¿Cuándo llegó el primer gran hito?
En 2013: probamos el primer prototipo con Daniela. El vídeo se hizo viral y, de repente, llegaron médicos y familias de todo el mundo preguntando por la tecnología. Eso confirmó la demanda latente y nos empujó a industrializar.
Industrializar un prototipo suena a montaña. ¿Cómo fue?
Es una montaña: patentes, normativa sanitaria, ensayos, trazabilidad, calidad, equipo multidisciplinar altamente cualificado… y financiación. En 2013, el ecosistema emprendedor en España apenas existía, y menos el de impacto social. Levantar inversión llevó tiempo, y el tiempo en salud significa que algunos pacientes crecen o cambian de indicación antes de que la solución esté lista.
Hablemos de resultados. En clínica, ¿qué beneficios observan?
Concebimos la herramienta para mantenimiento funcional, pero la realidad nos sorprendió: en un mes muchos niños duplican fuerza, recuperan rango articular y desciende de forma muy notable la espasticidad. Además, está el cambio cualitativo: ponerse de pie desencadena un despertar cognitivo y social. El niño se siente capaz, juega, participa, interactúa; mejora su comunicación, su energía en casa, su rendimiento escolar y su autoestima. En suma: neurorehabilitación aprovechando la plasticidad cerebral de la infancia. Eso mejora la calidad de vida de toda la familia.
¿Qué pasó con Daniela, la niña que lo inició todo?
Es nuestra espinita. Llegó a talla adulta antes de que certificáramos el dispositivo pediátrico. Aunque existen exoesqueletos para adultos con lesión medular, no están indicados para deformidades como las suyas. Daniela sigue en silla de ruedas, muy cerca de nuestro equipo —una sala lleva su nombre— y nuestro deseo es alcanzarla con futuras evoluciones.
Si miramos hacia delante, ¿cómo visualiza el uso cotidiano en casa?
Con EXPLORER. Queremos que, igual que un niño se viste cada mañana, pueda “vestirse” el exoesqueleto para lavarse las manos, coger su merienda, salir de casa, ir al cole, escribir en la pizarra y jugar en el patio de pie, con sus compañeros. Es tecnología lista para hogar y vida diaria, con un lanzamiento cercano. Lo que venga después dependerá de su implantación y democratización.
Democratizar significa precio. ¿Cómo evitar que dependa del nivel adquisitivo?
Hoy es una tecnología cara por múltiples factores. Trabajamos para que el bolsillo no decida: instrumentos financieros, apoyo institucional y escala de uso para bajar costes. Cuanto más se use, más asequible será. Ese es nuestro compromiso.
En género y talento, usted es clara: hacen falta más mujeres “donde se diseña”. ¿Qué mensaje les da a las jóvenes?
Que son imprescindibles en las ingenierías que diseñan tecnología: mecánica, electrónica, automática/control y software. A veces no se entiende para qué sirven y eso desanima. Pero de ahí salen dispositivos como los exoesqueletos. Si no estamos, el progreso será sesgado: ya hoy, la mayoría de empresas del sector se orientan a industria, defensa o adultos, y muy pocas a pediatría. Los equipos deben ser mixtos y diversos (género, edad, cultura) para que la tecnología llegue a todos.
¿Un momento que resuma el sentido de todo este viaje?
El abrazo de las madres. La sonrisa del niño nos ilumina; el abrazo de su madre te atraviesa y te recuerda por qué hacemos esto.
¿Y la inteligencia artificial? ¿Qué papel jugará?
Clave, si se usa con propósito. Permitirá personalizar terapias con datos reales de muchos pacientes, más allá de la muestra limitada de un ensayo. Eso ayudará a decidir qué intervención necesita cada niño en cada momento. Mi deseo es que la tecnología reduzca desigualdades, no que las amplifique.
Una última imagen de futuro.
Mi sueño es sencillo y enorme: que cada niño que lo necesite pueda ponerse de pie en su casa, caminar, jugar y vivir de pie su infancia. Ese día, habrá merecido la pena.
En el mundo, 17 millones de niños no pueden andar debido a distintas afectaciones neurológicas. Esta limitación, más allá de impedir actividades cotidianas, compromete gravemente su calidad y esperanza de vida. Para transformar esta realidad, Elena García Armada y su equipo en Marsi Bionics, en alianza público-privada con el Centro de Automática y Robótica del CSIC, han creado el primer exoesqueleto pediátrico del mundo: Atlas 2030. Este dispositivo pionero coloca al niño en posición erguida y le permite caminar gracias a 8 articulaciones biomiméticas que imitan el funcionamiento natural de los músculos. Su elasticidad permite adaptarse a cada condición muscular, abriendo un nuevo paradigma en la rehabilitación de patologías neuromusculares infantiles. Más que una innovación tecnológica, Atlas 2030 es una puerta a la conexión, la autonomía y la esperanza.













