Hace cuatro años que Tom Hagbru dejó de usar su nombre real, justo cuando la Justicia noruega —país del que es originario— lo condenó a una década de prisión por tráfico de drogas agravado. Antes de que las autoridades lograsen encerrarlo en una celda, urdió un plan: desaparecer. Evaporarse. Tom Hagbru dejó de existir. Burló todos los controles policiales y, con una identidad falsa, salió del país. Contactos, ya entonces, no le faltaban. Una red de colaboradores se encargaba de darle protección. Y con esa seguridad, llegó a Gran Canaria convertido en un hombre nuevo. Un turista más camuflado en el vaivén de visitantes de la Isla. A 4.800 kilómetros, en Oslo, intentaban darle caza: se volvió el narcotraficante más buscado de Noruega.
El delincuente hizo del sur —donde más desapercibido podía pasar— su hogar y se asentó en la localidad costera de Arguineguín (Mogán). Allí, Hagbru —ya con su nuevo y falso nombre— alquiló una vivienda que, durante estos años, fue su fortín. Hasta hace solo una semana. El 12 de noviembre su castillo de naipes se vino abajo. La Policía Nacional, en una operación desarrollada por el Grupo 1 de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) de Las Palmas, en coordinación con el Grupo 1 de Fugitivos de la Comisaría General de Policía Judicial (CGPJ), lo detuvo tras cinco semanas de vigilancias, en un operativo rodeado de grandes medidas de seguridad debido a la peligrosidad de Hagbru.
La operación para cazar al fugitivo número uno de Noruega comenzó el 1 de octubre. Ese día, la Jefatura Superior de Policía de Canarias recibió una petición de colaboración de las autoridades noruegas. En esa comunicación, la Politi —como se llama el Cuerpo en el país nórdico— alertaba de que Hagbru podía estar escondido en Gran Canaria y destacaba la «alta peligrosidad» del fugitivo y su relevancia en la criminalidad organizada. Pero es más: los agentes contaban quién era Hagbru, de 53 años.
El delincuente fue condenado en 2021 a diez años de cárcel por un delito de tráfico de drogas agravado. Su especialidad era el narcotráfico por vía marítima y, en la operación en la que lograron detenerlo, incautaron gran cantidad de cocaína, MDMA y hachís. Pero Hagbru es mucho más que un traficante. Su andadura en el mundo de la delincuencia, como la de la mayoría de rateros, comienza en su juventud, centrado sobre todo en los robos y hurtos. Ya a inicios de este siglo contaba con un amplio historial de antecedentes. Tan amplio que lo llevaron a cruzar el charco y mudarse a Brasil.
Allí tampoco pasó desapercibido. De hecho, en 2007 lo detienen presuntamente por formar parte de una organización criminal dedicada al blanqueo de capitales. La Justicia lo envió a prisión, tras una investigación de la Policía Federal, por «ocultamiento del origen ilícito de fondos y bienes» desde el extranjero, dinero con el que posteriormente la red compraba propiedades a través de terceros. Solo entre abril de 2004 y octubre de 2005, este individuo transfirió 1.626.304 dólares desde otros países a Brasil.
A esto se sumó que no tenía residencia brasileña. Ingresó con una visa de turista que caducó a los 90 días. La Justicia estimó que «debido al vencimiento del plazo, regresó a su país, destruyó su pasaporte, obtuvo un nuevo documento de viaje e ingresó a Brasil de manera irregular».
Red de contactos
Tras esto, Hagbru regresó a Noruega donde, según la sentencia dictada en su contra hace cuatro años, se introdujo en el mundo del narcotráfico. En 2021, tras huir, se emitió contra él una Orden Europea de Detención y Entrega. Orden que dio sus frutos en octubre, con esa petición de ayuda de Noruega a la Policía Nacional. Los agentes de Oslo y Gran Canaria pusieron en marcha una investigación conjunta durante cinco semanas, basada en comprobación de bases de datos, vigilancias discretas y consultas sobre el terreno, sobre todo, en Arguineguín donde, con su largo cabello rubio, se hacía pasar por un turista nórdico más.
Hasta el 12 de noviembre, Hagbru se desplazaba utilizando documentación falsa, evitando aparecer en registros oficiales y empleando una red de contactos que le hacían llegar tanto dinero en efectivo como mediante transferencias cruzadas, con el fin de ocultar sus movimientos y evitar el rastreo.
Un día después, el delincuente pasó a disposición del Juzgado Central de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional, encargado de materializar su entrega a las autoridades noruegas y de que, cuatro años más tarde, cumpla con la Justicia.













