Marwan, un druso de mediana edad de la ciudad del sur de Siria de Sweida, dice que todos tienen miedo —él incluido—, y que la tensión entre la comunidad es enorme. Todo está en el aire y, tras la enorme violencia sectaria vivida en julio, es imposible saber qué va a ocurrir.
«Todos los días hay combates, sobre todo en el oeste de la ciudad, porque todavía hay soldados del Gobierno en los pueblos cercanos a Sweida, y hay escaramuzas de vez en cuando. Todos los días hay ataques e intercambio de fuego. Prácticamente no han parado, aunque evidentemente no ha llegado a los niveles del verano. Vamos a ver qué acabará pasando. Hay rumores de que el Gobierno sacará sus fuerzas de la zona y que así se podrá llegar a una especie de tregua y paz por el momento. Pero tenemos miedo», explica Marwan.
Sweida, como las regiones kurdas en el noreste de Siria, vive en un limbo: las zonas no están controladas por el Gobierno de transición del presidente, Ahmed al Sharaa, y viven a la espera —y la amenaza— de unas negociaciones que hasta la fecha han fallado por completo. La alternativa, en caso de no conseguir llegar a un acuerdo definitivo, no es deseada por nadie.
Cuerpos sin vida en una carretera tras un choque violento entre fuerzas del Gobierno y simpatizantes del antiguo régimen en la localidad de Jableh, en la provincia de Latakia, el pasado mes de marzo. / MOHAMAD DABOUL / EFE
«En cuestiones de seguridad aún hay muchos retos. Los asuntos no resueltos en el noreste y en Sweida continuarán definiendo la credibilidad y confianza en el Gobierno de transición. Y cada día que pasa parece más difícil llegar a un acuerdo negociado en ambos casos. Ahora mismo existen estas dos nubes negras encima de Damasco, y desgraciadamente soy cada vez más pesimista en estas dos cuestiones», explica Charles Lister, experto y miembro del think tank internacional Middle East Institute. Los cambios en la economía siria, sin embargo, asegura el experto, invitan más al optimismo.
Electricidad
El mes pasado, el país árabe consiguió un hito nimio pero casi histórico: por primera vez en una década y media, Alepo y Damasco, las dos grandes ciudades del país, gozaron de 24 horas de electricidad ininterrumpida. La media de tiempo diario de luz durante los años de Bashar al Asad era de apenas dos horas.
La medida fue una prueba del Ejecutivo para testar la infraestructura del país, aún en ruinas un año después del final de la guerra y de la caída del régimen de los Asad en diciembre del año pasado.

Carteles en los que se puede leer ‘La era negra ha acabado y el rostro del país ha empezado a brillar», en Damasco, con motivo del primer aniversario de la caída del régimen de los Asad. / MOAWIA ATRASH / DPA
«Para mí, el gran reto que tenemos ahora son las sanciones, porque la situación económica sigue estando muy deteriorada. Hay aún mucha pobreza y millones de personas sin casa. Ha pasado un año ya, y cada vez habrá gente que se ponga más nerviosa, porque todos en el mundo pensamos primero en nuestros bolsillos. Por esto creo que ahora Siria necesita ayuda internacional en esto: inversión y recibir lo que Estados Unidos hizo con Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Primero, ayuda en crear nuestros propios tribunales de Nuremberg, porque necesitamos justicia transicional para avanzar. Y después, un plan Marshall«, explica Abed Farwati, un sirio residente en España.
Según Farwati, solo así, calmando la sed de justicia de los sirios con un tribunal que juzgue el antiguo régimen, se podrá avanzar y dejar atrás el miedo a más estallidos de violencia sectaria, tanto en Sweida con los drusos como en Latakia con la minoría alauí y en el noreste con los kurdos.
Concensiones
«Pero creo que hay muchas razones para ser optimistas —dice Lister—. Aún queda mucho para que Siria vuelva a un nivel económico y de infraestructuras similar al que el país tenía en 2011. Pero la clave aquí es que el camino y los primeros pasos ya han sido tomados, y son perceptibles. Y con las noticias de que las sanciones estadounidenses serán retiradas pronto, más ayuda e inversión internacional entrará en Siria. Así que en este sentido, en el apartado económico, Siria tiene muchos motivos para ser positiva. Aún así, el Gobierno de transición de Al Sharaa debe entender que debe ofrecer concesiones para llegar a tener conversaciones y negociaciones reales, tanto en Sweida como con la administración autónoma kurda».

El presidente interino de Siria, Ahmed al Sharaa, durante una recepción a una delegación del Consejo de Seguridad de la ONU en el palacio presidencial, el pasado 4 de diciembre. / MOHAMMED AL RIFAI / EFE
Las posibilidades de que esto ocurra pronto, con Israel acelerando sus ataques e incursiones militares en el sur del país, son bajas. «Siempre escuchamos drones en el cielo, y no sabemos si son para atacarnos, si son del Gobierno de Damasco, de Israel, de EEUU…», explica Marwan, druso de Sweida: «Tenemos mucho miedo, porque justo salimos de una guerra civil de 13 años y ahora los drusos sentimos que estamos de nuevo en otra guerra, con muchísima tensión. Siento que todo puede estallar en cualquier momento. Quién sabe qué será de nosotros».
Suscríbete para seguir leyendo














