Coprotagonizó uno de los escándalos más sonados de la historia de la música. Durante sus dos años como componentes del dúo Milli Vanilli, él y el alemán Rob Pilatus llegaron a tocar el cielo. Sus canciones alcanzaron lo más alto de las listas de éxitos en Europa y Estados Unidos, y en 1990 ganaron el Grammy al Mejor Artista Novel. Poco después, sin embargo, se descubrió que en realidad no eran ellos quienes cantaban las canciones de su álbum, ‘All or Nothing’ (1988); el productor Frank Farian, su descubridor, los había contratado solo para que movieran sus cuerpos y sus labios. Tuvieron que devolver el premio, y el mundo les dio la espalda. Trataron de redimirse publicando un disco titulado ‘Rob & Fab’ en el que sí usaron sus voces reales, que solo vendió dos mil ejemplares; ocho años después Pilatus fue hallado muerto de una sobredosis de drogas y alcohol. El ‘biopic’ ‘Milli Vanilli: Girl You Know It’s True’, desde este miércoles en los cines, recrea su historia.
Han pasado casi 35 años desde que el secreto de Milli Vanilli salió a la luz, y en ese tiempo nunca ha dejado de ser objeto de fascinación colectiva. ¿A qué la atribuye usted?
En parte a que, en toda la historia del pop, nadie más ha caído tan brutalmente en desgracia como lo hicimos Rob y yo. Se nos convirtió en unos demonios, y en un chiste andante. La gente se reunía en las calles para quemar nuestros discos, y algunos abogados olieron el negocio y empezaron a reclutar a personas que quisieran unirse a una demanda colectiva contra nosotros, los convencieron para que dijeran ante los micrófonos que su vida había quedado destruida porque los Milli Vanilli en realidad no cantaban. Fue todo un espectáculo.
Después de todo este tiempo, ¿cómo explica su implicación en aquel engaño?
Yo era muy joven, no tenía ni un representante ni un abogado. El contrato que Frank Farian nos puso encima de la mesa estaba escrito en alemán y me resultaba imposible leerlo; Rob revisó las dos primeras páginas y luego decidimos firmarlo tentados por la promesa del éxito. Se nos dio un anticipo de dinero que, aunque muy modesto, para dos chavales que no tenían nada como nosotros era muchísimo, y luego se nos dieron otros anticipos. Y fue después de eso que Frank nos dijo que no íbamos a cantar. Intentamos negarnos, pero ya estábamos atrapados por el contrato. Y a partir de entonces fuimos explotados por los buitres de la industria musical, y luego convertidos en chivos expiatorios.
¿Se siente una víctima?
No. No éramos inocentes, pero sí dos piezas muy pequeñas en una enorme máquina de hacer dinero. Soñábamos con triunfar en el mundo de la música, y fuimos seducidos por el estilo de vida y la atención que Milli Vanilli nos proporcionó. Cuando subíamos al escenario, decenas de miles de fans gritaban nuestros nombres, y todo ese amor era como una droga. Y el resto del tiempo nos paseábamos en limusina y nos alojábamos en los hoteles más lujosos, era una vida de ensueño.
Ganaron mucho dinero…
Sí, pero lo perdimos durante nuestra disputa legal con Farian, que inmediatamente dejó de pagarnos nada a pesar de que tanto él como las compañías discográficas siguieron ganando mucho dinero con nosotros. A lo largo de los años, cada cierto tiempo salía un nuevo recopilatorio titulado ‘Lo mejor de Milli Vanilli’, o algo por el estilo, y yo nunca recibí ni un solo céntimo por ello aunque mi rostro estuviera estampado en la portada. Yo tuve que volver a empezar de cero, como profesor de francés.
Es consciente de que, de haber sucedido en la actualidad, el escándalo de Milli Vanilli en realidad no habría sido un escándalo, ¿verdad?
Por supuesto, y por eso la gente joven no deja de preguntarme: “¿Y cuál fue realmente el problema?”. Hace tres décadas nos crucificaron por hacer lo mismo, la sincronización labial, gracias a lo que miles de ‘influencers’ son celebrados hoy en Instagram y TikTok. Y muchas de las estrellas musicales actuales cantan fatal y recurren al Autotune para disimular sus carencias vocales, y a nadie le parece mal. En los conciertos de pop, además, la atención se centra en el espectáculo visual más que en las voces. Y, aunque la música no era nuestra, Rob y yo aportábamos una personalidad increíble a Milli Vanilli. No quiero decir que fuéramos unos pioneros, pero, si hubiera pasado hoy, todo habría sido distinto, también porque habríamos tenido la posibilidad de usar las redes sociales para contar nuestra versión. Habría sido mucho menos traumático.
¿Cómo afrontó la muerte de Rob Pilatus?
Rob era como un hermano para mí y, cuando él murió, una parte de mí mismo también lo hizo. Él fue un hijo adoptado, y creció con un agujero en el corazón porque sentía que sus padres adoptivos no lo querían de verdad. El éxito de Milli Vanilli le proporcionó el amor que tanto ansiaba, pero, tras el rechazo de los fans, el agujero en el corazón volvió a abrirse y se hizo más grande. Se sentía destruido y no tenía ninguna esperanza en el futuro. Para mí, hablar ahora de todo aquello es una forma de rendirle homenaje.
¿Cómo logró usted salir adelante después de lo sucedido?
Puedo decir que me siento afortunado por seguir vivo. Al principio apenas salía de casa, y cuando lo hacía me camuflaba con sombrero y gafas; en cuanto oía alguna risa, pensaba que se burlaban de mí. Yo también me había refugiado en las drogas y el alcohol, pero reuní las fuerzas necesarias para dejar todo eso y cambiar mi vida, gracias a la música. Durante muchos años me resultó casi imposible ver los viejos videoclips de Milli Vanilli y escuchar las canciones, pero, hará unos 15 años, me propusieron que las interpretara en vivo. Al principio decliné la oferta, pero luego decidí adaptarlas a mi propio estilo vocal y hacérmelas mías. Así recuperé el respeto hacia mí mismo, y hoy mismo sigo cantándolas junto con las que yo mismo he compuesto.
Antes de su muerte el pasado mes de enero, ¿llegó Farian a pedirle perdón?
No, salió de mi vida hace mucho tiempo, y nunca esperé de él una disculpa, a pesar de lo mucho que se benefició a nuestra costa. Estoy seguro de que, hasta el día de su muerte, en ningún momento sintió que nos hubiera hecho nada malo. Y de que, cuando sucedió el escándalo, tanto él como otros ejecutivos musicales pensaron que íbamos a desaparecer del mapa para siempre. Pero sigo aquí. Y no guardo rencor a nadie.