Diego tiene 39 años y está soltero. Siempre quiso ser padre, pero nunca encontró a la persona indicada. Sus relaciones no cuajaban y él se dignaba a esperar. Un día, viendo un vídeo en internet, le saltó una publicidad con un nuevo concepto, la copaternidad. Para ser padre ya no necesitaba una «media naranja», solo una buena amistad. En realidad siempre fue posible tener hijos con amigos, pero ahora no hace falta traerlos de serie. Hay agencias que ponen en contacto a dos personas que potencialmente se caerían bien para que tengan una criatura en una clínica de fertilidad. España está poco a poco introduciéndose en esta moda, un modelo de familia que consiste en educar sin vinculación amorosa, con alguien con quien se adquiere una relación de confianza y se establece un pacto (legal) sobre qué aporta cada parte a la vida del menor. En Estados Unidos, Francia o Inglaterra lleva años funcionando con éxito.
Aquí ya hay agencias especializadas en crear conexiones (amistosas) orientadas a estos casos desde 2021 y, en este tiempo, ya se produjeron diez nacimientos. La principal empresa que está en funcionamiento se llama Copaternidad y, su dueña, Carmen Balaguer, explica que el primer paso es una entrevista exhaustiva a los aspirantes: «Les preguntamos dónde viven -lo suyo es sea cerca-, si tienen pensado mudarse, cómo es su entorno familiar, de qué trabajan, qué ideología tienen, su estilo de vida, la alimentación, si fuman y qué buscan en la copaternidad», indica. Los perfiles resultantes suelen ser similares: «Hablamos de personas con estudios superiores, trabajos cualificados y un concepto de autocuidado importante».
Pasado el interrogatorio, la agencia busca un aspirante compatible. No se pretende encontrar el amor, solo afinidad y un buen entendimiento, una confianza característica de una amistad. Aunque hay un caso en el que ambos se enamoraron y pasaron a ser una familia tradicional.
Antes de empezar a quedar, los candidatos hacen una serie de exámenes con preguntas personales y situaciones que podrían darse durante la crianza. Sirven para tener una idea de cómo reaccionaría el otro y para establecer pautas. También se deciden básicos de la convivencia: si compartir piso o no, o si hacerlo los primeros meses para que el bebé no se separe de la madre.
A estas alturas del proceso se hace un pago de 490 euros y se continúa con encuentros entre los futuros padres. Esta etapa suele durar un año. Si fructifica ambos firman un acuerdo y un convenio regulador con la custodia acordada. Entonces se procede a la fecundación en una clínica y se entregan otros 490 euros. Cuando el niño crece se procede a hacer una custodia compartida.
«No es como unos padres divorciados, la idea también es pasar tiempo los tres y no turnarse sucesivamente», dice Balaguer.
El caso de Diego
El ourensano Diego Fuentes es uno de los pocos gallegos que tiene esta agencia. Siempre tuvo la inquietud de ser padre, pero pensaba que acabaría encontrando a alguien con quien serlo en la ambigüedad del futuro. «Yo había tirado la toalla porque no sabía que existía nada parecido a la copaternidad, tenía constancia de que había la opción para los chicos de adoptar, pero creo que cuando es una persona sola los plazos son larguísimos», cuenta.
Encontró un anuncio de la agencia e investigó este nuevo modelo. «Pensé que no tenía por qué ser peor que otro sistema porque al final se trata de conocer a alguien con quien establezcas una afinidad y, si se da, pues fenomenal, pero si no, se da para el proceso», dice.
A finales de septiembre le presentaron a Carmen, otra gallega que está viviendo en Barcelona. Él trabaja en Madrid, pero la idea es mudarse a Galicia cuando vayan a iniciar el la fecundación. Su ideal serían convivir, como compañeros de piso que comparten un hijo (hasta que sea factible). Pero antes deben establecer un vínculo y más adelante tendrán que decidir cuándo contárselo a sus respectivos padres, entre otros retos. De momento se llevan bien, pero el proceso es largo y la idea es pasar un año quedando todas las semanas.
Antes de que nazca el niño, si alguno de los dos conociese a alguien, también habría que renegociar las condiciones o dejarlas estar si así lo desean.
¿Es ético?
El Comité de Bioética España publicó un informe sobre este modelo en el que se advertía del riesgo de «cosificación» al ser el menor sujeto de un contrato. Con todo, el sociólogo de la USC Jorge García Marín indica que también son un proceso capitalizado las agencias de adopción o las aplicaciones de citas para conocer a gente «y eso nadie lo cuestiona».
En su opinión estamos ante un nuevo modelo familiar acorde a los tiempos y a la vida laboral de hoy en día. «El modelo de familia tradicional ya lleva muchos años fragmentado, este caso no es tan sorprendente si lo vemos desde la perspectiva de la organización social», indica. Menciona que es a lo que Bauman denominaría «modernidad de tipo líquida», una fase de la sociedad donde las estructuras (trabajo, familia y relaciones) son fluidas y cambiantes.
Aquello de que un niño para crecer necesita una figura materna y otra paterna está más que descatalogado: «Hoy en día hay muchos tipos de monoparentalidad. También hay parejas que se rompen y que pueden tener una mala relación», recuerda el sociólogo.
Marín advierte que existe un problema demográfico en España, en parte por las dificultades para conciliar, además de otros problemas relacionados con la estabilidad laboral y de acceso a la vivienda. «Quizá esto no sea la solución, pero sí es un modelo más que proporciona dos referentes adultos», concluye.
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