Amanece en la ciudad. Como mandan las tradiciones, los primeros en aparecer son los que tienen que entrar a trabajar y necesitan una dosis de café para poder despertar del todo y sentirse despejados en las primeras horas del día.
Piden su cafelito bien cargado al camarero que conoce bien los gustos y necesidades de cada cliente. Con el esmero propio de todo un profesional, prepara una tras otra la infusión milagrosa y se las sirve humeante, cremosa y con el singular aroma que acompaña a un buen expreso.
Los cafeteros inspiran con la ansiedad propia de quien necesita la bebida imperiosamente y, sin endulzarla siquiera, dan ese primer sorbo que les sabe a gloria bendita, provocando en su interior una explosión agradable que estimula sus sentidos, abre su conocimiento y los prepara para la acción.
Han cubierto su protocolo mañanero, sabiendo a ciencia cierta que llegada la media mañana podrán saborear un nuevo café, algo más pausado, compartiendo una rápida tertulia con sus colegas de trabajo.
La tradición de despertar acompañados de una aromática y estimulante taza de café se ha arraigado de tal forma a lo largo del tiempo, que se hace impensable el omitir este ritual mañanero para cientos de miles de españoles.
Es parte integrante e insustituible de un estilo de vida a pesar de que el café ha estado estigmatizado mucho tiempo por la sospecha de su alta adicción asociada a consecuencias indeseables para la salud de sus habituales.
Ahora los cafeteros pueden respirar tranquilos, la ciencia avanza y no deja de sorprendernos. Se atribuye a esta bebida una protección ante patologías cardiacas, cerebrovasculares, cáncer e infecciones, entre otras.
Esta maravillosa infusión puede tomarse con o sin cafeína indistintamente, lo que permite a aquellas personas que son hipertensas poder entrar en el grupo de los privilegiados tomando café sin, y beneficiarse de las particularidades descubiertas.
Es muy esperanzador que la ciencia vaya demostrando, en pequeñas dosis, que no todo lo que produce placer es negativo. Conseguimos salvar a las sardinas, los frutos secos, y ahora el café, para su uso y disfrute.
Cada vez nos aproximamos más a una auténtica panacea de sustancias que en principio se consideran maliciosas y que posteriormente se demuestra que resuelven más que perjudican.
También sabemos que algunas clases de té, como el té verde, protegen de problemas relacionados con algunos tipos de cáncer, cuando esta infusión también ha estado en entredicho mucho tiempo.
Posiblemente con el estudio y avance de la ciencia descubramos que no hay tanta maldad en muchas sustancias demonizadas en la actualidad. De momento lancemos un olé por el café.
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