José Luis Ábalos (Torrent, 1959) lleva un cuarto de siglo en la política institucional y más de cuarenta años en la vida orgánica del PSOE. En vida la orgánica siempre tuvo tendencia a ir a contracorriente, sin renunciar a ninguna batalla y, como tal, fue uno de los principales impulsores del ‘sanchismo’. La reconquista de la secretaría general por parte de Pedro Sánchez en 2017 lleva en buena medida su sello, comenzando por la sorpresa que dio a propios y extraños con el gran número de avales recogidos. Un conocimiento de las estructuras más básicas del partido y un éxito en la trastienda para encumbrar a Sánchez por el que dio el salto de una secretaria general provincial (la del PSPV en Valencia), al control de Ferraz como responsable de la secretaría de Organización.
Tras la moción de censura, para la que también se movió en la sombra ayudando a tocar los resortes necesarios, se puso al frente del todopoderoso ministerio de Fomento. Algunos comenzaron a comparar su estatus con el de Pepe Blanco, pero en julio de 2021 fue destituido del Gobierno y dimitió de la secretaría de Organización. Una fulminante y misteriosa caída, con mucha rumorología alimentada por sus rivales internos y nula explicación oficial, que ahora el PP trata de asociar al caso Koldo. La detención de su mano derecha, Koldo García, por estar implicado en una presunta trama de comisiones ilegales por la compra de mascarillas, ha vuelto a poner todos los focos sobre el hombre que siempre se movió en la sombra.
El hecho de que muchos en el PSN se desvinculasen con agrado de Koldo García cuando aterrizó en Madrid para las primarias de Sánchez, de la mano del ahora secretario de Organización Santos Cerdán, da cuenta de que Ábalos nunca hizo caso a quien le advirtió sobre la falta de fiabilidad de este colaborador. No en vano, cuando llegó a la sede federal contaba ya con un par de condenas por agresión. Tras participar activamente en las primarias en las que Pedro Sánchez recuperó la secretaria general, con encargos como el de custodiar los avales de la candidatura, fue contratado en la secretaría de Organización. Primero asumió funciones de chófer de Ábalos, luego se convirtió en su asistente personal y fue nombrado consejero de Renfe Mercancías.
Su auge y caída fue parejo al de Ábalos y ahora amenaza con salpicar al exministro. En la dirección dan por descontado que deberá declarar, al menos como testigo, y contienen la respiración a la espera de conocer el sumario. El control de daños ya ha comenzado y se repite la máxima de que actúe la justicia para que, “si alguien la ha hecho, que la pague”. Ábalos fue una de las piezas clave para encumbrar a Sánchez y ahora ha situado en aprietos al ‘sanchismo’. De la evolución de este caso depende que se mantenga o no a flote el discurso sobre la corrupción, en contraposición a un PP frente al que justificaron la moción de censura por los casos que salpicaban al Gobierno de Mariano Rajoy.
El último asidero del Congreso
Tras su destitución en el ministerio y su abandono de Ferraz, Ábalos mantuvo el acta de diputado y fue nombrado presidente de la comisión de Interior. En las pasadas elecciones repitió en las listas electorales, como número dos por su tierra, Valencia. Allí mantiene todavía cierta influencia con el control de un pequeño sector, nada comparable con épocas pasadas, pero que asomó para poner en valor cuando estuvo a punto de producirse una batalla en primarias para la sucesión de Ximo Puig.
La repetición en las listas electorales, así como en la presidencia de la comisión de Interior, también llamó la atención entre algunos de sus compañeros. No acabó de dar un paso al lado total ni se le exigió, pese a salir del Gobierno y de Ferraz de forma repentina. Con acta desde 2009 en el Congreso de los Diputados, el último asidero institucional de Ábalos depende ahora de cómo lo salpique o no el caso de su exasesor y mano derecha.
Perder batallas para ganar la guerra
El exmnistro ha tratado de desvincularse del caso, con la tranquilidad que lo caracteriza en los momentos más difíciles y su temple habitual para dar la cara cuando cualquier asesor de comunicación recomendaría silencio. Desde que estalló el caso, Ábalos pasó del «no tener idea» sobre la implicación de su exasesor en la presunta trama a explicar más en profundidad que le ayudó «a traer propuestas de diferentes empresas» para la compra de mascarillas, como formaría parte de los expedientes. Asimismo, pasó de asegurar que «con el tiempo» había perdido la relación con el que era uno de sus principales asesores y persona de confianza a explicar que había mantenido una conversación con el detenido «hace dos semanas.
Socialista desde la Transición, Ábalos siempre ha sido capaz de sobreponerse a los golpes. En la política orgánica o en la institucional. Asumiendo riesgos y perdiendo algunas batallas, como la de la sececretaría general de la Comunidad Valenciana contra el candidato alternativo Joan Ignasi Pla, pero para acabar ganando la guerra. El caso Koldo es un punto de inflexión en su larga trayectoria política. De cómo continúe dependerá ya de la justicia y, en primera instancia, del grado de ejemplaridad que quieran resaltar desde las filas socialistas. Por el momento,
con una condena rotunda a los hechos, actuación en consecuencia dentro de la organización sin esperar al avance de las investigaciones para suspender de militancia a los implicados, y ofrecimiento de colaboración con la justicia.