Como en este infumable carnaval vale todo, ahí tienen a la portavoz de la Plataforma 6F, que responde al nombre de Lola Guzmán, ex de Vox y falsa representante del campo, cantando chirigotas de la peor especie y subida a un tractor de pega cargado de fuegos artificiales contra el Gobierno y la policía. El campo europeo y el español se ponen en pie de guerra, y a eso se apunta la ultraderecha para montar sus carnavalescos números. Los agricultores y ganaderos caen en sus brazos y se erigen en defensores sin que lo sean. Pero alientan su guerracivilismo con Pedro Sánchez en el punto de mira. El PP no se queda atrás es esa batalla y ahí sigue con su grotesca carnavalada.
Valen las justas reivindicaciones en relación con los beneficios o la competencia desleal. Otra cosa es que la extrema derecha encabece el descontento y se enarbolen proclamas reaccionarias, ajenas al meollo del asunto. Rechazar el pacto verde, la transición energética, la agenda 2030 y la lucha contra el cambio climático, o difundir febriles teorías conspiranoicas. La izquierda y el ecologismo deben responder a las demandas de los trabajadores del campo a fin de evitar que caigan en las garras del populismo agrario que algunos nutren provistos de máscaras benefactoras.
La fiesta va por barrios y he ahí la campaña de las elecciones gallegas con un Partido Popular en modo pánico. Núñez Feijóo merece el premio a la mejor interpretación por contribuir notablemente a que su partido pierda la mayoría absoluta en Galicia. Si así fuera tendría los días contados al frente de Génova, 13, la sede reformada con dinero negro de la popular caja B, según la condena de la Audiencia Nacional dictada en octubre de 2021. Este turbio grupo es experto, además, en hacer el ridículo cada día.
El asunto ahora es de película. ¿Qué ofreció el PP a Junts cuando buscaban votos que condujesen a Feijóo a la Moncloa? Si Puigdemont hubiese permitido la investidura del que era candidato a presidente, todos los espectáculos con disfraces que hemos visto no habrían tenido lugar. «Todo se sabrá», dice el expresidente catalán y supuesto presidente del Consejo por la República Catalana. Al PP le tiemblan las piernas y lanza un comunicado donde reconoce que ve muy difícil que se pueda condenar por terrorismo al residente en Waterloo, en un barrio residencial de ricos, así como que Feijóo estaría dispuesto a indultarle en determinadas circunstancias, según un plan de reconciliación. Es decir, el «no» del PP a la ley de amnistía no es absoluto.
Tras los incendios y las manifestaciones continuas, esto es lo que hay. Cinismo, hipocresía y premio a la desvergüenza nacional que solo pretende tumbar a Sánchez porque sí. Porque cualquier medida social y de avance democrático no la digieren y organizan el apocalipsis. Y todo esto cuando están a punto de celebrarse las elecciones mencionadas. Feijóo toma tazas de tila y él y los suyos no esperan nada bueno con la amenaza de Puigdemont. De haber dependido únicamente de los diputados del PP, no de Vox, hubiéramos visto, probablemente, un apretón de manos en Waterloo.
La derecha extrema es así y no sorprende nada. Al menos la extrema derecha, al margen de sus tremendos delirios, es mucho más transparente y no se pone caretas ni maquillajes como marca la tradición popular. «El PP es el camarote de los hermanos Marx», dicen en Junts, refiriéndose a los enredos surrealistas de estas personas. Vean y oigan a Díaz Ayuso y al resto de la tropa y viértase una sonora carcajada. De manera que veremos qué ocurre en Galicia con Alfonso Rueda, a quien se le puede desinflar el apellido si los electores se lo piensan un poco mejor.
Naturalmente, la mano derecha de Feijóo, nunca mejor dicho, y portavoz en el Congreso, Miguel Tellado, habla de «campaña orquestada». Se quejan del mucho ruido, del barro y de los bulos los que los promueven constantemente. Reconocen lo que después la mayoría niega en torno al indulto, a la amnistía y la reconciliación, y que Junts es un interlocutor válido para contribuir a aprobar medidas que no tengan vínculo con el «procés». Las mentiras y las contradicciones internas son parte de una gran infamia con objeto de generar la crispación que venimos saboreando.
A propósito de los Goya, la chirigota populista del señorito García-Gallardo al tachar de «señoritos» a los que supuestamente viven del cine a costa de los contribuyentes. Almodóvar salió al paso y habló del dinero devuelto con creces al Estado a través de los impuestos y la Seguridad Social, además de generar miles de empleos. «La sociedad de la nieve» triunfa, y la sociedad censurada prospera inadecuadamente.