«¡León y Castilla no es una maravilla!«. El 14 de mayo de 1984, las calles de León rugieron con este cántico. España estaba en pleno proceso autonómico y 100.000 personas se lanzaron tras las pancartas para pedir ‘independizarse’ de Castilla sólo un año después de constituirse Castilla y León, una comunidad autónoma que no reconocían entonces y tampoco reconocen ahora. El asunto vuelve de manera recurrente a la actualidad, por picos. El último fue la semana pasada, cuando la Diputación de León sacó adelante, con el apoyo de PSOE y la Unión Progresista Leonesa (UPL), una iniciativa para pedir la ruptura con territorio castellano y la propia autonomía leonesa.
La ciudad se ha llenado de periodistas en los últimos días, y los vecinos se sorprenden del revuelo. Para ellos no es nuevo, siempre ha estado ahí, y cuesta entender el motivo de tanta expectación. Lo cierto es que cuarenta años después del nacimiento de Castilla y León, el paso del tiempo no parece aplacar los ánimos autonomistas y la sociedad leonesa mantiene viva la afrenta, por la que denuncian que fueron integrados junto a Castilla muy a su pesar, y sin ser consultados mediante referéndum.
«La actual composición de Castilla y León se creó por oportunismo histórico», destaca Héctor Álvarez, joven leonés de 29 años y miembro de Colectivo Ciudadanos de la Región Leonesa (CCRL), una asociación sociocultural para preservar la tradición de León. Por entonces Cataluña y País Vasco, nacionalidades históricas, se habían conformado como autonomías y se creó una gran comunidad autónoma uniendo León y Castilla para hacer de «contrapeso», resume Carlos Cerra, presidente de Conceyu País Llionés, una de las asociaciones leonesistas más movilizadas por la causa.
Esta es una opinión extendida el León, donde se apunta como responsable de aquella unión al exministro de UCD Rodolfo Martín Villa. Leonés de nacimiento y caído en desgracia en su tierra, es una figura a la que muchos responsabilizan de la situación, y al que le han retirado el nomrbe de sus calles en distintos municipios, entre ellos su localidad natal, Santa María del Páramo. Los leoneses quieren ahora desandar el diseño autonómico y volver a los orígenes del Reino de León.
«NO ES EL PROCÉS»
Una batalla, eso sí, muy distinta a la que se vive en Cataluña, donde el independentismo quiere romper con el resto del país. La comparación molesta especialmente a sus paisanos. En León, el motor de sus demandas es radicalmente distinto al catalán. Si Cataluña es una de las regiones que más aportan al Estado y buscan independizarse de España para autogestionar su riqueza, en León quieren su propia autonomía porque se consideran víctimas de la ‘centralización’ de Valladolid dentro de Castilla y León. Pero lejos de romper, reivindican su tierra como el reino sobre el que se fundó España y así quieren ser reconocidos, también a nivel administrativo, después de que la provincia se haya empobrecido y haya sufrido una importante pérdida de población en favor, denuncian, de otras provincias castellanas como Burgos o Valladolid.
«Esto no es el procés. León quiere separarse de Castilla, no de España. No tiene nada que ver. Los leoneses no queremos irnos de España», explica Javier Helguera, un comerciante de 58 años próximo a la calle Ancha de León, que atraviesa la parte vieja de la ciudad y da a los pies de la Catedral. En cuestión de origen, preguntes a quien preguntes, la respuesta es «León». Si en otros lugares es común definirse como andaluz, gallego o vasco, en León nadie es de Castilla. «Nunca ha habido un sentimiento de pertenencia a Castilla y León. Somos la única región que está separada por la ‘y'», confiesa el pequeño empresario.
El alcalde de León, el socialista José Antonio Diez, habla sin tapujos sobre esta comparación: «Es llamativo que nos comparen con Cataluña cuando ellos hablan de un proceso secesionista y nosotros hablamos de hacer más fuerte a España y más vertebrada», apunta, en conversación con este medio. «Parece que en un caso hay que atender unas sensibilidades que no están en la Constitución, y hay que retorcer la Constitución y las leyes para que tengan cabida y los que vamos por la legalidad constitucional, parece que no importamos», denuncia el dirigente. «La diferencia es que Cataluña tiene muchos diputados y pueden decidir un Gobierno y León aporta cuatro diputados que pintan muy poco».
«Insistimos en que no somos catalanes», razona Cerra, de Conceyu. «No somos ni ‘procés’ ni el independentismo, nosotros cabemos en la Constitución Española«, resume. A diferencia de Cataluña, que ha logrado visibilidad, considera que la aspiración de León «se ha intentado ocultar«, y de esto responsabiliza a los dos grandes partidos, PP y PSOE, que a su juicio priorizan sus intereses a nivel nacional sobre la cuestión leonesa.
Estando el objetivo autonomista claro, la vía es la gran incógnita. Distintas asociaciones leonesistas apoyaron con pancartas a las puertas de la Diputación de León la aprobación de la iniciativa que pedía la autonomía, pero todos asumen que es un gesto meramente simbólico y sin recorrido jurídico. Para alcanzar su objetivo, la vía sería la ley orgánica para reformar el Estatuto de Autonomía de Castilla y León para habilitar un mecanismo que permita dividir al territorio, aunque el debate jurídico está aún sobre la mesa.
LA HISTORIA, PRESENTE
La historia sigue viva en las calles y las referencias salpican el discurso de los leoneses. Helguera, comerciante de 58 años, recuerda cómo los libros de historia en su niñez hablaban del Reino de León, que estuvo vigente desde 1883, cuando le distinguían de Castilla la Vieja y lo situaban en lo que hoy son las provincias de León, Zamora y Salamanca, las zonas que el leonesismo reivindica hoy para sí. Esta distribución se mantuvo cien años, hasta 1983, cuando constituyeron Castilla y León como autonomía en los primeros pasos de la democracia.
«Ni siquiera nos preguntaron si queríamos, y eso que León es de los pocos lugares con derechos históricos para montar su propia autonomía», recuerda Helguera.Sorprende el conocimiento histórico de la provincia, que casi cualquier leonés puede relatar a trazos más finos o más gruesos. «La Historia es lo único que nos queda. No queda industria, ni quedan minas ni nos queda ni opinión», denuncia este comerciante
Pero ya antes, en la época medieval, el Reino de León ya existió. Sus paisanos sacan pecho de que León fue la «cuna del parlamentarismo«, una condición reconocida por la UNESCO pero, lamentan, poco promocionada a nivel nacional. Y es que entre 910 y 1203 fue la principal referencia de Hispania y el lugar donde se inició la reconquista de Al Andalus. En 1188, el rey Alfonso IX convocó por primera vez una Curia donde estaba representado el pueblo llano, en el primer organismo donde había representantes elegidos por sus vecinos.
«Aquí tuvimos las primeras Cortes de la humanidad, antes que el Parlamento Británico», resume Álvarez, de CCRL. «Es curioso que en la tierra donde nació el parlamentarismo no tengamos derecho a nuestro propio parlamento», reivindica.
AGRAVIO TRANSVERSAL
La reivindicación leonesa va más allá de la edad o adscripción política. «No tiene nada que ver con votar a un partido a otro», destacaba una leonesa de en torno a 80 años, que prefería no desvelar su identidad. «Cuando se formaron las comunidades autónomas, metieron a León con Castilla pero aquí se quería la independencia», reseña. Un relato acompañado por una denuncia: «Valladolid ofrece subvenciones a las empresas de León para que se vayan allá. Barren para su casa y aíslan a León», se quejaba la señora.
«Amazon iba a instalarse aquí, pero al final no facilitaron las cosas y se fue a Siero (Asturias). Eran 2.000 empleos. Como aquí nos faltan…», lamentaba un pequeño empresario del centro histórico, que rechazó dar su nombre «porque aquí nos conocemos todos».
El sentimiento de agravio es también una constante. Sobre el papel, Castilla y León no tiene capital, pero la sede del Gobierno autonómico está en Valladolid, que actúa como capital de facto y donde se concentra la toma de decisiones. Una situación, denuncian, ha jugado en contra de León frente a la «centralización» que se juega en la capital vallisoletana.
«Nuestro techo de cristal está en Valladolid», denuncia Cerra, de Conceyu, la organización que hace cuatro años acuñó el famoso «Lexit«, una proclama referenciada en el ‘Brexit’ leonés, que tiene partidarios y detractores, entre quienes lo ven como un reclamo útil para darle nombre a su reivindicación y quienes dudan de que deba compararse con la difícil salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Este lema se ha hecho visible en los últimos años, y lo hizo también en la última gran manifestación leonesista, el 16 de febrero de 2020, cuando 50.000 leoneses según la Delegación del Gobierno -80.000 según los organizadores- salieron a la calle a pedir su autonomía. Para dar respuesta a esta demanda, se creó una Mesa por León donde estaba presente tanto el Gobierno central como la Junta de Castilla y León, y el Ayuntamiento, además de sindicatos y empresarios. La vicepresidenta de Transición Ecológica Teresa Ribera inauguró este órgano, que estaba llamado a diseñar un plan para la provincia, deprimida tras el fin de la minería. Pero el órgano se cerró en falso tres años depsués sin ninguna conclusión, tras la petición desatendida de estar dotada de presupuesto propio.
Declive demográfico
Pese a ser la más extensa de las 17 comunidades autónomas, es la sexta en cuanto a población y en los últimos años no ha dejado de perder habitantes. «Más del 80% de la población que se ha perdido en la comunidad desde que se fundó pertenece a León, Zamora y Salamanca», destaca Carlos Salgado, presidente de Unión del Pueblo Leonés, el partido leonesista que en las últimas autonómicas superó por primera vez el 20% del voto y que ha impulsado mociones en este sentido, que se han aprobado en más de 60 ayuntamientos en los últimos años.
El ritmo de despoblación es en León uno de los medidores más recurrentes. Desde el año 2000, la provincia ha perdido más de un 10% de su población, pasando de superar el medio millón de habitantes a los 448.573 habitantes que se registraron en 2023, según el INE. «Los que perdemos, los gana Valladolid», destaca Cerra, que denuncia una «centralidad peor que la de Madrid, que está chupando todas las inversiones». «Aquí nos ha crucificado».
La identidad leonesa no se ha visto respetada ni impulsada por el Gobierno autonómico, denuncian desde CCRL, que creen que la situación no se debe tanto a la centralización «sino a la desconexión». En una la comunidad autónoma más extensa del país, «es muy difícil articular una estrategia cultural única desde el gobierno autonómico», señala Álvarez, que advierte que muchas de sus iniciativas para preservar sus tradiciones «las hacemos a pesar de la Junta de Castilla y León».
Las fiestas regionales dan buena cuenta de la diferencia cultural. La festividad autonómica decretada por el Gobierno autonómico es el 23 de abril, donde se commemora la derrota del rey Carlos I de España y V de Alemania sobre tres comuneros en la localidad vallisoletana de Villalar en 1521. Una festividad que dice muy poco en León, que por entonces era Reino propio y que reclama su propia festividad el 18 de abril, en referencia a su aspiración de convertirse en la comunidad número 18. Tanto es así que la Fiesta de Villalar es conocida como el día de ‘San Ikea’, en la que los leoneses cruzan la frontera asturiana para visitar la famosa tienda sueca.
En esta última edición, la Junta de Castilla y León organizó actos festivos en las nueve provincias de la comunidad autónoma, pero fue imposible celebrarlos en León, donde el boicot y las movilizaciones hicieron del festivo castellano una nueva reivindicación.