«Para bien y para mal, vivimos en el mundo de Oppenheimer, el hombre que inventó la bomba atómica. Quiero dedicarle esta película a todos los que luchan por la paz», dijo Cillian Murphy, «orgulloso irlandés», al recoger su Oscar al mejor actor.
El inicio de la huelga de actores en Hollywood impidió a Cillian Murphy completar los compromisos promocionales derivados del estreno de su nueva película, ‘Oppenheimer’, y no es difícil imaginárselo, al menos en parte, aliviado por ello. El actor irlandés detesta las entrevistas, y las alfombras rojas, y todas las responsabilidades derivadas de ser actor que no sean actuar. Junto a su familia -su esposa, la artista Yvonne McGuinness y sus dos hijos adolescentes-, vive lejos de la industria, en Dublín, en relativo anonimato. No está en Instagram, y evita tomarse fotografías con los fans. Prefiere comunicarse a través de su trabajo.
De ahí sus temores iniciales a encarnar al físico J. Robert Oppenheimer; después de todo, es su primer papel protagonista en una película de gran presupuesto y, por consiguiente, gran repercusión mediática. Por lo demás, y pese a que para darle vida tuvo que hacer esfuerzos para quedarse literalmente en los huesos, el considerado como padre de la bomba atómica es justo el tipo de personaje que, como lleva años demostrando -y en parte gracias a sus rasgos punzantes y mirada translúcida-, nació para interpretar hombres excepcionalmente introspectivos, que no necesitan abrir la boca o siquiera arquear una ceja para manifestar emociones intensas e incluso irradiar una energía feroz.
Durante mucho tiempo, el más conocido de esos tipos fue Thomas Shelby, el brutal y atormentado gánster al que dio vida durante las seis temporadas de ‘Peaky Blinders’, la serie de Netflix que se convirtió en fenómeno pop -inspiró peinados, colecciones de moda masculina, libros de cocina y hasta un espectáculo de danza- y a él le proporcionó la temida fama. Antes de meterse en su piel, eso sí, ya había sobrevivido a una plaga zombi en ‘28 días después’ (2002) -su primera película importante-, combatido en la guerra civil irlandesa en ‘El viento que agita la cebada’ (2006) y convertido en actor fetiche de Christopher Nolan. Antes de ‘Oppenheimer’, el director londinense rodó con él otras cinco películas -la conocida como Trilogía del Caballero Oscuro, ‘Origen’ (2010) y ‘Dunkerque’ (2017)-, que lo confirmaron como infalible robaescenas.
Hubo un instante de su vida, tres décadas atrás, en el que Murphy pareció destinado a ser músico en lugar de actor. Tocaba la guitarra en la banda que había formada con varios amigos del instituto, y lograron un éxito razonable. Pero, cuando se les ofreció un contrato discográfico, él lo rechazó; no creía ser lo suficientemente bueno. Más de 60 personajes después, suele confesar, sigue sintiendo lo mismo. El resto del mundo discrepa, y con motivo. Su trabajo en ‘Oppenheimer’ es apabullante, y hay consenso respecto a él: Murphy es un justísimo ganador del Oscar.