Este miércoles, en Belém, la ciudad se ha despertado con un sol radiante, un calor que quita el aliento y un ambiente cargado de energía. La jornada ha arrancado como uno de esos días en los que no apetece quedarse encerrado entre cuatro paredes y, mucho menos, tener conversaciones sesudas. Quizás es por eso que durante las primeras horas del día, en los pasillos de la cumbre del clima se ha respirado un ambiente de cierto frenesí. Pero con el paso de las horas, la irrupción de un nuevo actor en la sala lo ha cambiado todo. Una tormenta amazónica se ha desatado sobre la cumbre del clima y, con el rugir de los truenos y de la lluvia, ha recordado a los negociadores que es el momento de pisar el acelerador y llegar a un acuerdo. Porque tan solo faltan unas horas para el cierre oficial de este encuentro y aún no está claro cómo terminará. Quizás es por eso que la naturaleza misma ha rugido este miércoles para reclamar un acuerdo ambicioso.
En la recta final de las negociaciones de Belém todo el mundo habla de “mutirão”. Se trata de una palabra indígena que apela a la fuerza colectiva para lograr grandes cosas. O a cómo la unión de muchas personas puede lograr cosas que, de otra forma, jamás serían posibles. El presidente de la cumbre, André Correa do Lago, apeló a esta filosofía durante el principio del encuentro como fórmula para tejer consensos en tiempos de tanta división. Se dice que también ha utilizado este término para estructurar las negociaciones en sí y para, por ejemplo, pedirles a los países que llegaran a la mesa de debates con soluciones constructivas antes que con puntos de discordia. Y finalmente, según ha anunciado en los últimos días, este espíritu también se reflejará en un texto final en el que se recoja el mensaje político de esta cumbre. Un “acuerdo de mutirão” para “unir a toda la humanidad para avanzar en la lucha climática”.
La presidencia de Brasil afirma que el acuerdo final de esta cumbre llevará el nombre de «mutirão» y que servirá para «unir a toda la humanidad para avanzar en la lucha climática»
La presidencia publicó una batería de borradores de lo que serán los “acuerdos de Belém” durante la mañana del martes. En ese momento, los textos aparecieron llenos de corchetes, paréntesis y cursivas que mostraban, diplomáticamente hablando, que aún había muchas divergencias sobre la mesa. Pero tras una intensa jornada de negociaciones, que en algunos casos se alargaron hasta tarde la noche, parece que se ha avanzado bastante y, sobre todo, se han limado muchas asperezas. En los pasillos de Belém parece que hay cierto optimismo sobre cómo todo esto desembocará en algo positivo. O al menos, eso es lo que se proyecta. Hay quien dice que la presidencia del encuentro trabaja con la idea de aprobar dos paquetes de medidas entre el miércoles por la noche y el viernes por la tarde para abarcar todos los acuerdos desde adaptación hasta mitigación, transición justa, finanzas climáticas y un sinfín de cuestiones más. Pero para ello, antes debe lograr un texto que guste a todos.
Hoja de ruta de soluciones
La segunda palabra que más se repite en la cumbre del clima de Brasil después de “mutirão” es “roadmap”. Y es que desde el inicio del encuentro, inaugurado por Lula da Silva, se ha hablado sobre la necesidad de trazar “hojas de ruta” centradas en soluciones para dejar atrás los combustibles fósiles, frenar la deforestación y movilizar finanzas para lograr estos objetivos. En las últimas horas, ha trascendido el nombre de hasta 80 países que apoyan esta idea. En Europa, por ejemplo, lo apoyan todos los gobiernos, incluida España, con la única excepción de Italia y Polonia. También se suma Reino Unido, Colombia, las Islas del Pacífico y, cómo no, Brasil. En las próximas horas se espera la publicación oficial de la lista de adhesiones a este llamamiento y, en algunos casos, hasta la presentación de compromisos nacionales que recojan esta filosofía.
La presidencia se enfrenta ahora a la complicada tarea de elaborar una nueva ronda de textos recogiendo todas las peticiones de las partes y procurando no pisar ninguna línea roja que haga saltar todo por los aires
El martes, los seis equipos de “facilitadores” designados para acelerar los debates y llegar a acuerdos en distintos ámbitos mantuvieron rondas de reuniones a puerta cerrada con los grupos y, después, trasladaron a la presidencia de Brasil y al secretariado de la cumbre el resultado de su trabajo. Ahora está en manos de los líderes de la cumbre de Belém recoger todas esas ideas y plasmarlas en los textos que, si todo va bien, se acabarán convirtiendo en el “paquete de acuerdos de esta cumbre”. El máximo responsable de este trabajo, André Correa do Lago, tiene por delante una minuciosa y compleja tarea para lograr confeccionar unos textos que reflejen todas las peticiones puestas sobre la mesa, que mantengan el espíritu de “ambición” de esta cumbre y que, sobre todo, no pise ninguna línea roja. En las próximas horas sabremos si lo ha logrado o no.
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