Dos segundos. Cinco tiros; uno de ellos, el de gracia. Directo a matar. A rematar a la víctima, ya moribunda en el suelo. Así fue el crimen, el 26 de junio, de Josué Delgado, alias El Conejero, de 38 años, asesinado en Telde por sicarios colombianos. Hay cuatro detenidos, en un caso que —cinco meses más tarde— la Policía Nacional da por esclarecido, con el arresto de los cuatro integrantes del grupo criminal responsable de la planificación, financiación y ejecución. Una incógnita permanece en el aire: quién encargó la muerte.
La secuencia comienza el 22 de junio. Ese día, Antony C. M., de 24 años, aterriza en Gran Canaria procedente de un vuelo de Santiago de Compostela con escala en Madrid. La Policía Nacional lo considera el autor material del crimen, el hombre que descerrajó los cinco tiros, casi a bocajarro, a El Conejero.
Un día más tarde, llega a la Isla desde Barcelona su compinche, César Fabián C. B., de 39 y acusado de dar apoyo logístico operativo y alquilar la motocicleta. Ambos se alojan en un hotel de Telde, cerca de donde dos días más tarde acabarían con la vida de su víctima. Por encargo, presuntamente. En un supuesto ajuste de cuentas vinculado al narcotráfico. Para arrendar la habitación utilizan un nombre falso, con el objetivo de no dejar rastro y evitar que llegasen hasta ellos.
César es el responsable de alquilar, con esa misma identidad falsa, la motocicleta con la que Antony cometió el asesinato. Lo hace en la sede de una empresa en Las Palmas de Gran Canaria, en Guanarteme, en la misma calle donde solo dos días más tarde terminarían siendo arrestados. Dejaron pruebas, huellas, aunque en ese entonces pensaban que no.
Pistola utilizada para matar a ‘El Conejero’ / LP/DLP
Pero antes del arresto, obviamente, el asesinato. El 26 de junio a las 16.22 horas, Antony sale del alojamiento con dos bolsas blancas en las manos. A través de cámaras de seguridad, se observa cómo llega al barrio de San José de Las Longueras, en Telde, donde residía su víctima. Por allí merodea durante dos horas. De hecho, una cámara capta al autor justo una hora antes en la zona. Vestía un mono enterizo azul, casco azul con tiras blancas, guantes negros y zapatillas. Iba cubierto, para que no lo identificasen.
Además, habían modificado la placa de la matrícula de la moto alquilada, una SYM Joymax Z+, cambiando varios números y una letra. Estaciona en un recoveco de la calle Pío XII, «como si estuviera vigilando o esperando a alguien». Realmente eso era lo que hacía.
Casi al mismo tiempo, El Conejero se encontraba en un salón de juegos de la calle Ataulfo Argenta. Allí estuvo hasta las 18.17 horas. No sabía que tan solo le quedaba una hora de vida.
A las 19.19 horas, Josué y Antony se encuentran. Antony —recoge el atestado— lo aborda sin bajar de la motocicleta.
—¿Qué pasó?, le pregunta El Conejero cuando se detiene a su lado.
—¿Qué pasó de qué?, contesta el sicario.
Sin mediar más palabra, se mete la mano en un bolsillo, saca una pistola y le dispara cinco tiros, en cabeza y abdomen. Al menos, uno de ellos cuando estaba tirado ya en el suelo, con la intención de rematar el trabajo. La Policía Nacional destaca su «sangre fría» y «actitud calmada», además de la demostración de un «alto nivel de pericia en el manejo de las armas de fuego». El cadáver presentaba heridas en la cabeza, la zona frontal del tórax, la axila izquierda y ambas muñecas.
Dos segundos le bastaron al sicario para apretar cinco veces el gatillo del arma. Luego, huye. En el total de la operación, guardando el arma y arrancando la moto, tarda salo catorce segundos. Se refugia en el hostal de Telde donde tenía arrendada una habitación con César.

Dos de los autores, con los cascos de la moto de alquiler con el que cometieron el crimen / LP/DLP
Allí llega a las 19.26 horas, ya sin el mono que vestía cuando cometió el crimen, pero con una prenda en la mano en la que presuntamente enrolla el arma. Sube a la habitación, se cambia de ropa y baja a la recepción. A través de una cámara, se le escucha decir, presumiblemente a su camarada: «Ya está la Policía por ahí», en referencia al gran despliegue policial que llenó el barrio de Telde tras la llamada de alerta de testigos.
La Policía Nacional considera que el autor del crimen necesitó ayuda. «Avisado por un segundo autor que realizaría las labores de vigilancia de la víctima, se resguarda en inmediaciones listo para actuar desde lugares en los que no es posible el contacto visual directo con la víctima», estiman los investigadores, de la Unidad de Delitos Violentos (UDEV) de Telde.
Antony y César esconden en el falso techo de la habitación de Telde, aprovechando una rejilla de ventilación del aire acondicionado, el arma de fuego empleada, una pistola semiautomática Glock de calibre 99 mm. Los agentes la hallan despiezada y con signos de corrosión presuntamente por la aplicación voluntaria de algún tipo de producto después de usarla, para dificultar así el análisis forense y comparativo.
En ese hostal permanecen una noche más, hasta que se mudan a una pensión del barrio de Guanarteme, en la capital. Pagan en metálico, con la intención de no dejar rastro. Días antes del crimen, Antony recibió 1.700 euros en dos pagos, un dinero dedicado a gastos, alojamiento y logística y que habría sido transferido por el tercero de los detenidos.
En esa pensión, la Policía encuentra los billetes de avión a nombre de Antony y un trozo de papel con dos nombres manuscritos. No son dos nombres cualquiera: José Jesús Calderín y Kilian José Calderín. El Negro y su hijo. El tío de El Conejero y el primo, en prisión desde hace tres años por tentativa de asesinato y con vínculos con el tráfico de droga.

El autor material del crimen, captado minutos antes por una cámara de seguridad / LP/DLP
De hecho, fuentes consultadas sostienen que, tras la entrada en prisión de El Negro, El Conejero habría pasado a ser su lugarteniente, su mano derecha. El gestor de los negocios. Que los sicarios guardaran el nombre de los familiares no es casualidad, sino muestra de que se trata de un ajuste de cuentas debido a las ocupaciones familiares.
Allí también localizan un calcetín con 17 billetes de 50 euros y dos billetes de 20. Y en ese alojamiento permanecen hasta el 28 de junio, justo cuando deben devolver la moto que habían alquilado. Pero la Policía lo sabía: había llegado antes hasta la tienda y sabían hasta cuándo tenían la reserva.
Los agentes montan un operativo en la calle Presidente Alvear y a las 16 horas ven cómo ambos implicados dejan la llave de la moto en el buzón de la empresa. «Alto, Policía, al suelo», gritan. Ahí terminan sus horas de libertad.
Los otros detenidos
Pero Antony y César, aunque sí son los principales autores, no son los únicos. En agosto los agentes arrestaron en la localidad jienense de Andújar al tercero: Brayan Andrés F. R., de 26 años. Según la investigación, este individuo habría llegado a la Isla días antes de la comisión del asesinato para organizar el alojamiento, financiar gastos de los autores materiales y coordinar envíos de dinero en los días próximos a los hechos, abandonando Gran Canaria antes de la ejecución del crimen. Él fue quien, presuntamente, mandó los 1.700 euros al autor material.
El cuarto detenido, Diego Ferney P. N., de 24, fue localizado y arrestado el 11 de noviembre en Umbrete (Sevilla), en un operativo conjunto entre la UDEV de Telde y el Grupo de Homicidios de Sevilla. Su desplazamiento previo a Gran Canaria tuvo como objetivo realizar labores de vigilancia, localización de la víctima y apoyo logístico, quedando acreditada su implicación en los preparativos del asesinato.
La investigación se mantiene abierta únicamente para posibles actuaciones complementarias. ¿Quién los contrató? Esa es la gran pregunta. La Policía sospecha que trabajaban por encargo, pero todos guardan silencio. La familia de El Conejero señala a dos personas, vecinos de Telde, rivales de El Negro, y personas implicadas en el tiroteo que acabó con el patriarca de la familia en la cárcel. No hay pruebas de su participación en la ejecución de El Conejero.











