En los caballitos de mar, los machos son los que llevan a término la descendencia, en estructuras similares a una placente. A partir de este ejemplo, un equipo de científicos examinó al detalle la base celular del «embarazo masculino».
Un equipo de investigación dirigido por el biólogo evolutivo Axel Meyer, de la Universidad de Constanza, en Alemania, describió los mecanismos celulares y moleculares que permiten a los caballitos de mar machos gestar a sus crías, en una estructura equivalente a una placenta o bolsa incubadora.
Los resultados, publicados en un estudio que aparece en la revista Nature Ecology & Evolution, combinan técnicas de transcriptómica espacial y análisis de una sola célula para mapear cómo la piel abdominal masculina se transforma durante la embriogénesis en los caballitos de mar (Hippocampus).
Cómo nace el saco incubador masculino
Los investigadores lograron identificar los tipos celulares implicados en la organogénesis del saco incubador y en la formación de una «pseudo-placenta». Hallaron células progenitoras epiteliales del saco incubador (BEPC), células endoteliales, fibroblastos, células musculares lisas e inmunes, y describieron cómo estas poblaciones cambian a lo largo del embarazo.
Esta cartografía celular permitió además detectar redes de comunicación entre células, que coordinan procesos cruciales como la vascularización, la secreción de nutrientes o la remodelado tisular. Los científicos se sorprendieron frente el papel central de las hormonas sexuales masculinas: los andrógenos inducen el engrosamiento y la vascularización de la capa cutánea abdominal, promoviendo la formación de una estructura funcionalmente análoga a la placenta en los mamíferos.
«Nuestra investigación confirma que los andrógenos, que son las hormonas sexuales masculinas, desempeñan un papel central en el desarrollo de los embriones en las bolsas de cría, en lugar de las hormonas femeninas», destacó Meyer en una nota de prensa.
En consecuencia, en los caballitos de mar la gestación masculina ocurre sin la señal hormonal típica de los úteros femeninos, y en su lugar las vías dependientes de andrógenos toman ese papel morfogenético, según se explica en el comunicado.
Sin rechazo inmunológico
Otro resultado vital tiene que ver con el sistema inmune: en los embarazos femeninos, la tolerancia inmunológica hacia el embrión frecuentemente requiere genes específicos, pero en los caballitos de mar estos genes están ausentes en el contexto del saco incubador.
A pesar de esto, no se observa rechazo de los embriones: los autores creen que los andrógenos, conocidos por su efecto inmunosupresor, contribuyen a una estrategia alternativa de tolerancia parental, que evita la respuesta inmune contra el embrión. El estudio ofrece evidencias moleculares y celulares de cómo se evita la identificación de los embriones como «cuerpos extraños».
Referencia
Cellular and molecular mechanisms of seahorse male pregnancy. Yali Liu et al. Nature Ecology & Evolution (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s41559-025-02883-5
«Experimento» evolutivo
El trabajo también sugiere que el desarrollo de placentas o estructuras análogas en machos y hembras evolucionó al mismo tiempo, pero mediante rutas genéticas y celulares distintas. En ese sentido, se plantea un escenario evolutivo plausible: desde huevos pegajosos adheridos al macho hasta la aparición de bolsitas incubadoras cada vez más complejas, diferentes caminos moleculares permiten cumplir funciones nutricionales y protectoras similares a la placenta.
En definitiva, el «embarazo masculino» de los caballitos de mar es un «experimento» evolutivo que alcanzó un fin funcional similar al de la placenta en los mamíferos, pero a través de soluciones celulares y hormonales distintas. El estudio también sirve para entender cómo cambios genéticos mínimos pueden producir innovaciones morfológicas de importancia.








