Estados Unidos ha dado un salto diplomático de primer orden al designar a lo que ha llamado «Cártel de los Soles» de Venezuela como organización terrorista extranjera, una categoría reservada para las amenazas más graves en materia de seguridad. La decisión abre la puerta a que el presidente Donald Trump disponga de nuevas herramientas para presionar al Gobierno de Nicolás Maduro, aunque no habilita de forma explícita el uso de fuerza letal, según coinciden expertos legales. El cuestionamiento a este movimiento político ha sido inmediato ya que el Cártel de los Soles no existe como tal, sino que es la nomenclatura con que la Administración Trump ha dado en refererirse a una supuesta organización ilícita a nivel nacional de la cual el presidente venezolano sería el cabecilla. Así, Washington sitúa a Caracas en el centro de una estrategia de presión que combina sanciones reforzadas, demostraciones de fuerza y debate interno sobre las opciones militares en un momento de tensión creciente en el Caribe.
Un “cartel” ficticio
El término Cártel de los Soles no describe a una organización criminal tradicional, sino —según analistas— a una red descentralizada de mandos militares y funcionarios vinculados supuestamente al tráfico de drogas. La etiqueta nació en círculos académicos y de seguridad para señalar la presunta corrupción dentro de las fuerzas armadas venezolanas, pero no equivale a una estructura cohesionada, con jerarquías claras o un mando único. De hecho, algunos expertos sostienen que el “cartel” no existe técnicamente como tal.
Maduro ha negado siempre cualquier relación personal con el narcotráfico y su Gobierno rechaza la mera existencia de la red. Para Washington, sin embargo, agrupar a estos actores bajo la categoría de terrorismo permite activar uno de los instrumentos más potentes del Departamento de Estado: sanciones adicionales dirigidas contra activos, infraestructura y redes financieras asociadas al chavismo. La administración Trump sostiene que la medida también amplía su margen de maniobra militar, aunque la letra de la designación no lo autorice expresamente.
Una persona pasa frente a una pared con un dibujo alusivo al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, este martes en Caracas / MIGUEL GUTIERREZ / EFE
Escalada en el Caribe
La decisión llega en paralelo al despliegue de más de una docena de buques de guerra y unos 15.000 soldados en la región del Caribe dentro del paraguas de la campaña estadounidense contra el narcotráfico. En el marco de estas maniobras, el ejército de EEUU ha realizado ataques a embarcaciones que se han saldado con decenas de muertos, según el Pentágono.
Dentro de la Casa Blanca se estudian múltiples escenarios, desde golpes selectivos a instalaciones militares o gubernamentales hasta operaciones especiales en territorio venezolano. También contemplan no intervenir directamente y dejar que la presión económica y militar haga su efecto. Desde la Administración aseguran que el objetivo declarado sigue siendo frenar el flujo ilegal de drogas y migrantes, aunque admite que un posible cambio de régimen sería un efecto colateral.
Del simbolismo a la acción
La tensión también se ha trasladado al aire. En los últimos días, Estados Unidos llevó a cabo su mayor despliegue aéreo reciente frente a la costa venezolana. Durante el fin de semana, tres aerolíneas internacionales cancelaron vuelos desde el país después de que la Administración Federal de Aviación alertara de un “potencial riesgo” al sobrevolar la zona.
Con todo, la vía diplomática no parece del todo cerrada aunque sigue lejos de concretarse. También la semana pasada Trump aseguró que Maduro “quería hablar” y que él estaría dispuesto a conversar “en un momento determinado”. La Casa Blanca no ha aclarado si ese contacto se ha producido o está en vías de producirse.
Mientras la estrategia se endurece, el respaldo interno es limitado. El 70% de los estadounidenses se opone a una acción militar en Venezuela y un 76% considera que el Gobierno no ha explicado con claridad su posición, según una encuesta de CBS News/YouGov. Trump ha mostrado cierta apertura a una salida diplomática.
La designación del Cártel de los Soles, más allá de su dimensión simbólica, consolida una etapa de máxima presión sobre Caracas. La incógnita ahora es si este nuevo marco legal y el creciente despliegue militar empujarán a Maduro a negociar o precipitarán una fase aún más volátil en la relación entre Estados Unidos y Venezuela.
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