Primer momento de parón en la temporada por mor de las ventanas FIBA, momento para que las selecciones empiecen a pelear por la clasificación del próximo evento que será el Mundial 2027 en Qatar. Momento en el que, se quiera o no, se vislumbra la primera evaluación del desempeño de cada uno y nos encontramos que lo mismo sería bueno cambiar tal o cual piezas para enderezar el camino del equipo. Resumiendo, ya que el timo lo tenemos institucionalizado, que nos sea lo menos perjudicial posible viendo si hay algo aprovechable.
Y sigo poniendo timo porque no me lo quitan de la cabeza, porque está precioso eso que algunos jugadores que nunca irían al equipo nacional cumplan su sueño que es defender la camiseta de la selección. Está muy bien que haya partidos internacionales en lugares inimaginables y que haya sorpresas y que los a priori débiles le den un susto a los supuestamente superiores, va muy en línea con lo que es el deporte, pero me sigue pareciendo vender gato por liebre en un menú degustación.
Porque a mí siempre me dijeron que a estas cosas siempre iban los mejores y lo cierto es que a los seleccionadores lo que hacen es ponérselo más fácil en pasiva. Entre descontar a los que están en la NBA o NCAA en Estados Unidos, los que juegan Euroliga, los lesionados, aquellos que necesitan descansar (versión nueva de borrarse) o que la normativa permite sólo un nacionalizado para que el llamado «coño de la Bernarda» (denominación acertadísima de José Manuel Puertas del circo de los pasaportes pagados) no pase de virus a epidemia, al final, el bloque de jugadores queda muy ajustado.
Damos por bueno lo ocurrido en 2017 que, tras ganar Eslovenia el Eurobasket con Luka Doncic, Goran Dragic y Anthony Randolph, no puede contar con ellos para las ventanas posteriores y no se clasifica para el evento siguiente. O que Serbia pase las de Caín para ganar a Suiza, que Finlandia caiga en Hungría o que el debut de Sito Alonso con la selección de Letonia sea una derrota 78-86 ante los Países Bajos.
Y es que, aparte del aumento paulatino de participante en los eventos FIBA (ojo, no en los Juegos Olímpicos), se ven jugadores inimaginables con las selecciones. Cosas que al final resultan un problema, como lo ocurrido con la lesión de Great Osobor, o una ocasión para reivindicarse como en el caso de Xavier Castañeda, que en la victoria de Serbia en Sarajevo el jugador cajista apareció prácticamente por primera vez en el curso. Lo malo es que fue con otra camiseta.
Simplificando mucho, no creo que el periplo del estadounidense en Málaga tenga mucho más recorrido y no por el presunto fichaje de Chase Audige. Es que veo muy difícil que la cosa se retome, toda vez que ni siquiera ha comenzado y dudo mucho que estemos hablando de otro caso Erazem Lorbek, que aquí parecía que había olvidado jugar al baloncesto y luego fue piedra angular del mejor FC Barcelona de la historia reciente.
En otro orden de cosas, hace unos días en la red social antes llamada Twitter, el usuario @xavi_runner, que se presenta como profesor en la Universidad Politécnica de Valencia, nos regalaba un informe sobre la asistencia a los pabellones ACB, hilo que recomiendo encarecidamente para sacar conclusiones sobre el tema del público. Me parece un gran trabajo, de agradecer y de bastante ayuda.
En lo que se refiere al Unicaja, la cosa nos muestra cosas buenas, como que pese a la irrupción de la nueva cancha del Valencia Basket que lidera la clasificación con una media de 12.582 espectadores, el Unicaja, con 9.389 es la segunda cancha esta temporada (el pasado año fue la de más asistencia media con 9.940).
Pero, más allá de estar felices y contentos con todo esto, las cifras se interpretan de muchas maneras. Porque hay que tener en cuenta que, pese a ocupar el pabellón en un 87,8% de aforo, octava posición en el ranking de la Liga que encabeza el Palacio de los Deportes de Lugo con un 99,7% y que presenta en la cola a la cancha del Real Madrid y Barça con un 49,5% y un 59,3%, respectivamente, esta noticia que no es negativa, hay que analizar y ver el porqué de ese porcentaje en una época de tanta bonanza en el plano deportivo del Unicaja.
No me meto en el precio y la subida de abonos o los problemas que se encuentran a la hora de cambiar la categoría de un abono, con una absurda pérdida de antigüedad. Es que esos 551 espectadores menos de una temporada a otra viene por la decisión tomada por el club de dejar unas 1.000 entradas a la venta externa, no pudiéndose ocupar con la venta de abonos.
En la cabeza que presupuestaba el tema todo era precioso: un millar de localidades vendidas cada quince días dan más dinero que lo que se recauda con los mismos abonos, porque de todas formas la lista de espera actual (ojo, que eso no es perpetuo) va a seguir estando ahí, para presumir, pero lo cierto es que esa caída de espectadores es la tercera de la competición. ¿Saben qué dos equipos pierden más que aquí? Sí, los dos ahijados futboleros pierden 1.046 en Cataluña y 2.025 en Madrid.
Como pasa siempre que se habla de cifras, cada uno dirá lo oportuno para justificarse. Los cuatro de la Euroliga dirán poco más o menos, que «su reino no es de este mundo», que las cosas de pueblo no van con ellos, y cierto es que en Málaga, a poco que levantemos la cabeza y hagamos la mirada más larga, recordaremos esa época de tres mil y pico oyendo el chirriar de las zapatillas en el parquet del Carpena, pero algo que tampoco se puede hacer es dejar de lado la advertencia que significan estos datos.











