Y llegó diciembre, como un señor, siempre elegante, distinguido y pomposo, con pajarita en el cuello, chaqué de lentejuelas y zapatos de charol, todo él presto y dispuesto para empeñar su tiempo en comidas, cenas, tardeos y afters, como si fuera Froilán o Paquirrín, que por algo es el mes que más días festivos tiene en el calendario laboral y en el que se conmemoran entre otros eventos el día mundial del algodón de azúcar, de la sangría y de las natillas, que comienza con la festividad de San Eloy (San Eligio), conocido por ser patrón de los joyeros, herreros y mecánicos y finaliza con San Silvestre I, el trigésimo tercer Papa de la Iglesia Católica, y que a la peña no se le ha venido a la cabeza otra ocurrencia loca para conmemorarlo que pegarse una carrerita (como si no hubieran pocas a lo largo del año) disfrazados de lo que sea, antes de ir a comerse las uvas, dar la bienvenida al Año Nuevo y beberse hasta el agua de los floreros.
Para comenzar el carrusel de celebraciones y festejos del mes de diciembre, tenemos el día de la Constitución Española, en el que se conmemora la importancia y la vigencia de nuestra Carta Magna, pieza esencial en la creación del Estado de Derecho y de la convivencia democrática tras 40 años de dictadura franquista.
La Constitución Española de 1978 representa un hito de nuestra historia contemporánea. Su gran relevancia se debe a que es la norma más importante de nuestro ordenamiento, la norma suprema, que rige sobre a todos los ciudadanos y poderes del Estado. En su artículo 1 se indica que España se constituye como un Estado social y democrático de Derecho cuyos valores superiores son la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. También señala que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del cual emanan todos los poderes del Estado. Asimismo, en la Constitución se reconocen los derechos y deberes fundamentales e institucionaliza determinados órganos estatales como son el Tribunal Constitucional o el Defensor del Pueblo.
Su aprobación se fundamentó en un amplio compromiso social y político para la superación de las graves y profundas heridas que había sufrido la sociedad española durante la Guerra Civil y los cuarenta años de dictadura del general Franco, lo cual no fue una tarea sencilla. La aprobación de la Constitución representó el paso necesario para recuperar las libertades y las condiciones del Estado de Derecho, con el objetivo común de alcanzar y garantizar la convivencia democrática, dentro del respeto al pluralismo de la sociedad española, y conseguir un orden económico y social más justo.
El texto constitucional se aprobó en el Congreso de los Diputados y en el Senado el día 31 de octubre de 1978, se sometió a referéndum el día 6 de diciembre de ese mismo año y fue sancionada y promulgada por el Rey el día 27 de diciembre.
Con el paso del tiempo, se ha demostrado la validez y utilidad tanto de nuestra Carta Magna como del espíritu de consenso con el que nació como garantía de su vigencia futura y del Estado democrático al que dio soporte.
Constitución Española / INFORMACIÓN
Pero lo cierto y verdad es que esta celebración civil y social ha decaído en la actualidad, como le pasó en su día a los juegos florales, para convertirse en un mero acto institucional que sirve para que algún especialista en la materia dé una charleta, clase maestra o conferencia sobre la importancia de la Constitución y bla, bla, bla, mientras algún oyente se pega una cabezadita y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, reconocer con la medalla del Bimilenario a asociaciones o personas cuya actividad o trayectoria es digna de reconocimiento, lo cual está pero que muy bien. Hasta tal punto se ha marchitado esta conmemoración que ni siquiera este día cierran los mercados, comercios, supermercados, ni centros comerciales, está abierta hasta la ferretería por si alguien necesita comprar alguna arandela o la tienda de Paquita, para poder hacerse las uñas, por lo que de festividad poco.
Y es que, entre los que abogan por superar el espíritu del 78 y entre lo que añoran la vuelta a situaciones preconstitucionales vamos más que arreglados y a la pobre Constitución pretenden hacerla más vieja que los chorricos del parque o más desfasada que los tacones cubanos. Y es que vivimos tiempos convulsos y si no que se lo digan a Ábalos o al presidente de la Diputación de Almería, por lo que aquellos que creemos en la convivencia, la pluralidad, la libertad y la igualdad tenemos la obligación ética de celebrar nuestra Constitución, la de todos, y ello por ser la norma jurídica que ha servido como origen, fundamento y soporte al periodo histórico más prolongado de paz, concordia y modernidad de España. Por eso, para celebrarlo como Dios manda, ese día me he propuesto no ir a comprar nada, me arreglaré como si fuera una fiesta de guardar, me iré a la plaza de la Constitución a tomarme un café en alguna terraza mientras tararearé eso de: «¡Soy español, español, español!». Tan orgulloso como cuando Iniesta marco el gol que nos hizo ganar el mundial.
Y como guinda del fin de semana largo, tenemos la Purísima Concepción, ese día si que no abren ni la tienda de los chinos. Antiguamente, era el día elegido para poner el árbol de Navidad, el espumillón sobre la librería y para montar el belén, era el día en el que empezaban las celebraciones de Navidad, esas que ahora comienzan a mediados de octubre, con los turrones en el súper junto a las calabazas y calaveras de Halloween, que de seguir así me veo comenzando la celebración de la Navidad al día siguiente de bajar el Ángel.

Las luces navideñas que se han instalado en la Plaça de Baix. / Matías Segarra
El Ayuntamiento de Elche ya ha comenzado con los preparativos de la Navidad, de tal forma que el pasado fin de semana procedió al encendido del alumbrado navideño, nunca antes visto, algo histórico. ¿Y cómo estaba la plaza? ¡Abarrotá! No faltaba nadie, el alcalde, los concejales del equipo de gobierno, las reinas de las fiestas, Carmen y Penalva, Paco el mecánico, mi vecina Gertrudis y su amiga Vicenta, que se había cardado el pelo por la mañana para la ocasión, un mogollón, que, según cuenta el encargado de contar en el Ayuntamiento (el mismo que contó los visitantes del Año Jubilar), debieron ser no menos de cuatro millones y medio de asistentes, eso sin contar a los que estaban en la plaza del Congreso Eucarístico contemplando como se iluminaban las tres coronas de los reyes magos que han instalado allí, de dimensiones tales que si se las pones a King Kong le vienen grandes, toda una barbaridad. Y es que han llenado Elche de luces, estrellas y copos de nieve, como si fuera gratis y, teniendo en cuenta que el alcalde quiere un belén en cada esquina de la ciudad, no les arriendo la ganancia a los Belenistas, pues van a hacer en estos días más horas extra que el personal de Parques y Jardines.
Comenzamos el tiempo de las exageraciones, de los excesos y del consumismo, donde la economía, los beneficios y el dinero lo justifican todo y a todos. Por ello, si ustedes tienen taco, a disfrutar, y, para los que no lo tengan, no se preocupen, siempre nos quedarán las ofertas del Lidl y la tienda de los chinos. Recuerden aquello que una vez dijo Charles Spurgeon: «No es lo mucho que tenemos sino lo mucho que disfrutamos lo que hace la felicidad».
¡Ahh! Que no se me olvide: una felicitación muy sentida a todas las Puras, Inmaculadas y Concepciones (especialmente a Conchi y a Inma, mis compañeras de trabajo en Torrevieja y ahora mis amigas) pues, a pesar de las modas y las modernidades, en el día de su santo se inaugura tradicionalmente la Navidad. Felicidades.












