Manuel López Borrajo, don Manuel para sus conocidos y el conserje de su casa, había sido ingeniero. Tenía 89 años y, desde la muerte de su hermana, vivía solo en su piso de Madrid. El 12 de julio de 2023 salió del hospital privado al que acudía. Le habían dado el alta.
El 20 de septiembre, guardias civiles de Ávila encontraron su cadáver en una finca de Sotillo de La Adrada. El hombre que lo cuidó durante años está en prisión acusado de asesinato. CASO ABIERTO reconstruye, con la documentación del sumario del caso, cómo ese anciano acabó desnudo y con un pañal dentro de un bidón.
Sin hijos ni familia
Don Manuel no tenía hijos ni familia cercana. Cuando hace ocho años murió su hermana, con la que vivía en un piso del barrio de Carabanchel, en Madrid, necesitó a alguien para que lo cuidara. El conserje había oido hablar de un hombre, un inmigrante ecuatoriano llamado Jaime, del que tenía buenas referencias. Jaime está hoy en prisión. Ha confesado que estranguló al anciano con el cinturón de seguridad del coche.
Al principio todo fue bien entre el anciano y su cuidador, según fuentes de la investigación. Jaime se fue a vivir con don Manuel y le cuidaba muy bien. El anciano, que era austero, había ahorrado mucho y tenía una buena pensión, le daba a su asistente unos 2.000 euros al mes. Eso animó al cuidador, en 2019, a traer de Ecuador a su mujer y a sus cinco hijos.
Un piso más barato
Ahí comenzaron las desavenencias. Los pisos en Madrid eran caros y el cuidador y su familia se instalaron en San Martín de Valdeiglesias, a una hora de la capital y en el límite de la provincia con Ávila.
El anciano ya aceptaba mal que su cuidador no estuviera con él las 24 horas al día. Y la epidemia del COVID y el confinamiento hicieron el resto. El cuidador no podía desplazarse fácilmente a Madrid para cuidar a don Manuel, de forma que decidieron llevárselo a San Martín de Valdeiglesias.
En un principio, recuerdan fuentes del caso, el anciano vive aparte, solo, en otro piso de la localidad. Pero insiste en que quiere estar con su cuidador, reclama más atención. La familia ecuatoriana adapta el piso y lo instala en un dormitorio. Desde el principio, explican fuentes de la investigación, don Manuel no se entiende con Olga, la mujer de su cuidador. Pese a todo, el anciano compra el piso, por el que paga unos cien mil euros, y lo pone a nombre de su cuidador.
«El anciano no va a volver»
La salud de Don Manuel empieza a empeorar. Algún ingreso en el hospital, una caída en casa… Desde 2022 utiliza una silla de ruedas. La familia del cuidador y él no están cómodos con la situación. De hecho, la mujer y los hijos más pequeños, tienen cinco, se van a vivir a Sotillo de la Adrada, en Ávila. La situación se vuelve tensa y el verano pasado, durante una estancia breve en el hospital, don Manuel comenta a su médica que no va a volver con su cuidador. Irá a una residencia, le dice.
El 12 de julio le dan el alta a la hora de comer. Acude a recogerle Jaime, su cuidador, que le ha convencido de que vuelva con él y olvide lo de la residencia. Según el testimonio del cuidador, de camino a casa, los dos discuten en el coche y él lo estrangula con el cinturón de seguridad, cerca de una gasolinera en Brunete. La inmigrante que acude a limpiar la casa del cuidador y su familia en la provincia de Ávila recibe después varios mensajes de audio de la esposa: en uno le anuncia que «el anciano no va a volver», en otro le explica que don Manuel «ha muerto de un infarto».
Un cadáver en el trastero
Desde julio hasta septiembre nadie sabe dónde está don Manuel, nadie pregunta por él. Su cuidador ha metido el cadáver del anciano en el trastero del piso de San Martín de Valdeiglesias, un lugar de 1,90 metros de ancho y 2,15 de largo al que le cambia el candado para que su mujer y sus hijos no puedan entrar.
El cuidador asesino contó que había visto en Google vídeos de cómo deshacerse de un cadáver. Intentó comprar cal viva, pero se equivocó. La que compró momificó el cuerpo del anciano, que tuvo dos meses escondido en el trastero de su casa
Pasa el verano con el cadáver de don Manuel en el trastero. Su cuidador había buscado en Google noticias y vídeos sobre cómo disolver un cuerpo y ha visto que la cal viva es una buena opción. Ha leído sobre algunos casos de asesinato en España donde se utilizó ese sistema. Así que mete el cadáver de don Manuel, desnudo, con su pañal y una pulsera de hospital, en un bidón azul lleno de una cal que ha comprado. Pero el cuerpo no se disuelve.
En realidad, el cuidador se equivocó de cal, utilizó cal muerta, que no disuelve los cadáveres, sino que los momifica. La Guardia Civil bautizará luego el caso como operación Dolomía, el nombre de un tipo de roca que parece caliza pero no lo es y que fue la que usó por error el asesino.
«Murió de un infarto»
El 20 de septiembre, la esposa del cuidador acude al cuartel de la Guardia Civil de Sotillo de la Adrada (Avila). Explica que su marido lleva un tiempo raro, que discutían. Ella pensaba incluso que podía tener una amante. Le hizo dormir en el suelo alguna noche. En cuanto al anciano desaparecido, relata que primero su marido le había contado que don Manuel estaba en una residencia. Pero que al final le había dicho que se había muerto de un infarto y que él había metido su cadáver en el trastero.
Esa misma tarde, una patrulla de la Guardia Civil localiza al hombre dentro de la finca de una amiga. Ha ido con su coche, un monovolumen al que ha quitado los asientos traseros para hacer sitio a lo que parece un mueble de color blanco. Dentro del mueble, que ha fabricado en casa, hay un bidón azul de plástico. Dentro del bidón está el cadáver de don Manuel. La autopsia revelará que el anciano murió por «compresión mecánica externa» en el cuello, estrangulado. Pesaba, cuando encontraron su cuerpo, unos cuarenta kilos.
Tarjetas, pisos…
El cuidador confiesa el crimen allí mismo. Los guardias civiles descubren que lleva encima dos tarjetas de crédito del anciano. Descubrirán que ha estado sacando dinero de don Manuel antes y después de matarlo. La investigación revelará que, solo en el último año de vida del hombre, le quitó 110.000 euros. En la caja fuerte que el cuidador tenía en el piso de San Martín de Valdeiglesias, recuperarán 63.950 euros en metálico.
Jaime consiguió para su familia un piso, dos coches y mucho dinero del anciano. Siguió incluso cobrando la pensión de don Manuel después de matarlo. La Guardia Civil cree que el total del desfalco fue de medio millón de euros.
Los guardias civiles de Ávila detienen entonces al cuidador, que sigue en prisión, y a su mujer, que está en libertad con cargos. Los investigadores creen que el cuidador y el anciano tuvieron «una relación afectiva real y sincera, al menos al principio», que luego se fue deteriorando.
Eso explicaría, desde un punto de vista criminológico, que el cuidador, un hombre trabajador y sin antecedentes ni ningún problema anterior con la justicia, pese a no saber qué hacer con el cadáver del anciano, no quisiera deshacerse de él de cualquier modo ni lo troceara o quemara como hacen otros criminales.
De hecho, el cuidador incluso intentó comprar un terreno en Sotillo de la Adrada, posiblemente para enterrar allí al anciano. No pudo, y fue cuando construyó el mueble donde meter el cuerpo, lo que fue casi un ataúd para don Manuel. Ahora, cinco meses después de que la Guardia Civil encontrara y rescatara su cadáver de un bidón, nadie ha reclamado el cuerpo del anciano.