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Man Ray, el artista que consiguió filmar los sueños

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Man Ray (Filadelfia, 1890-París, 1976) es uno de los artistas más fascinantes e inclasificables del siglo pasado. Nació en los Estados Unidos, pero abrazó las vanguardias europeas; se consideraba a sí mismo un pintor, pero hizo de la fotografía un arte; fue padre del dadaísmo y figura del surrealismo aunque nunca terminó de militar en ningún movimiento.

Dentro de sus múltiples caras, siempre hay una nueva faceta por descubrir, un prisma distinto desde el que mirar y, en algunos casos, obras perdidas que recuperar. Este último es el caso de su filmografía como cineasta, una parte menos conocida de su trayectoria que cumple cien años, desde la grabación de aquella primigenia experiencia llamada Le retour à la raison (El regreso a la razón). Una cinta grabada al poco de llegar a París, filmada bajo las premisas dadaístas de su amigo y compañero Tristan Tzara.

Con motivo de este centenario, Filmin ha añadido a su catálogo sus cuatro obras grabadas durante aquella década de los años 20, que ya pudieron verse por primera vez en la sección Cannes Classics del Festival de Cannes en 2023.

Las cuatro piezas que integran esta película son Le retour à la raison (1923), Emak Bakia (1926), L’étoile de mer (1928) y Les Mystères du château du Dé (1929), en un metraje conjunto de casi hora y diez de una sucesión de sugerentes imágenes. Casi como un trabajo más experimental que de contenido, Man Ray se dedicó a filmar algunas de sus obras en movimiento, así como hacer tomas con escenas surrealistas, a medio camino entre los sueños y la realidad.

Luces, formas, volúmenes y movimiento atrapan la mirada del espectador en una experimentación sobre las posibilidades visuales del medio cinematográfico, obviando cualquier tipo de narración coherente. Man Ray comenzó a filmar este tipo de piezas al poco tiempo de mudarse a París. De hecho, la primera de sus películas coincide con el nacimiento de la que es, muy probablemente, su fotografía más famosa: Le Violon d’Ingres (2024).

En ambos casos la modelo utilizada fue Kiki de Montparnasse (Alice Prin). Sin embargo, si en aquella fotografía el factor surrealista es muy evidente, la cinta aboga más por la sugerencia y la distorsión. Le retour à la raison es una extravagante composición de secuencias de texturas, rayogramas (impresiones sobre celuloide obtenidas interponiendo objetos entre este y la fuente de luz) y sensualidad.

En esta obra, Man Ray juega con el celuloide, llegando a sazonarlo con sal y pimienta, o perforándolo antes de revelarlo. El filme se adentra en el hipnótico mundo de los sueños, donde deseos y locura se confunden, y donde el erotismo del torso desnudo de una mujer (la propia Kiki) se presenta como la ilusión de una bella esfinge de corte clásico.

El resultado de la consecución de sus cuatro películas es una especie de viaje lisérgico donde prevalecen la evocación y la experimentación por encima de la narración. Una nueva forma de adentrarse en la obra de Man Ray desde la tambaleante confusión que transmiten sus imágenes, donde se mezclan con extraña familiaridad recuerdos de sueños olvidados.

Esta reedición titulada: Man Ray. El regreso a la razón cuenta además con una banda sonora compuesta por Jim Jarmusch y Carter Logan y su grupo SQÜRL. La banda nació en 2009 para componer la música original de la película Los límites del control, dirigida por el propio Jarmusch, y desde entonces también ha creado las bandas sonoras de otros títulos del cineasta como «Solo los amantes sobreviven» (2013), «Paterson» (2016) y «Los muertos no mueren» (2019).

«Creo que, en última instancia, lo que intentamos hacer, y lo que hizo Man Ray, fue crear una especie de estado de éxtasis. Un lugar que existe en un pequeño espacio entre la conciencia y la inconsciencia, entre el sueño y la vigilia, y entre la realidad y el mundo surrealista”, explicó Jarmusch sobre su participación en este proyecto.

Un nuevo acercamiento desde una de sus múltiples facetas al hombre que fue tantas cosas y ninguna a la vez, aquel que fue capaz de convertirse en una especie de funambulista caminando constantemente entre dos mundos. Aquel hombre «despreocupado pero no indiferente» que consiguió filmar con su cámara el contenido de los sueños.

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