Cuesta mirar las fotografías almacenadas en la memoria del ordenador. Pertenecen a un joven sin vida, de apariencia árabe, o como mínimo originario de Oriente Próximo, con el rostro hinchado, deformado y apenas reconocibles las facciones; en otras instantáneas pertenecientes al mismo dosier, se ven sus enseres y ropas, todas ellas mojadas. Y es que este migrante desconocido llegado al continente americano desde ultramar perdió la vida en el momento más crítico de la larga singladura desde su país de origen a EEUU: el cruce del río Bravo, que marca el límite entre el territorio mexicano y estadounidense en esta parte de la frontera. «Muchos se ahogan al pasar», admiten fuentes de la Fiscalía de Delitos en Agravio cometidos contra Migrantes del Estado de Coahuila, en el norte de México.

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