuota del 40% para los cursos de formación, tanto los niños como las niñas mejoraron su rendimiento. La cuota se suprimió en 1989, y la proporción de hombres en la enseñanza primaria se redujo a la mitad», explica y continúa diciendo que «las profesoras son más propensas a ver a los niños varones de su clase como alborotadores, mientras que los profesores tienden a tener una visión más positiva de los niños y sus capacidades».

Para Reeves, «un sistema educativo equitativo será aquel que reconozca las diferencias naturales entre sexos, especialmente el hecho de que los niños, al tener un desarrollo más lento que las niñas, se encuentran en inferioridad de condiciones en momentos críticos de su escolarización». «Dicho de otro modo, rediseñar los puestos de trabajo para que sean más justos con las mujeres y reformar las escuelas para que sean más justas con los chicos. Creo que podemos mantener estos dos pensamientos al mismo tiempo: podemos ser fervientes defensores de los derechos de la mujer y, a la vez, compasivos con los niños y hombres vulnerables», sentencia.