Rafa se define hoy como un hombre «feliz». No ha sido nada fácil para él llegar a este punto. Hace algo menos de nueve años, estaba asomado a una azotea decidiendo si se tiraba al vacío o no. El infierno de las apuestas le había llevado al límite. Hoy, este valenciano de 35 años es otra persona gracias a su fuerza de voluntad y a la inestimable ayuda de Patim, la fundación de Castellón que ayuda a las personas que sufren adicción al juego o las drogas. Este es su testimonio.
El inicio
«Empecé apostando un poco de risa, en un partido de la Europa League del Valencia contra un equipo búlgaro. Fue con el euro que me sobró de una cena entre amigos. Y era de broma, porque Barragán no había metido ningún gol en su carrera deportiva y aposté a que marcaba. Y esa noche fue la única vez que lo hizo. Ese golpe de fortuna para él fue mala fortuna para mí».
La trampa
«Otra de las apuestas fue una remontada del Valencia. Con cinco euros me llevé más de 1.000. Al final acabas pensando que para qué matarte a trabajar, si con dos horitas o menos de trabajo yo, que vengo del mundo del deporte, puedo ganar el dinero que haga falta sentado en casa. Esto se convirtió en un bucle. Poco a poco te atrapa sin que te des cuenta».
El punto más bajo
«Vi que tenía un problema y dije hasta aquí hemos llegado un 8 de septiembre de 2015. Ese día volví a nacer. Por la noche cogí todo lo que tenía en el banco y lo deposité en la cuenta en la casa de apuestas para jugármelo a un único set de ping pong de dos jugadores asiáticos que ni conocía«.
«Esa misma noche subí a la azotea de mi casa para acabar con todo. Al final no era yo; era la sombra de la sombra de lo que era. Siempre tenía una sonrisa en la boca y me había convertido en un amargado. Pierdes todo; no solo dinero, sino tu vida. Estaba empezando un proyecto empresarial en ese momento, acababa de ir de la universidad, tenía vitalidad para emprender y eché todo al traste».
La ayuda de Patim
“Al final, tras decidir no tirarme de la azotea, hablé con mis padres, pedí ayuda y encontré la Fundación Patim. Gracias a ellos estoy así. He conseguido remontar, poniéndome pautas con los terapeutas. El 8 de septiembre cumpliré nueve años sin recaídas. Cada día sin jugar es una victoria».
“Y ahora me siento feliz. Si me dijeran si volvería a pasar por lo que he pasado diría que sí, porque al final es la experiencia de vida que me hace sentir como el que soy ahora. En el proceso de haber caído en la ludopatía he tenido que tocar fondo para poder volver a impulsarme y saber qué es volver a respirar».