Venecia es una ciudad insólita, donde los leones vuelan y las palomas caminan, como alguna vez expresó el poeta francés Jean Cocteau. También es un lugar donde multitudes de turistas llegan a diario y se convierten en cara y cruz. Este es un problema común que aqueja a la ciudad, al igual que a muchas otras localidades turísticas italianas y europeas.
La industria turística es muy rentable y sostiene a sectores enteros de la población, pero también representa una carga que amenaza su historia milenaria y el bienestar de sus habitantes, más desde el fin de la pandemia. El fenómeno es conocido. Resultado: Venecia, que también enfrenta el desafío de la despoblación debido a su baja tasa de natalidad y recibe 40.000 visitantes diarios, incluso ha estado en riesgo de ser incluida en las listas negras de la UNESCO. Un horror tanto para los 50.000 venecianos que quedan como para el mundo.
Con este preámbulo, después de años de discusiones de armas tomar, el ayuntamiento ha anunciado que pondrá en marcha el experimento de cobrar 5 euros a los turistas que pasen solo un día en la ciudad, con multas de 50 a 300 euros para los infractores. Las soluciones originales, como saben bien aquellos que han visitado esta maravillosa ciudad, son una forma de arte veneciano, y parece que se ha trazado uno más.
La idea proviene del alcalde Luigi Brugnaro, quien hace años tenía propuestas más drásticas y que finalmente se ha conformado con una solución menos agresiva debido a la oposición encontrada. “No estamos en contra de los turistas”, repite en estos días.
Esta semana, Brugnaro incluso acudió a la Asociación de Corresponsales de Roma para presentar su iniciativa, que será acompañada en los próximos días por una extensa campaña publicitaria en varios idiomas. El riesgo, naturalmente, es que todo se quede en otra de las tantas medidas italianas que duran dos días.
De momento el plan solo se aplicará en el casco histórico entre las 08:30 y las 16:00 horas, desde el 25 de abril hasta el 14 de julio, durante un total de 29 días no consecutivos, en fechas que el ayuntamiento veneciano considera de alto riesgo de masificación. Dependiendo de los resultados, la ciudad evaluará la posibilidad de retomar la medida el próximo año. “Sabemos que las fórmulas mágicas no existen”, ya ha avisado el concejal de Turismo, Simone Venturini.
El riesgo, naturalmente, es que todo se quede en otra de las tantas medidas italianas que duran dos días.
Malas lenguas
Dicho sea de paso, el plan también contempla una larga lista de exentos. Estarán dispensados aquellos que viajen a Venecia por otros motivos, como estudio, salud o trabajo, así como los parientes (hasta el tercer grado) de venecianos que visiten la ciudad para encontrarse con sus familiares y personas con discapacidades y sus acompañantes.
Los habitantes de Véneto, la región cuya capital es Venecia, tampoco tendrán que pagar los 5 euros pero sí deberán igualmente registrarse en la página web cda.ve.it, la habilitada para el pago del impuesto. Esta página web será una pieza clave del sistema, ya que permitirá a los visitantes obtener un código QR que demostrará su estatus y el eventual pago de la tasa.
Sin embargo, dado que Venecia también es una ciudad muy italiana en la que las triquiñuelas de la política salpican cualquier asunto y las polémicas están a la orden del día, también las críticas no han tardado en aparecer. Una de las principales se debe a la decisión de excluir a los vénetos del pago de la nueva tasa, ya que son uno de los principales grupos que viajan a la ciudad precisamente para pasar el día.
Las malas lenguas, muchas ubicadas en el casco histórico veneciano, donde en las últimas elecciones triunfaron los rivales políticos de izquierda de Brugnaro, han sugerido que esto sería prueba de que la iniciativa «no servirá de nada«. Además, también se ha deslizado que el alcalde los habría excluido porque es en las zonas más internas de Venecia y de su región donde él y sus aliados políticos gozan de mayor consenso.
“Solo yo”
De ahí asimismo la diatriba sobre el festivo del 2 de junio, no incluido entre las fechas en las que el sistema veneciano funcionará y que es la fiesta de la República italiana. Es decir, uno de los puentes que generalmente aprovechan muchísimos italianos para lanzarse en masa a disfrutar del sol.
Asunto aparte es, en cambio, el tema de los controles una vez los turistas ingresen en Venecia. Esto se debe a que para muchos de los no afectados será posible gracias a una autocertificación, lo que a su vez sugiere que los funcionarios municipales tendrán que distinguir a ojo a un veneciano de un turista para darle el alto.
Brugnaro, cuya carácter es el de alguien muy confiado en sí mismo, se ha defendido diciendo que “político alguno” haría lo que él está haciendo. “Si sale bien, dirán que era algo obvio. Si sale mal, seré yo el que pague los platos rotos. Pero no me importa”, ha dicho. “Solo me quedan dos años de alcalde”. El tiempo dirá quién tenía razón.
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