El río Ebro, el segundo río más extenso de la península ibérica, traza un recorrido majestuoso a lo largo de seis comunidades autónomas de España. Con 910 kilómetros de extensión, surge en el pico Tres Mares a más de 2.000 metros de altura, para luego emerger en la localidad de Fontibre, Cantabria, y finalmente desembocar en el mar Mediterráneo, formando un impresionante delta entre Deltebre y San Jaime de Enveija, Tarragona.
La etimología del nombre «Ebro» ha suscitado diversas teorías a lo largo del tiempo. La más difundida sostiene que proviene del término antiguo «Hiber», que no solo da nombre al río, sino también a los pueblos íberos y a la península ibérica en su conjunto.
Los romanos, por su parte, lo llamaban «Hiberus Flumen». La palabra «Hiber» tiene su origen en la adaptación latina del vocablo griego «Iber», que significa «ribera» y se extendía para referirse no solo al Ebro, sino a otros ríos.
Otra explicación propone que el nombre deriva de la palabra griega «Evros», que significa «de curso fácil», sugiriendo la naturaleza navegable del río.
Welcomir Mascaray, experto en lingüística, ofrece una interpretación fascinante al destacar que en la lengua ibérica, «Ebro» puede desglosarse en «ebi» (lluvia) y «oro» (toda), formando «Eboro», que se traduce como «toda la lluvia recogida» o, de manera más concisa, «gran cantidad de agua». Esta interpretación resalta la abundancia y caudal significativo del río.