España se ha lanzado en los últimos años a un despliegue masivo de nuevas plantas de renovables y se prepara para una avalancha aún mayor en los próximos. La revolución verde ha provocado ya una sacudida en la producción de la electricidad del país (el año pasado el sistema eléctrico español logró generar más de la mitad de toda su energía con renovables) y ha disparado el parque de generación total hasta una potencia instalada récord de más de 125.000 megavatios (MW) en el país. Cada vez hay más capacidad de generar electricidad y cada vez se invierte más en nuevas plantas verdes (que acabarán sustituyendo a otras de otras tecnologías en el futuro, como la nuclear o las centrales de gas), pero el boom en el campo de la producción está chocando con un declive en el consumo eléctrico.
La demanda eléctrica siguió cayendo el año pasado hasta quedarse a niveles de hace dos décadas. El consumo eléctrico se situó en 244.665 gigavatios hora (GWh), un 2,3% menos que el año anterior y el nivel más bajo desde 2003, incluso por debajo del 2020 del confinamiento con varios meses con todo el país paralizado o a medio gas, según los registros de Red Eléctrica de España (REE), el gestor del sistema eléctrico español.
El consumo real en España es algo mayor, porque la serie estadística de REE sobre demanda no incluye los datos de autoconsumo de los cientos de miles de viviendas y empresas que lo utilizan (la inmensa mayoría de la electricidad que producen no llega a pasar por la red de transporte porque se consume in situ). Pero incluso contabilizando todo la demanda realmente utilizadas por estos autoconsumidores los datos de consumo siguen siendo preocupantes y a la baja.
Incluyendo los menos de 7.300 GWh generados por las instalaciones de autoconsumo el año pasado, la demanda total del país se quedó aún ligeramente por debajo de los 252.000 GWh, lo que supone empatar con los datos del 2020 del confinamiento (incluido también el autoconsumo de aquel año) y registrar el peor dato desde 2004. El autoconsumo sólo concentró el año pasado un 3% de todo el consumo nacional, así que el despliegue de paneles solares en casas y empresas sólo explica una pequeña parte de la caída de la demanda, según destaca la asociación empresarial APPA Renovables.
El alza del consumo eléctrico históricamente ha sido un síntoma vinculado al crecimiento económico. Ahora la economía española crece, pero la demanda de electricidad sigue estancada a niveles de principios de siglo e igualando la registrada durante lo peor de la pandemia, cuando la economía se desplomó en aquel negro 2020. La crisis energética, con sus picos disparados de precios, y la estrategia de ahorro energético vinculada a la política de la UE para blindarse frente a la dependencia de Rusia tras la invasión de Ucrania han consolidado el ahorro entre los consumidores. Y la caída también refleja el despegue más lento de la industria -por lo general gran consumidor energético- que el de otros sectores económicos.
Alarma verde
El descenso persistente de la demanda está haciendo saltar las alarmas entre las empresas del sector eléctrico, especialmente entre las renovables, que alertan de que las dudas sobre la viabilidad de las nuevas plantas por la baja demanda puede hacer peligrar futuras inversiones. “El sistema eléctrico es un entorno de equilibrios inestables, donde la oferta debe estar equilibrada con la demanda, debiendo avanzar de la forma más acoplada posible. Si la demanda eléctrica no se incrementa, la generación eléctrica renovable no podrá disponer de contraparte compradora y podría enfrentarse a escenarios de pérdidas de rentabilidad”, subrayó Juan Diego Díaz, presidente de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), en el último congreso de la organización empresarial hace unos días.
Mientras el despliegue de nuevas renovables continúa y se tendrá que acelerar para conseguir los objetivos verdes marcados por el Gobierno en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) hasta 2030, desde las compañías renovables se alerta de que la demanda sigue muy baja porque no se están trasformando consumos empresariales y de los hogares de combustibles fósiles para convertirlos en consumo de electricidad para cumplir las metas ambientales y energéticas marcadas.
“La transición energética va relativamente bien y se está consiguiendo avanzar en el proceso de descarbonización del mix de producción de electricidad, pero se avanza muy tímidamente en la sustitución de los usos de combustibles fósiles por electricidad”, se queja el director general de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), José Donoso. “Hay que tomar medidas para avanzar en la electrificación y hacerlo ya”.
Electrificar más y más
La actualización del PNIEC elaborada por el Gobierno de Pedro Sánchez contempla llegar a 2030 habiendo conseguido desplazar consumos ahora hidrocarburos y combustibles fósiles hacia la electricidad para lograr que el 34% de la economía española esté electrificada. “Trabajar en políticas de electrificación, que tengan efecto en el corto y medio plazo en los consumidores, tanto domésticos como industriales, es una de las tareas más importantes a las que nos enfrentamos como sector. Éste es el reto principal de este periodo: electrificar de forma eficiente, para los consumidores y para el sistema”, apunta el presidente de la patronal de las eólicas.
El diferente ritmo entre despliegue de nueva generación y evolución de demanda no solo afecta al avance de instalación renovable, sino que puede condicionar también el desarrollo de otros vectores estratégicos para el futuro como el almacenamiento (el desarrollo de baterías para guardar la electricidad que no se consume en el momento y poder ser más eficientes). «Debemos ser más ambiciosos y pensar en la electrificación de muchos sectores y de consumidores domésticos, y debemos trabajar por la electrificación de nuestra economía. Necesitamos demanda eléctrica y almacenamiento, y llegar a un nivel de concreción al que aún no se ha llegado”, sentenció en un foro energético la semana pasada Carmen Becerril, presidenta del Operador del Mercado Ibérico de la Electricidad (OMIE).
Desde el sector de las renovables y de las eléctricas generalistas se reclaman medidas regulatorias para impulsar la electrificación de los edificios (incentivando las bombas de calor para las calefacciones) y para acabar con las trabas que están impidiendo la expansión del coche eléctrico en España (singularmente los problemas para la instalación de redes de cargadores).
“La electrificación de la demanda, especialmente allí donde se sustituyen de forma directa consumos fósiles, es fundamental para nuestro medioambiente y nuestra economía”, explica el director general de APPA Renovables, José María González Moya. “En 2022 se superaron los 90.000 millones de importaciones fósiles. Que se produzca una contracción de la demanda eléctrica, tengamos vertidos de electricidad renovable y, en paralelo, tengamos eso niveles de importación fósil nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad de establecer la electrificación como un objetivo estratégico en España”.
La electrificación total no es posible. Y hay sectores económicos en los que directamente es casi inviable. Sectores como el de las refinerías, químico, papel o el metalúrgico, muy dependientes de del calor intensivo en sus producciones, tienen un potencial de electrificación de entre el 0% y el 5%, según un estudio de la patronal gasista Sedigás y la consultora PWC. Sin poder dar el salto al consumo eléctrico, la descarbonización ineludible de estos sectores pasan por los gases renovables (primero el biometano y a medio plazo el hidrógeno verde).
Las dos caras de los precios
El mercado eléctrico marcó durante lo peor de la crisis energética precios récord y sufrió una volatilidad extrema agudizada por el impacto económico de la invasión militar de Rusia sobre Ucrania. Durante meses se sucedieron subidas desorbitadas y máximos históricos de cotización, con precios hasta entonces inimaginables por encima de los 500 euros por megavatio hora (MWh) en el mercado diario. Los precios de la electricidad han conseguido por fin moderarse en los últimos meses tras esos máximos, ahora se han disparado el número de ocasiones en que el mercado se hunde y la cotización se desploma hasta los cero euros.
Uno y otro extremo preocupan a las empresas de energías renovables. Y ambos se deben a que el mercado mayorista eléctrico fija lo precios mediante un sistema marginalista, que hace que la última y más cara tecnología necesaria para cubrir la demanda marque el precio de todas las demás. Cuando son las centrales de gas natural las que marcan el precio eléctrico, los precios son más altos (o mucho más altos, dependiendo de la cotización internacional del gas y otros factores). Pero cuando son las tecnologías de generación denominadas inframarginales (las renovables, la nuclear y la hidroeléctrica), que entran en el mercado a precio cero, las que consiguen cubrir todo el consumo previsto, la cotización se queda en esos cero euros.
“Cuantas más renovables hay, el precio del mercado eléctrico es más barato por el sistema marginalista. Pero en plena expansión de las renovables hemos estado viendo precios altísimos. El sistema marginalista no permite dar las señales de precios idóneas. Para aumentar la electrificación no vale sólo con transmitir a los usuarios la motivación ambiental, también debe haber una motivación económica”, resumen José Donoso, de UNEF. “La gente tiene que notar el incentivo económico, tiene que ver que tener más renovables es una ventaja competitiva”. Desde el sector de las renovables se reclama retirar las subvenciones y los incentivos al consumo de los combustibles fósiles, y facilitar así la transición a las energías verdes por razones ambientales y también económicas.