Una de las escenas más desgarradoras que puede presenciar cualquier amante de la naturaleza es descubrir un cetáceo varado, como un delfín o una ballena, agonizando en la orilla. Si el animal sigue vivo, los biólogos marinos, con la ayuda de voluntarios, intentan protegerlo de la exposición al sol y la desecación de su piel vertiéndole cubos de agua de mar y, a veces, cubriéndolo con mantas húmedas. Otros voluntarios buscan maneras de ayudarlo a regresar a su hábitat marino nativo cuando sube la marea.
Sin embargo, la pregunta que subyace bajo los numerosos varamientos de cetáceos es: ¿Por qué hay tantos delfines y ballenas que acaban muriendo en la costa?
Un grupo de científicos norteamericanos ha planteado una hipótesis inusual: al igual que algunos adultos con demencia terminan a veces vagando perdidos lejos de su hogar, es posible que los delfines se desorienten de forma similar al padecer una forma de la enfermedad de Alzhéimer. Esta es la conclusión de la investigación publicada en Communication Biology.
Exposición crónica a moléculas tóxicas
En el caso de los mamíferos marinos, parece que la exposición crónica a moléculas tóxicas producidas por cianobacterias puede provocar neuropatología y desorientación similares a las del Alzheimer.
Una ballena varada en una playa / Agencias
Estudios realizados en pobladores de la isla de Guam muestran que la exposición alimentaria crónica a toxinas cianobacterianas provoca en el organismo las reacciones características de la enfermedad de Alzheimer.
Se ha descubierto que la toxina cianobacteriana β-N-metilamino-L-alanina (BMAA), así como sus isómeros son extremadamente tóxicos para las neuronas. La BMAA desencadena una enfermedad similar a la del Alzheimer y pérdida cognitiva en animales de experimentación. Estas toxinas pueden biomagnificarse a lo largo de la cadena alimentaria en el ecosistema marino.
Toxinas en el cerebro de los delfines
Un estudio de 20 delfines nariz de botella comunes varados en la laguna Indian River, en el este de Florida (EEUU), mostró que sus cerebros contenían BMAA y sus isómeros, en particular 2,4-DAB.
Los delfines varados durante la temporada de floración estival de cianobacterias contenían una concentración de 2,4-DAB que era 2.900 veces superior a la de los delfines analizados en temporadas sin dicha floración bacteriana.

Los delfines analizados tenían toxinas en su cerebro / Agencias
En los ejemplares afectados se detectó una neuropatología cerebral similar a la de los pacientes con Alzheimer, incluyendo placas de β-amiloide y proteínas tau hiperfosforiladas.
Además, también se encontraron inclusiones de la proteína TDP-43, características de una forma particularmente grave de Alzheimer, en los cerebros de dichos delfines. Durante las temporadas de floración, los mismos animales mostraron 536 genes características relacionadas con la enfermedad de Alzheimer.
Cambio climático y fertilizantes agrícolas
Una vez más, el cambio climático parece favorecer esta situación. Y es que la duración de las floraciones de cianobacterias está aumentando con el calentamiento del mar. Pero, además, también influye el aporte de nutrientes al mar a causa de la agricultura, así como los vertidos de aguas residuales. Con frecuencia, aguas cargadas de cianobacterias se han vertido por el río St. Lucie desde el lago Okeechobee hasta la laguna del río Indian, según el caso concreto que se analiza en el informe.

Rescate de un cetáceo en la costa / Fundación Yépez
«Dado que los delfines se consideran centinelas ambientales de las exposiciones tóxicas en entornos marinos», explica David Davis, de la Facultad de Medicina Miller, «hay motivos de preocupación por los problemas de salud humana que pueden provocar las floraciones de cianobacterias».
En 2024, el condado de Miami-Dade registró la mayor prevalencia de la enfermedad de Alzheimer en Estados Unidos. «Aunque es probable que existan muchas vías para la enfermedad de Alzheimer, la exposición a las cianobacterias parece ser cada vez más un factor de riesgo», añade Davis.
«Entre los habitantes de Guam, la exposición a toxinas cianobacterianas pareció desencadenar enfermedades neurológicas», afirmó Paul Alan Cox, de los Laboratorios de Química Cerebral de Jackson Hole.









