Una de las balas que el sábado a las 18.13 horas disparó Thomas Matthew Crooks en un mitin de Donald Trump en Butler (Pensilvania) solo provocó una herida leve en la oreja derecha al expresidente de Estados Unidos y candidato republicano para medirse a Joe Biden en las elecciones de noviembre. A menos de cuatro meses de esos comicios, y en un país polarizado cada vez más asfixiado por una cultura de odio político y tribalismo donde el partidismo exacerbado alimenta que más y más gente crea en la violencia como herramienta política, la potencia de ese proyectil es la de una bomba nuclear.
Quedan aún muchas preguntas sin respuesta, sobre las motivaciones de Crooks o la acción y los preparativos del servicio secreto. Lo seguro es que el intento de asesinato de Trump, el primero de alguien que ha ocupado el Despacho Oval desde el de Ronald Reagan en 1981, es una auténtica zona cero en la vida política y social de EEUU, un país que ya lleva años asomándose a abismos. De momento ha dado un vuelco a una campaña electoral que ya era explosiva y turbulenta, con los ecos de 2020 y el asalto al Capitolio aún vivos, Trump como el primer expresidente condenado por lo penal y, en el lado demócrata, sacudida por la crisis que enfrenta Biden ante las dudas sobre sus capacidades físicas y cognitivas a los 81 años.
Ese debate sobre el relevo de Biden queda, al menos de momento, en barbecho. Porque no importa en el fondo si es Biden u otro el candidato de los demócratas. El gran dilema para ellos ahora es cómo realizar una campaña contra Trump, al que los sondeos tanto generales como en estados bisagra clave ya daban como favorito, que se había centrado en presentar su posible retorno a la Casa Blanca como una amenaza existencial para la democracia.
De momento tanto la campaña de Biden como el Comité Nacional Demócrata han puesto en pausa los anuncios que atacaban a Trump. Porque no dejan de ser reales la propia retórica violenta habitual en el discurso del republicano, ni las acciones y mensajes que lanzó contra los resultados legítimos de 2020 y que culminaron con el asalto al Capitolio ni la agenda ultra que plantea para un segundo mandato… Pero las ecuaciones políticas habituales se desarticularon el sábado en ese mitin de Pensilvania.
Un mártir en Milwaukee
Estrategas, historiadores y cualquier observador son conscientes de que las consecuencias políticas de lo sucedido benefician, sin ningún género de dudas, a Trump. Y el sentir de muchos lo expresó un testigo directo del intento de asesinato citado por la prensa local: “Trump ha sido elegido hoy”.
Lo seguro es que llega como una figura reforzada, quizá insuperable, a Milwaukee, donde este lunes arranca la convención republicana y donde la seguridad, ya habitualmente intensa, se ha reforzado visiblemente. Si hasta el sábado por la tarde el cónclave en la ciudad de Wisconsin corría el riesgo de ver su lustre reducido al tener que competir con la crisis demócrata, ahora es el centro de la atención.
Y ahí, en el centro, un hombre de 78 años que ya en los últimos nueve ha conseguido que todo el Partido Republicano se ponga a sus pies, que disfruta entre las bases de un apoyo inquebrantable y de lo que es prácticamente una adoración religiosa y que desde el sábado se eleva casi a la categoría de mártir.
Su reacción tras ser herido ha dejado imágenes icónicas e imperecederas. Tuvo el instinto y la sangre fría de mostrarse entre agentes del servicio secreto con el rostro ensangrentado y el puño en alto y gritar mientras lo evacuaban: “luchad, luchad, luchad”, logrando cambiar los gritos de pánico por clamores patriotas. Y eso lo ha elevado más en los altares de admiración e idolatría de sus admiradores.
Algunos religiosos han dicho que “Dios intervino para salvar a Trump”. Él mismo ha hecho las referencias divinas, con un comunicado este domingo en Truth Social en el que dijo que “fue solo Dios quien evitó que sucediera lo impensable”
La unidad, una utopía
El mensaje unitario de los demócratas, al menos desde las instancias más elevadas de la formación y empezando por el propio Biden, es el de una condena sin ningún tipo de asterisco a lo sucedido, un rechazo frontal y absoluto a la normalización de la violencia política, sea del signo que sea. Se pide bajar la temperatura. Y se sueña con volver a un momento diferente. “La política debería ser como aburrida”, recordaba Bernie Sanders.
En mensajes del propio Trump y de algunos destacados republicanos como el senador Lindsey Graham ha entrado ese concepto de unidad. Lo hacía también este domingo en el de la exprimera dama, Melania Trump, que llamaba a “superar ideas simplistas que provocan violencia” y en su comunicado decía: “No olvidemos que distintas opiniones, juegos políticos y política son inferiores al amor. Hay un nuevo amanecer. Volvamos a unirnos. Ahora.”
Un republicano que hace no mucho llamaba a usar violencia física contra los manifestantes pro-palestina, el senador Tom Cotton, pasaba a apelar a solventar las diferencias “a través del debate político y elecciones, no violencia”, demostrando cómo lo sucedido permite cambiar parte del discurso.
Otros, en cualquier caso, han aprovechado para profundizar en la división. Ha habido algunos entre los demócratas, aunque no en posiciones destacadas del partido. Y en el campo republicano, en cambio, hay muchos conocidos políticos conservadores más ultra que no han dudado en señalar directamente a los demócratas, y al propio Biden, como responsables de lo ocurrido, una corriente que también latía en el mensaje de Melania Trump, que definía al tirador como un “monstruo” que veía a su esposo como una “máquina política inhumana”.
La idea es que han sido los demócratas quienes ha deshumanizado al extremo a Trump. Y la exponía antes que nadie el senador JD Vance, uno de los favoritos para ser anunciado en Milwaukee como candidato a vicepresidente, al decir que la premisa central de la campaña demócrata de retratar a su líder como un “fascista autoritario que debe ser frenado a cualquier precio llevó directamente al intento de asesinato”.
Otros han ido aún más lejos. La congresista Lauren Boebert ha dicho que «Joe Biden es responsable del tiroteo” y su colega de bancada ha declarado que “Joe Biden dio las órdenes” y ha instado al fiscal del condado a presentar cargos contra el presidente “por incitar al asesinato”. Otros muchos han hecho referencia a una frase que se ha reportado que Biden dijo la semana pasada en una llamada con un grupo de donantes: “Se acabó hablar del debate, es hora de poner a Trump en la diana”.
Marjorie Taylor Greene, otra voz ultra en el Congreso, ha afirmado que “los demócratas querían que esto pasara”. Y el congresista Chip Roy colgó en redes sociales una portada reciente de la publicación progresista ‘The New Republic’ donde se combinaba la imagen de Trump con la de Hitler con el mensaje: “bastardos”.
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