La Universidad de La Laguna (ULL) conmemora el 50º aniversario del inicio de la Transición con el ciclo Para la libertad: España después de 1975. La magistrada y exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, participa este jueves 4 de diciembre en un encuentro con el alumnado en el Paraninfo de La Laguna
¿Qué importancia tienen encuentros como estos, entre personas que vivieron la dictadura franquista y la Transición, y los jóvenes actuales?
Es muy importante la conversación y, sobre todo, que sea intergeneracional. Estamos acostumbrados a escuchar una historia de acontecimientos, pero no de vivencias, y la ventaja que tiene la escucha intergeneracional es que se puede entrar en contacto con personas que han vivido determinados acontecimientos. De esa forma podemos colorear todo el retrato y nos ofrece un marco importante, no solo racional, sino también emocional, porque vivimos en un momento en el que no se puede discutir que la inteligencia no es solo racional.
¿Está la población joven interesada por estos temas, involucrada y queriendo que se le escuche?
A mí me interesa mucho lo que tengan que decir los jóvenes, y no solo sobre este tema. Yo me comunico mucho y, de hecho, cuando fui alcaldesa de Madrid, le daba mi número de teléfono a todo el mundo, así que el 15% de los madrileños debe tenerlo ahora mismo. El pasado mes de febrero me llamaron unos jóvenes para hacer un encuentro y terminamos celebrándolo en una discoteca y fueron 800 personas. Es decir, a mí me encanta escuchar a la gente joven, creo que es buenísimo porque las raíces del progreso se fundamentan en lo que hicimos nosotros y en lo que van a hacer otros. Y difícilmente podremos retomar esos orígenes si no los conocemos o si tardamos en identificarlos.
Habla desde el optimismo, pero hay compañeros que también vivieron la Transición y sostienen que a los jóvenes de hoy no les interesa aquella época tan lejana.
Yo creo que interesa contactar con determinadas personas y eso tiene que ver con la actitud de algunos en un momento concreto para lanzar líneas de conexión. A los jóvenes no se le puede ir con consignas ni con dogmas, ni sectarismo. Sobre todo hay que escucharlos. Yo no soy nada pesimista porque me parece que tenemos unos jóvenes muy bien formados e interesantes. No me preocupa que algunos digan que les parece hasta seductor, en un momento concreto, retomar los regímenes autoritarios, porque entiendo por qué lo dicen. Lo importante es poder hablar de esas cosas con ellos y explicarles los riesgos que tienen los regímenes autoritarios, y hacerlo desde la igualdad.
Manuela Carmena. / María Pisaca
¿Es necesario crear foros en los que dar cabida a los jóvenes, más allá del ámbito universitario?
No podemos estar cerrados a nada y por eso hay que hablar. Lo que pasa es que hay que tener una actitud autocrítica. Cuando intentamos seducir a los jóvenes para que tengan determinadas actitudes a base de señalar y no explicar en profundidad lo toman como una consigna, se aburren, lo critican, lo cuestionan y lo rechazan.
Tal y como comentaba usted, se están conociendo opiniones de jóvenes que valorarían regímenes autoritarios. ¿Qué opina de ello?
Justamente estos días he estado leyendo el libro Abundancia, de Ezra Klein y Derek Thompson, donde se explica que, si ha triunfado Donald Trump y su ideología absolutamente autoritaria, antiderechos humanos y antidemócrata, es por la falta de eficacia de las políticas del Partido Demócrata en Estados Unidos. Si las políticas basadas en la libertad y la democracia fracasan, es normal que los jóvenes quieran otra cosa. Creo que debemos ser autocríticos y pensar que es imposible que los jóvenes se sientan cómodos con una democracia porque no hay más que escuchar las sesiones del Congreso de los Diputados para comprender que eso es insoportable. Fundamentalmente son personas que no nos representan y que se dedican a insultarse sin solucionar los problemas de la gente. Eso provoca una reacción inmediata. Por eso es tan importante que los que creemos en la democracia y estamos convencidos de que solamente ese es el sistema político que puede garantizar las mayores cotas de igualdad entre todos los seres humanos, rectifiquemos nuestros errores. Frente a una democracia que se nos está oxidando, hay que defender un sistema nuevo, ágil y joven.
Al menos esas críticas de los jóvenes demuestran que están involucrados y que no ven la política como algo ajeno.
Es muy difícil prescindir totalmente de la política, es imposible abstraerse de ella. Cuando una persona se queda satisfecha de haber utilizado un servicio público, en el fondo está formando parte del paisaje político, porque todo está relacionado con nuestro panorama social.
«Las raíces del progreso se fundamentan en lo que hicimos nosotros y en lo que harán otros»
Llega a la ULL dentro de la iniciativa que conmemora los 50 años del inicio de la Transición. ¿Qué recuerda de aquella época?
Para hablar de la Transición primero hay que hablar del franquismo y es muy diferente hablar de los primeros años de la dictadura que de los últimos, que es cuando yo entré en la universidad, en 1961. En ese momento se estaba aplicando una política muy inteligente por parte de Santiago Carrillo, que desde 1956 decidió cambiar la estrategia de oposición y planteó la reconciliación nacional, una política que estaría muy bien estudiar ahora. La idea era que los ciudadanos demócratas se fueran integrando en la sociedad franquista y eso permitió que en muchos cuerpos profesionales fueran apareciendo actitudes críticas con el régimen. Por eso digo que la Transición comenzó en la década de 1960 y fructificó cuando murió Franco. Es como el abono de una planta, que da sus frutos años después de haberla estado cuidando. La Transición floreció por una serie de circunstancias, entre otras, naturalmente, la muerte de Franco, pero desde hacía mucho tiempo se venía trabajando en lo que realmente causó la Transición: personas trabajando en contra de la dictadura de una manera inteligente, reivindicando la democracia con un sentimiento pacífico.
La muerte de Franco y el inicio de la Transición como tal la pilló a usted cursando sus estudios universitarios. ¿Cómo fue vivir aquellos años en los campus?
Fue apasionante. Yo siempre digo que fue allí donde yo conocí la historia de España. Además, existía una minoría muy politizada, aunque no queríamos tener actitudes violentas. Por eso apostamos por darle profundidad a nuestras reivindicaciones. Creo que el régimen no sabía muy bien qué hacer con nosotros. Podía asumir que los obreros protestaran, pero les desconcertaba que toda la universidad lo hiciera también.

Manuela Carmena. / María Pisaca
Está jubilada, pero ¿le apetecería volver a ejercer como jueza?
La verdad que el panorama está muy interesante pero lo primordial es cambiar el sistema de selección de los jueces porque actualmente conocen mejor las leyes que a las personas a las que se les aplican. Hay que ir más allá incluso y no solo cambiar el sistema de elección sino también la manera en la que se estudia Derecho. Me sorprende que en las facultades se estudien las leyes, pero no los efectos ni las causas por las que se toman determinadas decisiones. Todo eso genera pobreza porque el derecho está demasiado encauzado en los procesos históricos antiguos que genera unos personajes, que son los que juzgan, pero no son los que necesita el siglo XXI.
Y en cuanto a su faceta política, ¿repetiría?
La política municipal me pareció apasionante. Me pareció que las ciudades o los pueblos son unidades territoriales en las que es más fácil practicar la democracia de forma profunda para mejorar la vida de las personas. Pero para eso es imprescindible darle un papel activo a los individuos. Sin embargo, me quedé sorprendida de que los partidos políticos estuvieran siempre tejiendo una especie de velo tupido para evitar que todo eso se llevara a cabo y por eso creo que nos hemos equivocado en el papel de la oposición.
Suscríbete para seguir leyendo









