Ante la aplicación anunciada del «PROGRAMA ANTIPORNO» del actual gobierno llego, en una primera reflexión, a manifestar mi incredulidad por no poder concebir la existencia de individuos que integran lo que cualquier ciudadano normal entiende por gobierno, reconociendo por ello mi incapacidad de encontrar calificativos adecuados para gentes capaces de concebir lo que entiendo como tan grotesca medida.
Me planteo si los autores y otros intervinientes en la confección de la futura norma y su correspondiente programa de «mecanización de control de los instintos» fueron en alguna ocasión adolescentes y-o jóvenes normales, resultándome por ello difícil o mejor imposible de imaginar tal anormalidad en seres que han llegado a presidentes, vicepresidentes, ministros, consejeros, etc. en gobiernos o de Consejos variopintos de instituciones llamadas de Estado que, de sexo masculino o femenino, sean incapaces de entender la existencia de prácticas onanistas.
Parecería estamos tratando de seres «muy especiales» que no tuvieron, cuanto menos en su pubertad y-o adolescencia en asuntos de sexo manifestaciones y-o deseos propios de edades siempre consideradas como «complicadas», ello ante el hecho incontrovertible de desarrollo de procesos considerados como normales y naturales seguidos, todos ellos y a posteriori, por idénticos estímulos y-o acciones igualmente consideradas como similares en su juventud y edad senior.
El glamour por tan «aparente» como desacreditado pasado de miembros, en casos entiendo de familias bien, evocan la sentencia de un amigo mayor que, tras una desastrosa experiencia en un prostíbulo y a instancias de la meretriz que le prestaba el servicio, la misma en su ánimo por darle al asusto alguna solución digamos «manual» la espetó: «no hay mejor paja que la que uno se hace», sentencia a día de hoy de gran vigencia con la pantallas de los Pc que tanto lo facilita y que nuestros gobernantes quieren controlar y dosificar con la aplicación de un programa informático de «autocensura» con incorporación de un «registro» que recoja el auto reconocimiento tácito de adicción al sexo», lo que nos introduce en las páginas más siniestras de la novela 1984 de Orwell
Siete años en un internado me permiten afirmar, ello sin considerarme experto en prácticas masturbatorias, las mismas habituales en los dormitorios y origen de visitas casi diarias al padre espiritual que, inexorablemente comenzaban con la pregunta: «¿Cuantas veces?, así como también idéntica respuesta con el añadido de nuestra vergüenza y propósito de no repetir. Bueno hijo, ve tranquilo que el Sr. todo lo ve y valorará tu arrepentimiento. Ánimo y «hasta mañana»
El «proyecto» evoca un punto y una coma más allá al mismo C. J. Cela y su abracadabrante relato en «El cipote de Archidona» que describe la paja, también conocida por «macoca» efectuada por la chica a su novio en la zona conocida entonces como «gallinero» en el cine de aquella localidad que, practicada con fruición al galán tuvo respuesta inmediata y copiosa, lo que de haber sido practicada a un venerable anciano en la «fila de los mancos» del cine Carretas en Madrid, creo que el proceso, bien de auto satisfacción o ejecución previo pago de un duro por quien se conocía como pajillera, hubiese requerido de múltiples «emboladas» y resultado cuanto menos incierto.
Supongo que tan extraordinaria como correctora medida que este gobierno nos quiere imponer, dice para educar a los menores y así evitar abusos posteriores, contará con la asistencia de un comité de expertos, en algunos países denominado como «de buenas costumbres» que irá acompañada de un pequeño manual de uso en las prácticas de «amor con uno mismo» el cual, sin ser exhaustivo, entiendo incluirá pautas en mis tiempos muy conocidas como eran a mano diestra, siniestra, dedo, capuchino y a dos mano o chocolatera.
Parece imposible que tal proyecto se plantee en estos tiempos y menos en nuestro país, reconocido hoy mundialmente como faro de libertades. Pero aviso, así ocurrió durante el régimen genocida en la Camboya de los jemeres rojos que regulaba «también» la práctica del sexo que solo podía practicarse a toque de trompeta. Esto me hace reflexionar que no hemos avanzado un ápice ni nada nuevo se ha inventado y que tan bien conocía Joseph Goebbels, siniestro personaje del régimen nazi que hoy no pasaría de aprendiz de algunos personajes más actuales en el pastoreo de ciudadanos a través del control de sus instintos naturales. Así siempre ocurrió por las imposiciones de las diferentes religiones y sectas que vulneraban nuestra intimidad llevando al límite la manipulación de lo que son inclinaciones intrínsecas de nuestra naturaleza, sexo incluido, en este último caso con fórmulas imaginativas que, al decir de nuestras vicepresidentas nos permitirán disfrutar con chulísimas variantes.