«Reconciliación» (Planeta), el libro de memorias de Juan Carlos I escrito con la ayuda de la periodista francesa Laurence Debray, es un autorretrato indulgente del reinado del Monarca que restituyó a los Borbones en el trono en 1975 y que tuvo que abdicar en 2014 para que su familia no lo perdiera.
El manuscrito, de 500 páginas, pasa por encima de los momentos más tensos de su vida (como su fortuna oculta o su posible vuelta a España) y se regodea en episodios en los que Juan Carlos I tuvo un papel principal para la consecución de las libertades tras la dictadura (el 23-F y su intensa agenda de política exterior). Entre anécdotas que le humanizan –como cuando confirma que algunas noches se iba por Madrid en moto «solo, oculto por el casco» y que en una ocasión acercó a un autostopista a buscar gasolina– y otras que muestran su arrojo político –cuando reparó la relación con EEUU tras la retirada de las tropas de Irak–, el emérito no se frena a la hora de lanzar pullitas a los políticos, sobre todo a los actuales. Aquí se detallan algunos de esos pasajes.
«Hoy los ministros pueden denigrar abiertamente la Corona sin consecuencia alguna»
Juan Carlos I se hace eco de la consulta realizada en diciembre de 2018 en 50 barrios de Madrid y en otros cinco municipios de la región sobre ‘Monarquía o República’. Ganó la república con el 93% de los votos emitidos, que fueron un total de 22.361. El emérito se queja de que Pedro Sánchez «o su portavoz» no lo desaprobaran, «lo que significa autorizarlo».
«Últimamente, algunos políticos nos han demostrado que su ambición personal está por encima de los intereses del país»
Hace esta afirmación cuando explica por qué decidió mantener a Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno tras la muerte del dictador. Dice que le propuso a Torcuato Fernández-Miranda ese puesto o el de presidente de las Cortes. «Personalmente, preferiría ser presidente del Gobierno, pero para España y para la monarquía sería más útil como presidente de las Cortes», asegura que le respondió.
«Este es solo uno de los ejemplos que demuestra que cuando la Corona trabaja codo con codo con el Gobierno podemos hacer frente a los desafíos. Espero que el Gobierno actual y los venideros no lo olviden»
La reflexión la escribe cuando recuerda el momento en que Francia se comprometió de forma oficial a cooperar con la policía española en la lucha contra la banda terrorista ETA. «[François] Mitterrand me confesó que no era consciente de la magnitud del terror que la banda terrorista hacía reinar España. Le había abierto los ojos», explica sobre una conversación en París en 1983 con el presidente galo [1981-1995]. Afirma que la «actitud paternalista» de su antecesor, Giscard D’Estaign [1974-1981] resultó ser «decepcionante» tanto en la estrategia para acabar con el terrorismo como en el acercamiento de España a sus futuros socios europeos.
«No sé si el ambiente político actual sería propicio para este tipo de acontecimiento mundial»
Juan Carlos I dice que desde que subió al trono tanto él como Juan Antonio Samaranch, que llegó a ser presidente del Comité Olímpico Internacional, se empeñaron en que España acogiera unos Juegos Olímpicos. Asegura que él, el Rey, fue «instigador» de esa misión desde 1977, año en que nombró a Samaranch embajador de España en Rusia, país que iba a organizar los Juegos de 1980. El político y diplomático español le argumentó que, una vez en Moscú, podría tener contacto con los países de Europa del Este y ganarse su apoyo para que apoyaran a España como sede en el futuro.»
«En mis sucesivos Gobiernos, pocos ministros hablaban otros idiomas»
El emérito se lamenta de que los miembros de los ejecutivos no supieran lenguas extranjeras. «¡Incluso en una ocasión tuve que hacer de intérprete para un ministro que apenas podía balbucear en inglés porque quien debía traducir llegaba tarde!», afirma. Juan Carlos I asegura que «ser políglota», como él, «significa poder hablar de tú a tú sin necesidad de intérprete, lo que es esencial para establecer un clima de confianza y abordar cuestiones delicadas».
«El presidente del Gobierno también tuvo la deferencia de ir a recibirme en el aeropuerto, una costumbre que ya se ha perdido»
Cuando habla de su primera visita a China, en octubre de 1978, que duró diez días, resalta las virtudes políticas del entonces presidente, Deng Xiaoping, y destaca el largo periplo asiático, con «siete vuelos» y 25.000 kilómetros recorridos. Recuerda que sus tres hijos estaban en el aeropuerto esperándoles a él y a la Reina, algo que también hizo el presidente de entonces, Adolfo Suárez (UCD).
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