Xabi Alonso tiene un problema que no se resolverá con amplias sesiones de vídeo. O quizás, ese sea el problema, que el método profesional que ha querido aplicar ha provocado un pulso en un vestuario que refleja su apatía y falta de compromiso en el campo. Quedó demostrado en Elche, con un Sarabia que impuso su estilo ante un técnico blanco que no triunfó con su revolución en el once. Los planos de jugadores en el banquillo como Vinicius y Valverde evidencian la falta de autoridad del director de orquesta.
Falta de liderazgo más allá del resultadismo
El Real Madrid es líder, sí, y está en el ‘top 8’ de Champions, pero las sensaciones son, después de tres tropiezos consecutivos, de un equipo desnortado. A pesar de la alta cotización de las estrellas madridistas, la plantilla es un ejemplo descompensado de acumulación millonaria. Y ante los problemas que puedan surgir, los actores se miran unos a los otros buscando culpables. Al equipo le falta un mediocentro creativo que ponga el sentido común en partidos como el del Martínez Valero. Lo mismo sucedería con un ‘9’ fijo, pero esto son matices para un equipo que tiene un grave problema de actitud.
La versión más ganadora de la historia reciente del club coincidió con la denominada época de los ‘jerarcas’, entre los que estaban Kroos o Modric. Su poder iba más allá del campo. Entendían como ninguno un escenario volcánico como el Bernabéu y una ciudad deportiva en la que se examina cada detalle. La transición generacional del Real Madrid, consciente y dirigida, se ha llevado por delante el liderazgo de un vestuario que ahora recae en un núcleo joven e individualista. Este lunes, de resaca tras el empate en Elche, que deja al Barça a un solo punto, las tertulias y medios de Madrid, despertaban con un señalamiento.
Después de una primera lectura en la que se volcaban esfuerzos por entender que había intentado Xabi Alonso, por ejemplo, doblando un lateral con Carreras y Fran García (algo que ya hacía en el Leverkusen), las miradas giraron hacia los jugadores. Porque incluso sin sistema, esta nómina de futbolistas debería tener capacidad para sacar partidos como el del domingo. Pero existe un problema actitudinal que se camufló con un triunfo en el clásico que, tal y como han reconocido en público, vino de la motivación de las palabras de Lamine Yamal.
La desacreditación en el ‘caso Vinicius’
Incluso en un día feliz, hubo discrepancias. La más clara fue la de Vinicius, tras el cambio por Rodrygo que provocó el enésimo incendio. El brasileño volvió a ser suplente frente al Elche y cuando salió, apenas tuvo impacto en un equipo que empató a través del caos y en dos jugadas polémicas. El brasileño es uno de los jugadores que encabezan una oposición ruidosa frente a Xabi Alonso, de la que forman parte otros futbolistas como Valverde. El uruguayo, también secundario en el Martínez Valero, mostró una versión indolente alejada del compromiso total que tenía con Ancelotti.
Vinicius, en el banquillo de un partido en el Bernabéu. / Kiko Huesca / EFE
Xabi Alonso era la estrella del Bayer Leverkusen. Allí logró sacar la mejor versión de Wirtz o Grimaldo. Todo giraba a su alrededor, a diferencia de lo que sucede en Valdebebas, donde el ‘laissez faire’ de Carletto se añora. El mismo que también fracasó con estrépito en la última temporada, de ahí que el problema que tiene el Real Madrid es estructural. «Les aburre», se ha llegado a comentar en el entorno del club, como si el rigor táctico no fuese con un núcleo que el vasco ha intentado comprender sin éxito. Porque a pesar de la rebeldía, el vasco se ha plegado en determinados momentos a las situaciones heredadas.
Así, por ejemplo, le dio la alternativa a Bellingham en el derbi madrileño cuando este no se había recuperado del todo. Un experimento fallido del que se repuso el inglés con su aprovechamiento de jugadas ofensivas como la que permitió salvar un punto contra el Elche. Pero eso no es lo que quería de él Xabi Alonso, quien en su presentación como entrenador madridista lo dejó claro: «Para mí es un centrocampista» (en contra de lo que piensa su seleccionador Tuchel). Y no un llegador, porque el Real Madrid necesita un equilibrio en la creación que solo ha tenido en determinadas fases de la temporada con Güler. Un parche que no oculta el error de haber obviado la incorporación de un perfil como el de Zubimendi.
Valverde, caminante en el Martínez Valero
Son lecturas tácticas que, incluso resueltas, mantienen las fisuras del grupo, donde la oposición a Xabi Alonso se ha petrificado por la gestión que se ha hecho de incidentes como los registrados con Vinicius o la disconformidad de Valverde para ser lateral, algo que terminó por aceptar a regañadientes. En el Martínez Valero, en su posición, se mostró indolente en la presión que originó el 2-1 del ‘Toro’ Rodríguez.

Valverde ante el Rayo / SERGIO PEREZ
En las situaciones anteriormente descritas, en lugar de reforzar la autoridad del entrenador madridista, se puso por delante a los jugadores. Un mensaje que han terminado por interiorizar otros componentes de la plantilla como Camavinga, al que los analistas que rodean al club blanco ponían también la nómina de díscolos. Ni siquiera los que en un principio consideró como sus pretorianos, tal que Tchouaméni, están en el mismo frente de un entrenador que, como se evidenció frente al Elche, da giros de guion en busca de una resolución de actitud que no tiene fácil remedio.
Tal es la desconfiguración del ejército madridista, que hasta en los que está confiando Xabi Alonso por encima de lo que demuestran, como Rodrygo, no le dan el crédito necesario: «No tengo mucho que hacer, tengo que seguir trabajando, tratar de ganarme la confianza del entrenador como sí la tengo en Brasil», decía el que va camino de ser el peor delantero en toda la historia del Real Madrid con menos efectividad consecutiva de cara a puerta. Con el enemigo en casa, es difícil jugar.














