La reina Isabel II, con la Constitución española de 1845 en las manos, rodeada por el Cid Campeador, Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Diego Velázquez y otras ilustres figuras de la historia de España. La imagen es extraña. La gran mayoría de estos personajes no coincidieron en el tiempo, pero Carlos Luis Ribera los pintó a todos juntos en el techo del Congreso. La composición cobra más rareza cuando uno se fija en que a pocos metros de Lope de Vega hay dos agujeros de bala que casi dejan cojo a un querubín.
Con esta imagen arranca la serie ‘Anatomía de un instante’, dirigida por Alberto Rodríguez y basada en el libro homónimo escrito por Javier Cercas. Los dos impactos de bala que amenazaron al angelote que, con una rama de palma, enmarca el escudo de Castilla, son dos de las 45 marcas -no todos siguen visibles- que recuerdan el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y que pusieron en jaque la Constitución, que este sábado cumple 47 años desde su aprobación por las Cortes.
Pintura de Isabel II, rodeada por figuras ilustres de la historia de España, en el techo del Congreso / .
Aquel «¡Al suelo todo el mundo!» que pronunció Antonio Tejero cuando entró en el hemiciclo, pasadas las 18:00 horas, activó el mayor test de estrés que ha tenido que superar la Constitución desde su ratificación en referéndum el 6 de diciembre de 1978. La Carta Magna que asentó las bases de la democracia, ya avanzadas en el proyecto de ley para la Reforma Política que impulsó Adolfo Suárez para tumbar las Leyes Fundamentales del franquismo, vio peligrar su continuidad aquella tarde.
El propio Suárez, su vicepresidente, Manuel Gutiérrez Mellado, y el líder del PCE, Santiago Carillo, son los tres personajes a los que Cercas otorga gran parte de la responsabilidad de que la Constitución se acerque ahora al medio siglo. Fueron las tres figuras que permanecieron en pie, sin agacharse tras los escaños, cuando Tejero, brazo en alto, disparó su pistola hacia el techo. Quien sabe si alguna de esas balas fue la que casi acierta en la pierna del querubín. A Tejero le siguieron algunos guardias civiles que, metralletas en ristre, dispararon varias ráfagas.
Un recuento incierto
Cada capítulo de los cuatro que componen la serie arranca con una de las pinturas que presiden el hemiciclo: la ya consabida foto de familia de Isabel II; dos tritones sosteniendo un libro; una alegoría de la Prudencia y la Justicia; y una estampa de varios legisladores de la época greco-romana. Entre las cuatro imágenes suman ocho agujeros de bala. Unas huellas imborrables (o casi) que Alberto Rodríguez quiso aprovechar, grabando todas las escenas del Congreso en el propio hemiciclo, evitando así un decorado.
Pero, ¿cuántas veces dispararon Tejero y sus hombres? Esta pregunta no ha tenido una única respuesta. Primero fueron 37, según los agujeros que se contabilizaron en un primer informe solicitado por la Mesa del Congreso en 1981 para remitirlo al juzgado militar encargado del caso. Sin embargo, en 1999, el arquitecto conservador de la Cámara elaboró una nueva relación de agujeros de bala. En este caso había 33, cuatro menos. Más tarde se explicaría que una de aquellas marcas que se perdieron podría corresponder a la de la vidriera del techo, la cual se sustituyó, que otras dos podrían haber desaparecido tras unas obras realizadas en 1988 y que la cuarta se debía una «diferencia de criterio» a la hora de interpretar los desperfectos.
Sin embargo, la cosa no quedó ahí. El 11 de septiembre de 2013, en mitad de una fuerte tormenta, empezó a gotear agua del techo en la tribuna de prensa. Durante las obras de rehabilitación se borraron cinco agujeros de balas. De las 37 marcas iniciales ya solo quedaban 28. Pero hubo una nueva sorpresa: se habían encontrado 8 nuevas señales de disparos en las que no se habían reparado con anterioridad. La cifra volvía a ascender a 35 muescas visibles. 45 disparos en total que pusieron en jaque la Constitución.
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