Por razones obvias, es más sencillo imaginar al aguilucho de la bandera preconstitucional española con sus plumas negras erizadas que a Francisco Franco con los pelos de punta. Lo cierto es que la música tenía al sátrapa hasta, literalmente, la mismísima gorra de plato tan característica del dictador.
Siendo más exactos, al militar golpista se la traía al pairo las partituras pero las letras de muchas canciones, en especial desde finales de la década de 1960 hasta su fallecimiento, hace ahora 50 años, le preocupaban tanto como para en el caso de Canarias ordenar, por ejemplo, la suspensión en 1973 del programa Tenderete, aterrado ante el cariz reivindicativo que había tomado el exitoso espacio televisivo, cuya audiencia en las Islas rondaba de media el 85% de share, convirtiéndose en una ventana donde se exaltaba la identidad canaria con proclamas lanzadas por parte de algunos de sus invitados en pleno directo como «¡Viva Canarias libre!» fruto del hartazgo generalizado de la sociedad del Archipiélago ante el abandono, los altos niveles de analfabetismo y pobreza, el veto al devastador relato sobre los verdaderos métodos y las consecuencias reales de la Conquista de las Islas, la especulación del territorio al abrigo del desarrollo turístico, el control de la información y, principalmente, la falta de libertades a las que los censores del régimen sometían tanto a Canarias como al resto del país, un decálogo argumental que en las Islas alimentó las letras de algunas de las canciones de artistas y grupos de la talla de Taburiente, Tebec Korade, Los Sabandeños, Magma 12, Chincanaryos, Braulio o, entre otros, Suso Junco además de, en su faceta de productor, Teddy Bautista, un puñado de talentosos canarios influenciados asimismo por la generación de nuevos artistas surgidos en la convulsa -y restrictiva- situación política latinoamérica derivada de los alzamientos militares en Chile, Argentina, Brasil o Uruguay.
Por si semejante guirigay no fuese motivo suficiente para enervar a Francisco Franco, la represión en el País Vasco sirvió de caldo de cultivo para el nacimiento de ETA que, a finales de la década de 1960, había comenzado a realizar atentados, mientras que en el Archipiélago surge en 1964, con postulados nacionalistas, el MPAIAC.
El dictador y sus acólitos golpistas no estaban dispuestos a que en Canarias se volviese a repetir con una canción tradicional de las Islas lo mismo que sucedía en Euskadi con Eusko Gudariak, tema convertido en símbolo de la constelación del nacionalismo vasco radical, un hecho suficiente para que en las paranoicas cabezas pensantes de quienes velaban por proteger la dictadura los timples se tornasen en metralletas y hasta el tambor de Valentina la de Sabinosa fuera percibido como una herramienta cuyo sonido llamaba a la guerra.
El 24 de febrero de 1975 es hoy para la mayoría de los habitantes del Archipiélago una fecha más pero esa noche la música de Canarias se convirtió, en Santa Cruz de Tenerife, en un peligroso naife que dañó seriamente la moral del moribundo dictador. Los Sabandeños presentan ese día en el Teatro Guimerá La Cantata del Mencey Loco, una joya que en aquel momento fue entendida como un arma sumamente peligrosa al abordar, combinando épica y canción tradicional canaria, la muerte del mencey de Anaga, Beneharo, quien resulta herido de muerte en una emboscada durante la Conquista. Para evitar que los invasores lo capturasen con vida, el rey tinerfeño se suicida lanzándose desde un macizo al vacío.
Es importante insistir en el papel de la canción tradicional canaria porque en el Palacio del Pardo, residencia del caudillo Francisco Franco, ya estaban hasta los audífonos y los collares de la música canaria.
También es seguro que si Franco no se muere en noviembre de 1975 hubiese fallecido del disgusto, en 1979, con la publicación de Canto a Canarias por parte de un guayabísimo Braulio quien, para colmo, había representado a España en Eurovisión en 1976, un festival del cual la influyente esposa del dictador, Carmen Polo, apodada la collares, era seguidora.
El artista grancanario recuerda cómo los hombres del régimen que le acompañaban aquella noche en La Haya lo obligaron «a abrirme los botones de la camisa para asegurarse de que no llevaba oculta debajo de la ropa una camiseta con algún mensaje de apoyo al nacionalismo» del Archipiélago.
Los Sabandeños, Braulio, Taburiente o Teddy Bautista inician junto a grupos como Kebec Korade, Magma 12 o Chincanaryos la Nueva Canción Canaria
Parece ser que alguien advirtió a los censores y la policía política de que Braulio pensaba mostrarla durante su actuación, algo que «a mí ni se me había pasado por la cabeza», reconoce.
Lo que no vieron venir aquellas lumbreras fue el impacto que las letras de Canto a Canarias iba a causar dentro y fuera del Archipiélago, donde el disco tuvo más éxito que en las Islas. Es sencillo imaginar las ampollas que entre los acólitos al dictador generaron letras de Braulio como la de Mándese a Mudar. «Si a usted no le gusta la forma pausada que tengo de hablarle […]; si usted considera que el nuestro es un pueblo de gente indolente; escuche este canto, amigo de afuera […] Mándese a mudar, mándese a mudar; Agarre usted el ferry, meta en él sus trastos y no vuelva más. Mándese a mudar, mándese a mudar […]; si usted se ha olvidado del gesto amigable y viene a incordiar; lárguese de aquí, busque otro lugar; Y olvide a mi tierra, pa’usted se ha acabado la hospitalidad».
Así se las cantaba Braulio sólo un año antes de que los palmeros de Taburiente, grupo formado en 1974 por Luis Morera, Miguel Pérez y Manolo Pérez, editaran Nuevo Cauce, producido por Teddy Bautista, donde fusionan folclore canario con canción protesta y sonoridades modernas a base de sintetizadores, aunque es en 1978, con la publicación de Ach-Guañac, producido también por Bautista con la colaboración de músicos de Los Canarios y Coz, que incluye el tema con el cual se bautiza el disco, cuando nace el considerado himno para el nacionalismo de izquierda y el independentismo canario.
El compositor y músico grancanario Javier Moreno -segundo por la derecha, sentado-, miembro fundador del grupo Magma 12. / La Provincia
Tras la publicación de ambos discos, Taburiente se convierte en el principal exponente de la canción de autor en Canarias y colabora en trabajos de otros artistas como Rosa León.
Braulio finalmente decidió trasladarse a Estados Unidos debido al «ostracismo» al que, según él mismo define, le condenaron en Canarias tras su Mándese a mudar, tema de Canto a Canarias donde también se incluía Lolita Pluma o El Corredera, que fue realmente la composición por la cual tuvo más problemas.
«Gente que era asidua mía no me dirigía la palabra. Y hubo una pequeña agresión de una señora en un club. Puse tierra de por medio», añade Braulio. Con el tiempo, este artista natural de Santa María de Guía ha conseguido en América Latina y Estados Unidos un respaldo de los medios y el público.
Un poema de Gil-Roldán
«La letra de esta cantata», contaba por su parte Elfidio Alonso sobre La Cantata del Mencey Loco, «ha sido tomada de un largo poema desconocido de Ramón Gil-Roldán, aunque Los Sabandeños le hayamos cambiado el sentido quitando los vítores al invasor, y ante la pregunta de si murió la raza decimos que la raza todavía vive; le damos un sentido actual en cuanto a emancipación del ser canario como ente que tiene una raíz, un pasado muy concreto que no se puede desvincular», declaró Alonso en 1974 a Alfonso O’Shanahan en una entrevista en la provincia.
«Policías del régimen me abrieron la camisa antes de actuar en La Haya, en Eurovisión 76, por si escondía una camiseta de apoyo al nacionalismo», dice Braulio
La música de Taburiente, por su parte, que estará vinculada siempre, además, a los movimientos sociales que estaban teniendo lugar en el Archipiélago, continúa teniendo hoy en la voz de Luis Morera un símbolo de canariedad para varias generaciones de isleños e isleñas, aquellas que compraban discos y casetes de Braulio, Los Sabandeños y Taburiente, y quienes desde la parte trasera de un coche o en el salón de casa se criaron escuchando esos himnos de canariedad que escocían en la Península y tanto calado tuvieron en las Islas.
La identidad construida y controlada
Las políticas culturales del régimen, a través de la Sección Femenina y de Coros y Danzas, comenzaron una labor que en nombre de la difusión del «folclore de las distintas regiones de España» buscaba una modificación de la música popular de los distintos territorios, homogeneizándolo y dejando de lado aquellas expresiones musicales que pudieran no encajar bien en la búsqueda de una fabricada cultura española y también canaria.
Así, de este modo se impuso un nuevo modelo de agrupación que modificaba las piezas del folclore tradicional de modo que pudieran ser más vendibles y menos molesta para la dictadura -que no acabó con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975- para su interpretación en un escenario.
En torno al resurgimiento de las movilizaciones sociales contra la dictadura comenzaron a aparecer durante los años setenta del siglo XX más intérpretes canarios de canción protesta que en la mayoría de las ocasiones versionaban temas de otros cantautores, principalmente latinoamericanos, pero también de españoles como Paco Ibáñez. Algunos grupos folclóricos también comienzan, siguiendo la línea iniciada por Los Sabandeños, a incorporar composiciones propias con temática social, como los Chincanaryos en la isla de Tenerife.
Cantautores como Juan Carlos Senante, quien en 1978 publica el LP ¿Qué te pasa, tierra mía? donde además de poemas cantados, como ya había hecho en 1975 con los de autores de la talla de Agustín Millares, Pedro Lezcano o Nicolás Estévanez Murphy -padre de la poesía nacionalista canaria-, había temas propios como Réquiem para una niña progre y Ser Gaviota, o Pepe Paco y Suso Junco, influenciados todos ellos por la Nueva Trova Cubana. También desde la Universidad de La Laguna empezaron a surgir nuevos nombre que combinaban composiciones propias y versiones de artistas latinoamericanos.
Las dictaduras de Chile y Argentina llevan a artistas isleños a participar en actos como la maratón musical de 1974 en honor a Víctor Jara
Aquel ambiente universitario lagunero de la época suponía para el Caudillo y sus seguidores otro nicho peligroso dominado por jóvenes progresistas contrarios a los restrictivos ideales escritos durante más de cuarenta años con sangre por el régimen nacionalcatolicista del gallego Francisco Franco.
Con adaptaciones de canciones de otros artistas y temas propios aparecen los grupos Tebec Korade, Makore y Magma 12 en Gran Canaria.
Por méritos propios, en Canarias comienza a brillar el jovencísimo Javier Moreno, uno de los fundadores de Magma 12 a principios de la década de 1970 cuando tenía apenas 17 años, donde interpretaban a autores sudamericanos como Atahualpa Yupanqui, Viglietti o Horacio Guaraní.
Magma 12 se convierte también para la dictadura en una banda incómoda que en 1974 no duda en participar en el recital 24 Horas de Folklore de Telde organizado para homenajear al cantautor Víctor Jara, torturado hasta la muerte en Chile por los militares golpistas de Augusto Pinochet.
Muerto Franco, ni el régimen ni el activismo melódico desaparecen: Taller Canario nace en 1985 como relevo isleño de la canción protesta
Con la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, sepelio-homenaje al cual acude precisamente el mismísimo Pinochet, entre otros dictadores, España continúa subyugada por las fuerzas del régimen, militares, políticos y buena parte de la curia quienes se negaban a perder la impunidad y los privilegios adquiridos durante las más de cuatro décadas de gobierno golpista presidido por el sátrapa, una situación a la cual en Canarias seguirían escribiendo su banda sonora distintos artistas y grupos.
La aprobación en el último tercio de 1978 de la Constitución española en el Congreso de los Diputados y el Senado, el posterior referéndum y, finalmente, su entrada en vigor en diciembre no silenció los contestatarios ecos musicales del Archipiélago del cual Taller Canario, grupo tinerfeño formado en 1985 por Pedro Guerra, Andrés Molina, Rogelio Botanz y Marisa Delgado, constituye sutilmente para muchos el último ejemplo de aquellos artistas isleños que mantuvieron viva la idea de que guitarras, timples, chácaras o bandurrias seguían siendo a ojos de los acólitos del dictador peligrosas metralletas.
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