Jordi Villacampa suma ya 62 años, pero indudablemente tiene firmado un pacto con ese personaje de cuernos y rabo que vela por el cutis a cambio de eso que llaman alma. En su caso debe ser a cambio de las rodillas, que ya no le aguantan, dice, ni para jugar con los veteranos. Villacampa ya metió todas las canastas que caben en una vida, siempre en La Penya, y unas cuantas con la selección española (aún ostenta el récord de anotación en un partido con 48 puntos). Ahora ni juega ni preside el club en que se hizo leyenda del baloncesto. Ahora mira y se dedica a sus cometidos empresariales. «Estoy a tope», exclama con el tono optimista y vital que transmite a lo largo de esta entrevista.
¿Cómo fue su retirada del baloncesto? ¿Estaba preparado para el adiós?
Tenía 34 años y durante la carrera yo siempre había pensado que cuando no pudiera dar mi 100%, lo dejaría. No me arrepiento, pero quizás me lo pensaría mejor ahora mismo. Pero en ese momento, en aquella época, pensé que era consecuente. Ahora creo que podría haber jugado dos o tres años más seguro. No lo decidí de un día para otro sino que fui madurando la decisión. Tenía la sensación de que no me había dejado nada dentro, de que me había vaciado, de estar bien conmigo mismo y de que tocaba afrontar otra etapa en la que no sabía exactamente qué haría.
Jordi Villacampa, exjugador de baloncesto, frente al Pont del Petroli de Badalona. / MANU MITRU / EPC
Le quedaba un año de contrato.
Sí, y no sé si viene a cuento decirlo ahora pero tenía ese año más y el club me decía que ya estaba y yo dije, ‘hombre, pero si tengo un año pendiente’, y ellos, ‘no, Jordi, mejor que acabemos aquí y tal y cual’. Fue un momento difícil, pero al final llegamos a un acuerdo.
¿Nunca se planteó acabar en otro sitio?
No. Yo quería empezar y terminar en La Penya. Ha sido el club de mi vida y también entendía que estaba por encima de las personas. No sé si hoy día habría decidido lo mismo, pero entonces es lo que hice.
¿Le dejó algún vacío dejar de jugar?
La vida del deportista es muy corta. Cuando estás dentro de la vorágine de ser jugador de élite no piensas mucho en qué pasará después. Ahora tengo 62 años y he vivido mucho y sé que es una etapa, la mejor de tu vida, porque haces lo que te gusta, estás como en una media burbuja, es fenomenal, pero ves que los jugadores, por lo general, no están preparados para afrontar la segunda etapa de su vida, el momento en que te preguntan: ‘y tú, ¿qué sabes hacer?’ Y dices: ‘yo sé meter una pelota por un aro’, y te dicen: ‘no, eso no vale, me tienes que explicar otras cosas para poder tener una carrera profesional después del baloncesto’. Y yo estuve más o menos bien emocionalmente. Sí que echaba de menos mucho la competitividad, pero poco a poco hice una transición y al final ya está, ya estás dentro de la fluidez de la vida normal.

Jordi Villacampa, exjugador y expresidente de La Penya, en Badalona, esta semana. / MANU MITRU / EPC
¿Y qué hizo?
Cuando terminé vi una oportunidad en el pabellón de La Penya, que era relativamente nuevo. Me retiré en 1997 y el pabellón era del año 91. No lo explotaba nadie entonces y hablé con el presidente y la directiva del club y les propuse explotar el pabellón con una serie de condiciones, pagando un canon, una parte de los beneficios y todo eso, y monté una empresa para ello. Organizamos muchos conciertos en Badalona. También hice de comentarista de partidos en Catalunya Ràdio.
¿Cuando jugaba estaba pendiente de su situación económica? Abundan los desastres una vez llega la retirada.
A algunos deportistas les falta educación financiera. Pero no solo a ellos. A mis hijos, que no son deportistas, también les falta. Quiero decir que en el colegio no se enseña lo suficiente de economía básica: lo que es una cuenta de explotación, una hipoteca, el TAE, el Euribor… Los deportistas de élite deben dedicarse a lo que mejor hacen, que es jugar a su deporte, y yo particularmente lo que hice fue delegar. Ya de joven cogí un asesor financiero y gestor que me llevaba los temas y me decía lo que tenía que hacer. Creo que para la vida delegar es una palabra muy bonita y muy buena. Tienes que saber delegar. Yo no tengo que saber de todo pero tener una cultura mínima, sí, algo que nos falta a todos.
Y, enseguida, presidente del Joventut.
Todo fue muy rápido. A los dos años de retirarme, en 1999, ya entré de presidente.
¿Cómo se produjo ese salto a la presidencia?
Como llevaba el pabellón y también iba mucho a ver al equipo, el presidente, Genís Llamas, me dijo: ‘escucha, Jordi, podrías unirte a la directiva y ayudarme’. Y me convertí en vicepresidente, pero poco tiempo, porque él se marchó por un tema personal. El puesto de presidente quedó vacante y la directiva que había armó una candidatura y me empujaron al puesto. Digo que empujaron porque yo fui un poco reacio. Pero también entendí que el club necesitaba a una cabeza visible y me puse.
¿Le gustaba ese papel de máximo directivo?
Me vino un poco de nuevo. No es que me gustara o no. Sabía exactamente cómo funcionaba el activo más importante, que es el vestuario. Lo que no sabía era de gestión. Delegué en directivos que estuvieron a mi lado durante muchos años y cada uno tenía su responsabilidad. Aprendí mucho, fue enriquecedor y fue una forma de mantener el vínculo con el club y el deporte que tanto me gustaba y tanto me gusta.

Jordi Villacampa, frente al Pont del Petroli, esta pasada semana. / MANU MITRU / EPC
Fue una época complicada por la delicada situación económica del club. ¿Le resultó estresante?
Sí, pero no fue una época mucho peor que otras, la de los 70 u 80. La Penya es un club que siempre ha sufrido hasta que ha venido Grífols, ahora el máximo accionista. La situación es más tranquila porque ellos ponen la diferencia entre ingresos y gastos, y ahí radica la tranquilidad. La Penya ha podido sobrevivir en épocas muy buenas y en épocas no tanto, pero lo importante es que estamos vivos. ¿Y estresante? A ver, si viene un directivo de fuera, de una empresa, con un sentimiento frío por este club, no habría sentido tanto estrés como yo. Tenía una presión añadida porque yo no quería que esto fuera mal por todo lo que suponía para mí personalmente, por el sentimiento que siempre he tenido.
¿Cobraba como presidente?
Sí. Yo era presidente ejecutivo. Si estás pensando 24 horas con el club, con todas las responsabilidades para que aquello fuera bien, te aseguro que mi remuneración era mínima, sobre todo si tienes en cuenta todo lo que hicimos para aportar más presupuesto a la entidad.
¿Por qué acabó la presidencia?
Concluyó en 2017. Estuve 18 años. Más tiempo que de jugador. Todo tiene un final. Las etapas se acaban. Yo me hubiera marchado tres o cuatro años antes. Lo que pasa es que no había nadie que se atreviera a entrar.
¿Cuál fue su siguiente paso?
Me fui con Open Arms tres semanas. Y en este repaso ya casi llegamos al momento actual.

Jordi Villacampa, durante algunos de los rescates en los que participó el pasado junio en las costas de Libia con la oenegé Proactiva Open Arms. / Open Arms
¿Cómo es hoy su día a día?
Tengo una empresa con dos socios con la que hacemos pequeñas promociones inmobiliarias. Y mi día a día es una empresa de impresión digital que se llama Nivell Publicitari, de la que estoy muy contento. Para que te hagas una idea, hago cosas en el mundo del baloncesto con todos los vinilos de tierra: de la ACB, de la FIBA, de la Euroliga… Y eso se puede trasladar a grandes empresas. Y soy embajador de Kelme. También con Lefties hemos creado una línea de marca que se llama JV8. Y ayudo a abrir puertas a Atlas Energia.
¿Y tiene tentaciones nostálgicas de ver partidos de cuando era jugador?
¿Quieres que te diga algo? Los tengo todos grabados, porque mi padre los grabó todos en Beta. Y tengo un fan que se llama Guille en Galicia, en Vigo, y el tío me los pasó a un disco duro. Tengo más de 100 partidos míos. Pero los miro muy poco. Creo que en la vida tienes que ir hacia adelante, lo que ha pasado ya ha pasado y ya está. Las etapas las he disfrutado mucho, pero miro adelante.
¿Puede jugar aún a baloncesto?
No, tengo las rodillas muy mal. Voy al gimnasio, procuro cuidarme un poco, hago ejercicios de fuerza, bicicleta en verano, pero cosas que no tengan impacto en las rodillas, porque las tengo realmente mal, sobre todo la derecha.
O sea, no juega ni con los veteranos.
Ya hace tiempo que no. Cuando comencé con ellos, era demasiado joven y ahora soy demasiado veterano para jugar con veteranos.
Decían que no era jugador de talento sino de esfuerzo.
Es que es una realidad como un templo. Puedes decir que de talento tengo un 5% y esfuerzo, un 95%. Disciplina, repeticiones, trabajo, puntualidad, pasión… Si tienes talento y lo otro te falla, estás muerto, pero muy muerto. Y esto lo he comprobado en muchos jugadores que han sido mejores, con más talento, y no han llegado. Es verdad que yo no he sido talentoso, pero he trabajado y estoy contento de haber conseguido lo que he conseguido, porque di el 100%. Como te decía, cuando me retiré estaba satisfecho conmigo mismo por eso.
¿Era de quedarse antes o después de los entrenamientos para practicar el tiro?
Sí, porque lo necesitaba, porque me daba confianza. Iba con un entrenador de técnica individual y con 30 o 31 años hacía ejercicios de parvulario. De parvulario significa de técnica individual básica, de ponerme ante una silla, de coger la pelota, botarla… Después entrenaba con el equipo, pero media hora antes del entrenamiento realizaba las repeticiones que me tocaban de técnica individual y de tiro.
Su momento álgido como jugador fue la Copa Europa, cabe imaginar.
A nivel global, sí. Creo que jugué mejor otros años, pero a nivel coral, indudablemente.

Dolors Sabater, alcaldesa de Badalona, y Jordi Villacampa, cuando era presidente de La Penya, en una rueda de prensa. / El Periódico
¿Qué imagen o momento se le ha grabado en la memoria de aquella final?
Sobre todo recuerdo la liberación cuando terminó el partido. Porque en aquella época, es que… Ahora hay muchas ayudas y muchos recursos para afrontar los partidos. Hablo de psicólogos. Cada uno iba con sus herramientas, con sus rutinas para poder estar al 100% mentalizado. Y me acuerdo de sentir mucha presión. Tenía 30 años y sentía que era el partido más importante de mi vida, y eso que ya había jugado la hostia de partidos. Habíamos perdido una final dos años antes. Así que sentía mucha, mucha presión. Me acuerdo de la ansiedad que me provocaba el partido, toda una final europea. Y cuando acabó fue… ¡buah! ‘Ahora sí que está, ya está, ya está’, pensaba. ‘Se acabó todo, a la mierda ya, a disfrutar’.
¿Cree que habría necesitado un psicólogo antes de esa final o en algún momento de su carrera?
Yo lo habría necesitado cuando tenía 19 o 20 años. De alguna manera, yo no fui a Los Ángeles-84 un poco también por mi culpa, porque estaba en una situación que me venía grande. Estar allí convocado entre los mejores jugadores, cuando yo tenía 19 años, con un equipo al que era súper difícil llegar… Había jugado muy bien en la Liga y me convocaron, y en aquella época jugaban pocos jugadores, seis o siete, no más. Ahora juegan 10 o 12. Entonces jugábamos 35 minutos los 5 titulares, y cuando había alguna lesión o 5 faltas salía otro. El caso es que entré en una espiral mental negativa. En aquella época explicarlo era de débil. Tú te lo comías e intentabas gestionarlo lo mejor que podías. Me habría ido bien entonces. Y en otros momentos también, ¿eh? Es fundamental tener una persona que pueda ofrecer herramientas para poderte gestionar mejor. Yo tenía algunos compañeros que iban al partido tan tranquilos. Otros tenían algo de nervios en la barriga y había a los que les costaba jugar. Es decir, cada uno es distinto. Y para gestionar esto, si no tienes a nadie que te pueda ayudar, pues es más difícil.
¿Entonces cree que no fue a Los Ángeles porque se le hacía cuesta arriba compartir vestuario con las estrellas del momento?
No, no… A ver, se me descartó en una decisión lamentable del seleccionador [Antonio Díaz-Miguel]. Pero en esa época es verdad que tampoco estaba jugando bien con la selección. Las cosas como son. Pero con alguna ayuda lo habría superado mejor. A la vez, tuve más claro las cosas básicas que me faltaban. Si antes entrenaba tres horas, pasé a entrenar cinco. La disciplina, el querer entrenar más, el querer volver, el querer ser el mejor me hizo superar todo aquello yo solo.
¿Es cierto que una vez estuvo a punto de fichar por el Barça?
¿A punto de fichar? De aquella manera. Yo no habría cambiado La Penya por el Barça por un euro más, ni dos, ni tres, ni cuatro. El Barça tendría que haber pagado mucho dinero. Y no me los pagaron y me quedé en La Penya, aunque cobrando bastante menos.
¿Y en algún momento se le planteó jugar en la NBA?
No. A mí me llegó una oferta para ir a la Universidad de Purdue. Era una buena oferta para ir a estudiar. Pero era una época en que ni yo era un buen estudiante, el idioma me acojonó, no había móviles, y me dije: ‘hostia, puede ser bueno, o no’, y no me atreví.
Después de aquel partido contra los Lakers en París en el torneo McDonalds, ¿descubrió que podía haber jugado en la NBA, que quizá no era tan complicado?
Sinceramente, yo creo que podría haber jugado en la NBA. Lo digo con humildad. Pero lo pienso así. Hoy día hay, no sé, como 50 europeos allá. Pero entonces era mucho más inusual.
Por cierto, Magic Johnson anunció que era portador del virus del sida dos semanas de jugar contra La Penya en París.
Sí señor. Me acuerdo perfectamente.
Ante la desinformación que reinaba en la época sobre el sida, ¿les inquietó?
Yo soy muy amigo de Bonaventura Clotet, el investigador del sida, y él estaba en Badalona, en Can Ruti, investigando sobre el tema. Era una enfermedad muy incipiente y muy mal vista. No se sabía si podía transmitirse por el sudor, la camiseta, y nos tranquilizó, aunque no recuerdo tener miedo. Después volví a enfrentarme a él en los Juegos del 92 en Barcelona.
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