En 2014 las calles españolas bullían. La crisis del 2008 y las medidas económicas de recortes de Bruselas y del PP condujeron a un estallido social sin precedentes. En marzo de ese año, todo terminó por estallar. El día 22 se produjeron las conocidas como Marchar de la Dignidad: tres columnas desde distintos puntos de España desembocaron en Madrid, llenando la capital con cerca de un millón y medio de personas.
La Delegación del Gobierno y las autoridades policiales se encontraron desbordados. No se esperaban tanta afluencia de gente. El dispositivo de UIP (los antidisturbios de la Policía) estuvo formado por 1.700 agentes. Uno de ellos era Pedro, jefe uno de esos grupos, al que conocen como Puma70. Él y sus hombres se encargaron de dispersar la zona que iba desde Colón y la Castellana hasta la Puerta del Sol, la parte más conflictiva ya que incluyó el Congreso de los Diputados.
Aunque a los políticos les pilló en fuera de juego, los policías sí sabían a lo que se iba a enfrentar. Las brigadas de información alertaron de que, entre todo el tumulto de personas, acudirían grupos numerosos de antisistemas, que habían «entrenado previamente» para convertir Madrid en un campo de batalla.
Llovieron latas, adoquines y cualquier mobiliario urbano que pudiese utilizarse como arma arrojadiza. La violencia era tal que «algunos policías se llevaban la mano a la pistola» por lo que pudiera pasar, relatan fuentes presenciales aquel día. En un momento dado, la Castellana se vio dividida y en ese momento los más radicales aprovecharon para atacar a Pedro y los suyos.
11 grapas en la cabeza
Una de las imágenes más icónicas, así como lamentables, de aquella jornada fue la patada en la cabeza a un policía. Ese agente, del equipo del inspector que centra esta historia, perdió el conocimiento. Pero no fue el herido policial más grave aquel día. Una foto muestra a un antidisturbios sin casco, arrancado por un manifestante. Era Pedro, el jefe de equipo. Lo que no se vio es que le golpearon con un palo de madera en la cabeza. Se llevó 11 grapas en la parte superior de su cráneo.
Como no podía ser de otra forma, cogió la baja médica. Su sorpresa llegó cuando a los 26 días, el médico de la Policía le dijo que ya podía «trabajar perfectamente». Todavía tenía costra alrededor de la herida.
La actuación del inspector fue heróica. Intercedió en una agresión que le podría haber costado la vida a unos policías municipales. «El 98% de la Policía le reconoce su enorme trabajo aquel día». El 2% restante es el que, según cuentas fuentes cercanas, lo defenestró.
Su último servicio en la UIP en Madrid fue otro hecho sonado. Participó en el operativo del perro Excálibur, aquel animal contagiado de ébola al que hubo que sacrificar. Al terminar de declarar, le mandaron a apilar folios en un despacho, lejos de sus labores operativas. Hasta que se cansó y volvió a su Cartagena natural, en Murcia. Hace 10 meses que es padre de un chiquillo junto a su mujer, pediatra de profesión.
Sin medalla
A día de hoy sigue esperando una medalla que sí le fue reconocida al resto de su grupo. Tres subinspectores, que estaban bajo sus órdenes, recibieron tres medallas con distintivo rojo, pensionada con un 10% del sueldo. Mismo reconocimiento se llevaron otros tres agentes. En total, 45 distinciones para los miembros del operativo de aquel día. Ninguna para Pedro.
La Justicia le ha dado la razón. Llevó su caso al Contencioso-Administrativo. No entendía cómo a sus subordinados pudieron darles medallas y no a él, cuando los hechos son los mismos. Le reconoció que se había producido una situación de menoscabo, pero que era una decisión de la Administración que no podía modificar. Ahora hay un precedente, el del coronel Manuel Sánchez Corbí en la Audiencia Nacional, que podría cambiar su situación. El Sindicato Profesional de Policía (SPP), el sindicato de mandos, lo ha pedido durante tres años. «Habrá que esperar que los que se la han denegado dejen su puesto», apunta un mando policial.
Pedro no ha vuelto a ver las imágenes. No quiere, dicen quienes lo conocen, que no necesita «ver vídeos donde intentan matarlo». Se salvó por los pelos, porque le tenían ganas. En algunas grabaciones de aquellos días, hechas por sus propios compañeros, se puede oír: «Qué pena que se nos ha escapado el jefe este de la Policía. No sé cómo lo ha hecho, pero se nos ha escapado».
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