El petate de la mili de su marido, un cuadro de un metro de alto, las camisetas de fútbol que colecciona su novio… nuestros Fósforos nos hablan de esas cosas que acumulan y no se atreven a tirar a la basura. Antonio Agredano habla de ello en sus Crónicas Perplejas.
BASURA
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Mi
piso es pequeño. Los libros se amontonan desordenados. Mi biblioteca
es un castillo que se improvisa cada semana. Y luego están las
camisetas de fútbol, asomando desde cualquier cajón, recordándome
aquel tiempo de cervezas y pachangas.
Vivir
solo es convertirte en tu propio enemigo. En tu propia cruz.
Demasiado tiempo con uno mismo. Soy yo el que quiere sacar las bolsas
de basura tamaño comunidad y deshacerme de mandos, cables y papeles.
De camisas hawaianas y calcetines con aguacates. De todo aquello que
arrastro de otras vidas como un caracol encerrado en su caparazón y
en su melancolía.
Hay
mañanas, lo juro, en las que querría tirarlo todo. Empezar de
nuevo. Como cuando te desnudas antes de meterte en la ducha; ojalá
tener esa misma sensación con mis cosas antes de adentrarme en un
nuevo año, en una nueva aventura o en un nuevo piso. No sé cuantas
mudanzas llevo ya. No sé cuantas casas ha visto esta guitarra o
estos cuadernos bonitos y sin estrenar.
Pero
soy incapaz de abrir algunas cajas. Porque guardan lo que fui. Y temo
que deshaciéndome de ellas, de alguna forma, estaré deshaciéndome
de mí. De algunos amores minúsculos, de un puñado de tardes
inolvidables, de ciudades, de risas familiares, de esos amigos que se
marcharon.
Tengo
una colección de monedas. Y un álbum de fútbol casi completo, de
la temporada 89/90. Tengo un reloj de cadena que me regaló una tía
mía que antes me quería, pero que ya no me quiere. Tengo un chándal
de Argentina que me queda pequeño. Y una caja llena de anillos y
pulseras. Tengo dados de rol. Tebeos de Conan. Una navaja multiusos
que me regaló Guillermo Arriaga. Un sombrero que me compré creyendo
Leiva una vez y que jamás me he vuelto a poner. Tengo una vieja
consola de Nintendo. Y unos guantes del Athletic firmados por
Zubizarreta.
Tengo
una vida a mis espaldas. Cuando yo falte, mis hijos tendrán que
mirar todas estas cajas y pensarán: ¿Por qué diablos guardaría
esto mi padre?
Y
aquí les dejo la respuesta: Para no perderme. Para seguir adelante.
Para recordar mis errores y mis pérdidas. Y para tener memoria,
sobre todo, de las veces en las que fui feliz.














