Daniil Medvedev no es solo uno de los mejores jugadores del mundo, como ratifican su número 3 y el tenis que ha desplegado en esta edición del US Open, aunque este le fallara en el partido definitivo ante la máquina imparable que es Novak Djokovic.
El moscovita de 27 años es también uno de los tenistas más perspicaces y divertidos en sus declaraciones. Y el domingo, sus primeras palabras ante los casi 24.000 espectadores de Arthur Ashe que acaban de verle sometido al serbio conforme este daba con el 6-3, 7-6 (7-5) y 6-3 otro paso en su inigualada y aún inacabada historia fue un desternillante: ¿”Qué haces todavía aquí? Venga… (…) No sé cuándo planeas levantar un poco el pie del acelerador. Yo siento que no tengo una mala carrera y tengo 20 títulos y tú tienes 24 grandes”.
El tenista serbio es el único jugador que ha ganado todos los grandes al menos tres veces
Los 24 de Margaret Court
Medvedev volvía a dar certero en la diana. Porque esos interrogantes, esos comentarios, son las cuestiones que en este 2023 sigue planteando Djokovic. A los 36 años, el tenista que alzó su primer grande allá por 2008, no solo sigue en las pistas, sino dominándolo, si no todo, casi todo. Con su cuarto título en Nueva York tras los de 2011, 2015 y 2018 no solo se convierte en el más veterano triunfador en Flushing Meadows, sino que ha llevado su palmarés de grandes hasta esos 24 que en la historia del deporte solo había alcanzado la australiana Margaret Court.
Djokovic se pone ya con dos grandes más que los 22 de Rafa Nadal, ahora lesionado, y cuatro más que Roger Federer, ya retirado. El mismo año en que ha conseguido un inédito décimo título en Australia, ha sumado también su tercer Roland Garros. Y solo Carlos Alcaraz le dejó sin su octavo Wimbledon y, como Medvedev en Nueva York en 2021, sin el Grand Slam de calendario. Aun así, ya es el único jugador en los anales que ha ganado todos los grandes al menos tres veces y el primero que gana en cuatro ocasiones tres de ellos en el mismo año (2022, 2015, 2021 y 2023). Y este lunes, de nuevo, ha vuelto al número 1, desplazando al de El Palmar de lo alto de un podio donde ha estado, también, más semanas que nadie (arranca la 390).
«No quiero dejarlo si estoy arriba, si estoy jugando al nivel que estoy jugando. Eventualmente un día dejaré el tenis, en unos 23 o 24 años”
«Me veréis un poco más»
“Yo también me hago esas preguntas”, admitía Djokovic ante la prensa. “Pero saber que juego aún a nivel tan alto y que gano los mayores torneos del deporte… No quiero dejarlo si estoy arriba, si estoy jugando al nivel que estoy jugando. Eventualmente un día dejaré el tenis, en unos 23 o 24 años”, decía riendo “y aparecerán nuevos jóvenes jugadores… Pero hasta entonces asumo que me veréis un poco más”.
A juzgar por lo que explicó poco antes a los periodistas Goran Ivanisevic, su entrenador, ese “poco” no lo será. Porque Djokovic tiene su vista puesta en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, y hablamos de 2028. Y “si gana el 25 va a pensar ¿por qué no 26?” Porque con Djokovic, como sabe el croata, que lo define como “un ganador nato”, “siempre es uno más, algo más. (…) Y cuando le dices que no puede hacer algo es aún peor. Porque te va a mostrar que puede. No hay excusas”.
Un perfeccionista
Lo que los números o la meta confesa de organizar su calendario en búsqueda de esos grandes no explican es algo más etéreo pero fundamental para entender qué motiva a Djokovic, qué ambiciona. Y ahí hay que introducir el trabajo de alguien que se define como “un perfeccionista”, de un tenista que funciona a golpe de reinvención y que suple las desventajas que le puede crear la edad y el inexorable paso del tiempo (como se vio en varios momentos del épico y extenuante segundo set frente a Medvedev el domingo, que duró una hora y 44 minutos) con una precisión quirúrgica con la que explota ese juego y esa cabeza que no tienen parangón. No por nada la mitad de sus grandes los ha ganado después de cumplir los 30.
“Siempre hay cambios, literalmente cada semana o cada mes, con cómo enfoco el entrenamiento, la recuperación, la preparación mental… Siempre hay algo que intento añadir para elevar mi actuación en mi juego, al menos un mínimo porcentaje”, explicaba. “Es un proceso constante de intentar ser mejor, intentar implementar cosas que te funcionan y encontrar esa fórmula. Y una de las mayores lecciones que he aprendido es que, incluso cuando la encuentras, no es garantía y posiblemente no funcionará el año siguiente. Necesitas reinventarte porque el resto lo hace. Y es un proceso constante de evolución para conseguir cosas que me den una ventaja frente a los jóvenes”.
Las nuevas rivalidades
Conforme se apaga la rivalidad con Nadal y Federer que llevó al ‘Big Three’ a empujar sus límites y elevar a cotas nunca vistas su juego, Djokovic abraza ahora las nuevas rivalidades, especialmente la que se ha creado con Alcaraz y la que también mantiene con Medvedev. Y asegura que busca el “equilibrio adecuado entre la motivación que permita estar inspirado para jugar el mejor tenis y competir con los jóvenes y a la vez mantener la diversión y la pasión por el deporte”.
El serbio, que esta semana estará en Valencia compitiendo para Serbia en al Copa Davis, además, sigue aprendiendo. Si la derrota ante Medvedev en 2021 la atribuye en buena parte a una actuación mermada bajo el peso que se impuso de dar el relevo a Rod Laver como único hombre con Grand Slam de calendario en la era Open, ahora afirma que ha decidido no permitir que la importancia de los momentos y los hitos históricos que están en juego entren en su cabeza.
El triunfo en Nueva York, donde Nole ha vivido algunos de los momentos oscuros de una carrera que ha salpicado de arrebatos de rabia y arrogancia, tiene además otros regustos dulces. Ha podido volver a competir en EEUU tras no haberlo podido hacer en 2021 por no estar vacunado de Covid (y que el principal esponsor de la jornada de la final fuera la farmacéutica Moderna no estuvo exento de ironía). Y a lo largo de sus tres horas y 17 minutos de partido recibió un inusual y enérgico apoyo del público neoyorquino, que deseoso por ser testigo de la historia dio a raudales a Djokovic el amor que tanto ansía y que tanto le esquiva.