La industria del porno lleva años mirando hacia las chicas, a las que intenta seducir con plataformas como Onlyfans. Esta red social, una de las más influyentes entre la juventud, promociona a las mujeres como emprendedoras al otorgarles el presunto control total sobre qué contenido sexual publicitar, cómo hacerlo, cuándo y dónde. Pero Onlyfans no es empoderamiento sino una vía de explotación sexual que vende a las chicas la fantasía de obtener enormes beneficios económicos.
Onlyfans es uno de los mitos que se derrumban en ‘Andrea‘, la guía ‘online’ que los ministerios de Igualdad y Derechos Sociales presentaron en mayo para animar a las familias y los profesionales a fomentar la educación afectivo-sexual de los jóvenes. Save the Children se suma hoy a las campañas informativas específicas con la publicación de ‘La trampa de la autoexposición: nuevas dinámicas de explotación sexual en el entorno digital’, un informe sobre las conductas de autoexposición sexual digital por parte de la infancia y la adolescencia, facilitadas por plataformas. Se trata de una manifestación, otra más, de explotación sexual.
Cerca del 30% de los jóvenes encuestados entre 18 y 21 años están convencidos de que las personas que venden este contenido ganan mucho dinero y casi uno de cada tres (32,3%) opinan que es una manera legítima de generar ingresos. Nada que ver con la realidad. Este tipo de páginas están legalmente restringidas a personas mayores de edad, pero los menores eluden con facilidad los sistemas de verificación. Un 21% de los participantes en el estudio conoce a alguien de su entorno que utiliza o considera utilizar estas plataformas para generar ingresos.
Uno de cada 40 jóvenes ha vivido una experiencia directa de explotación sexual digital antes de los 18
Presiones, desigualdades y poder
Víctimas de la desinformación, los chavales tienen la sensación de que son las propias niñas, niños o adolescentes quienes inician o llevan a cabo actividades sexuales en espacios digitales a cambio de un beneficio económico, material o emocional. Esta percepción de presunta iniciativa propia invisibiliza “las presiones, desigualdades y dinámicas de poder que condicionan realmente estas conductas”, zanja la investigación de la organización en defensa de la infancia, que concluye que el consentimiento no es válido.
«Nos encontramos ante un fenómeno que no se compone de casos aislados sino que se está extendiendo y, peor todavía, normalizando»
Según la encuesta realizada por Save the Children a más de 1.000 jóvenes de España, el 2,5% afirmó haber recibido algún tipo de compensación, regalo o favor a cambio de material erótico o sexual en el que aparecían cuando eran de edad. Esto implica que 1 de cada 40 jóvenes ha vivido una experiencia directa de explotación sexual digital antes de los 18. Además, un preocupante 14,4% respondió haber conocido a alguien que lo había hecho, lo que significa que 1 de cada 7 jóvenes conoce a una víctima de esta forma de explotación sexual.
“Nos encontramos ante un fenómeno que no se compone de casos aislados, sino que se está extendiendo y, peor todavía, normalizando”, explica Ona Lorda, responsable de políticas de infancia de Save the Children en Catalunya. El fenómeno de la autoexposición o sobreexposición sexual digital de la infancia y la adolescencia es una forma de explotación sexual, incluso cuando puede percibirse como una práctica iniciada por los propios niños, niñas y adolescentes y cuando se presenta bajo discursos de supuesta voluntariedad o empoderamiento.
No es voluntario
“La participación de niños, niñas y adolescentes en estas conductas puede parecer voluntaria, pero no lo es. Existe una asimetría en las relaciones de poder: quien controla la recompensa ejerce el control sobre la situación. Esto, a su vez, invalida la posibilidad de un consentimiento libre e informado”, reconocen los técnicos de la organización no gubernamental. Además, añaden que, desde un punto de vista legal, el consentimiento de una persona menor de edad no es válido cuando existe cualquier tipo de compensación por contenido o actividades sexuales. “En el caso de la infancia y la adolescencia, estas prácticas deben considerarse siempre explotación sexual”, concluyen.
El estudio evidencia que plataformas como OnlyFans o las webs de ‘sugar dating’ –relación entre una persona mayor y con recursos económicos (‘sugar daddy’ o ‘sugar mommy’) y otra joven a la que pagan o dan regalos (‘sugar baby’)– están contribuyendo a redefinir la explotación sexual en el entorno digital. Aunque se presentan como espacios de autonomía o emprendimiento, estas plataformas reproducen lógicas de la pornografía y la prostitución. Es decir, explotación sexual.
Publicidad
Estas plataformas utilizan estrategias de márketing sofisticadas que promueven la autoexposición como una oportunidad atractiva para alcanzar estatus o ingresos, llegando a la población menor de edad. De hecho, más del 45% de los chicos y casi la mitad de las chicas encuestadas se encontraron, siendo menores de edad, publicidad en las redes sociales que presentaba el ‘sugar dating’ como algo positivo o atractivo. Como resultado, más del 71% de los jóvenes encuestados no identificaban la venta de contenido sexual en internet como una forma de explotación. En el caso de los chicos, esta cifra supera el 75%, lo que revela una preocupante falta de conciencia sobre la violencia y la desigualdad de género subyacentes a estas prácticas.
“Las plataformas y redes sociales tienen un papel determinante en la difusión y normalización de estas prácticas. Es imprescindible exigirles responsabilidad para que garanticen un entorno digital seguro para la infancia y la adolescencia”, advierte Lorda.
Blanquear los roles
Las estrategias que utilizan diferencian claramente el mensaje según el género. A las chicas se les vende una narrativa de “empoderamiento” y ascenso social utilizando su cuerpo, buscando su participación como “creadoras de contenido sexual”. España es el quinto país con más creadoras de contenido en OnlyFans (según un estudio de la Federación de Mujeres Jóvenes). En cambio, a los chicos se les interpela como consumidores y también como “agentes” y “mentores”, blanqueando roles que en la práctica podrían definirse como proxenetismo digital.
El fenómeno está marcado por una profunda desigualdad de género: las mujeres jóvenes entre 18 y 24 años son la inmensa mayoría de las creadoras de contenido en OnlyFans (el 97% de los perfiles), y la audiencia es principalmente masculina, hombres de entre 25 y 44 años. Este patrón consolida una masculinidad basada en el consumo y la cosificación del cuerpo femenino.
Suscríbete para seguir leyendo











