Sé que te sentirás feliz por este merecido reconocimiento que te ha tributado el Ayuntamiento de Elche. Es una manera pública de homenajear a un hombre que hizo de la Matemática uno de los pilares de su vida. Y no hay duda de que han elegido un lugar inmejorable, el «Jardín del Matemático Diego García Castaño», ubicado en un parque nuevo de tu barrio, rodeado de palmeras y lleno de almendros, olivos y granados, esos árboles que acompañaron tu infancia.
Escribo estas líneas y pienso en cómo ha pasado la vida, pero todavía conservo en mi memoria los momentos en que me leías algún artículo periodístico tuyo y luego pulsabas mi opinión sobre cualquier cuestión de estilo –pequeños detalles comparados con el banquete del saber que tú me ofrecías–. Y también recuerdo verte redactar un tema de Matemáticas sin consultar ningún libro, como si todo el conocimiento fluyera de manera invisible y natural de tu cabeza a tus dedos hasta plasmarse en un folio.
Sería fácil escribirte un panegírico, pero yo quiero recordar ahora, sencillamente, algunas de tus cualidades personales. Durante cuarenta años he tenido el privilegio de compartir muchos momentos contigo, un tiempo que me ha permitido conocerte mejor. Si hago un esfuerzo de síntesis, logro nombrar solo algunos rasgos tuyos, que siempre he valorado mucho: una excepcional inteligencia matemática, que de alguna manera corre por las venas de mi mujer y de mi hijo mayor; una firme defensa de tus ideas y convicciones; una inmensa capacidad de entrega a tu familia; y un profundo ilicitanismo, que también advierto cuando tu nieto –mi hijo pequeño– recuerda las veces en que fue contigo a ver los partidos del Elche.
Querido Diego, he vuelto a leer en el periódico –y son verdades que hay que reconocer– que fuiste pionero en la introducción de la Informática en las aulas, que desempeñaste con entusiasmo tu condición de profesor de Matemáticas y que escribiste algunos libros sobre Jorge Juan, ese marino dieciochesco que demostró –entre otras cosas– que la tierra era achatada por sus polos, pero yo, tu yerno, también quiero recordarte hoy como el creador del mejor libro de tu vida: tu familia.