El FC Barcelona ganó ayer al Nápoles (3-1) en el Estadi Olímpic Lluís Companys, en el partido de vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones, y logró así el pase a los cuartos de la Champions tras tres años de ausencia. Salió a morder el Barça y tuvo varias ocasiones de inicio que, a diferencia de otros partidos, se convirtieron en dos goles. El Barça se pareció algo más a aquel que años atrás maravilló y, salvando las distancias y sabiendo que todavía no están donde deberían estar, lograron aguantar el envite napolitano -—que estuvo cerca de empatar— y volver a tomar las riendas del partido y del cruce para meterse en cuartos de final.
Con un Fermín López titular y tirando del carro en la primera parte, con un Pau Cubarsí brutal todo el partido —pese a que cometió un penalti no pitado— a nivel defensivo y en salida del balón, con Raphinha enchufadísimo y un Gündogan de menos a más, el Barça disfrutó. Y lo hizo con el gol final de Robert Lewandowski que alejó los fantasmas de la Muntanya Màgica. Fermín y Cancelo, en el minuto 15 y 17, pusieron fáciles las cosas. El centrocampista canterano avisó con un tiro desviado, de cierto peligro, antes de lograr abrir el marcador con un tiro raso, cruzado, a pase de Raphinha que fue imposible para Meret. Y el meta italiano tampoco pudo hacer nada cuando, después de que Raphinha enviara un balón al palo, Cancelo recogió el rechace para marcar a puerta vacía. El Nápoles, que empató a la media hora de juego, se encargó de volver a complicar las cosas. Pero esta vez los cambios de Xavi, el tener la cabeza fría y el saber sufrir para volver a controlar permitió al equipo culer revivir las noches de las remontadas y las victorias épicas. Sergi Roberto se puso la capa para asistir a Lewangol, que recogió el regalo. En el minuto 60 de partido, Xavi Hernández optó por mover piezas, sin tocar mucho el esquema. Pero las entradas de Oriol Romeu y Sergi Roberto por Andreas Christensen, amonestado, y un agotado Fermín permitieron a Gündogan subir a la mediapunta. La sangría ofensiva del Nápoles se detuvo con estos cambios. Y el Barça, recuperando un poco el balón, tuvo alguna que otra acción. No de mucho peligro, pero sí lo suficiente para calmar a los napolitanos, coger aire e intentar creer de nuevo en que, con balón y siendo ofensivos, estaban más cerca de los cuartos de final que no quédandose atrás arropando a Ter Stegen.
Y Gündogan volvió a demostrar que es más peligroso y efectivo cuando juega más cerca de las posiciones de ataque. Esta vez envió un balón entre líneas al capitán Sergi Roberto y éste, que hizo un partidazo en lo poco que estuvo en el campo después de no jugar desde mediados de enero, se la dejó en bandeja a Robert Lewandowski para que el killer polaco hiciera lo que mejor sabe hacer; perforar la red rival.
Un gol que sentenció el partido y la eliminatoria, y hundió a la afición napolitana, que vio a su equipo estar cerca de empatar en alguna jugada aislada y que, tras el 3-1, también vio un tiro al larguero que aún podría haber hecho cambiar las cosas. Pero no fue así, y el Barça también pudo ampliar más todavía el marcador, que ya no se movió.