Su investigación aborda las políticas de migración y refugio. ¿Qué valoración haría del caso europeo y, en particular, del español?
Es innegable que existe una tendencia a centrarse en el control de fronteras frente a otras áreas que son clave en las políticas migratorias, como la integración o la cooperación al desarrollo. Este enfoque en el control implica desatender otros ejes importantes, como la integración de las personas. Esto resulta relevante en el caso de España, ya que somos un país relativamente nuevo en materia de inmigración en comparación con Francia o Alemania.
¿Y con respecto a Canarias?
Los flujos migratorios cambian, y también cambian las personas que los protagonizan. Lo hemos visto en el contexto de México y Estados Unidos, en los contextos europeos y en el actual. Hay etapas en las que predomina la migración de familias con niños, y otras en las que son mayoritariamente hombres o mujeres quienes migran. Los flujos no solo varían en sus dinámicas o en las rutas de entrada, sino también en su composición. Si en este momento los migrantes son menores que llegan sin tutela o sin sus padres, el sistema debe ajustarse a esa realidad. Es necesario adaptar la gestión y el sistema de acogida. Debe abrirse un debate no solo sobre los aspectos de gestión, sino también sobre los elementos políticos. Cuando hablamos de migraciones, hablamos de personas. Y, en el caso de los menores, la prioridad debe ser su vulnerabilidad.
Otro de los puntos importantes es el papel de las campañas de la información y la percepción de los migrantes sobre Europa…
Participé en un proyecto destinado a analizar las percepciones de las personas migrantes antes y después de su llegada a Europa con el objetivo de evaluar el impacto que habían tenido en ellas las campañas de información. Las campañas diseñadas por la Unión Europea entre 2019 y 2023 no eran escuchadas ni bien recibidas por la población migrante. Existía desconfianza hacia las fuentes. Predominaba la percepción de que dichas campañas buscaban disuadirlos de venir al continente. Las campañas actuales no resultan eficaces para cumplir con sus objetivos.
«Se ha impulsado un lenguaje que destaca lo negativo»
En este sentido, hay un auge de la desinformación, bulos sobre la migración y discursos de odio, ¿cómo se debe trabajar frente a esto?
Ya en aquella época observábamos una concentración en determinados nodos, en distintos países —no solo en España—, desde los cuales se difundían noticias o bulos contra las personas migrantes. Con frecuencia, eran discursos y contenidos falsos que generaban desinformación. En redes sociales sigue siendo necesario realizar un trabajo profundo. En el ámbito de los discursos de la extrema derecha, por ejemplo, es evidente el uso estratégico de Internet para movilizar grupos, organizar concentraciones o marchas en diferentes países. La utilización de Internet por parte de movimientos antiinmigración, antijudíos, antimusulmanes y, en general, de cualquier corriente racista o xenófoba, es un fenómeno que conocemos desde hace tiempo.
A nivel social, ¿estamos concienciados con la vinculación histórica que España tiene con los fenómenos migratorios?
Yo creo que sí. Vivimos un momento de explotación del discurso contra «los otros». Es una dinámica que observamos con Trump, pero también en muchos otros lugares, orientada hacia la criminalización del diferente, que en este caso son las personas migrantes. Aunque somos conscientes de nuestro pasado, se ha impuesto un lenguaje y una visión que tienden a destacar los aspectos negativos.
Con respecto al sistema de asilo de España, ¿cuál es la situación actual?
Si nos remontamos a la Ley de Asilo de 2009, la llegada de refugiados sirios en 2015 evidenció que España se encontraba en un punto de menor desarrollo respecto a otros países europeos. En los últimos años se ha invertido en el fortalecimiento del sistema, tanto en recursos materiales como en personal para la tramitación de solicitudes. Nunca habíamos sido un país receptor de un volumen elevado de demandas de asilo. Las circunstancias han ido cambiando. Un ejemplo positivo fue la respuesta a la llegada de personas ucranianas, mediante la implantación de sistemas de ventanilla única que funcionaron con eficacia. Se han logrado avances importantes, pero, de cara al nuevo Pacto de Migración y Asilo de la Unión Europea, es necesario replantear la legislación española en esta materia y adaptarla a la realidad actual. Está pendiente un debate profundo sobre este nuevo sistema de asilo, porque no podemos gestionarlo igual que cuando recibíamos 2.000 solicitudes al año. España tiene pendiente repensar su sistema de asilo.
«La migración es como la economía, hay que gestionarla»
Participa en el Congreso Migratlantes que pone el foco en un previsible aumento de la migración de América Latina…
El endurecimiento de las políticas migratorias de Donald Trump ya tienen efectos sobre los flujos migratorios hacia España. Hay una paralización de algunos procesos. Incluso está cambiando el perfil de quienes cruzan las fronteras: volvemos a ver un aumento de hombres mexicanos. Era previsible que esta situación pudiera tener un impacto en Europa. Muchos latinoamericanos ingresan con visado de turista, por lo que no se contabilizan oficialmente como inmigrantes; en consecuencia, ese dato no puede considerarse como indicador directo de inmigración. Existe la expectativa de que España pueda consolidarse como destino preferente para muchos latinoamericanos por la facilidad de entrada mediante visado de turista, a la afinidad lingüística y a la presencia consolidada de comunidades latinoamericanas en el país.
Frente a esto, ¿cuál debe ser el papel de la Unión Europea?
La Unión Europea atraviesa sus propias idas y venidas. Hay quien sostiene que la inmigración es como la economía: debe gestionarse. La política migratoria de la UE está siendo marcada por Estados miembros cuyas posturas se aproximan a las políticas antiinmigración de Trump. La orientación general se centra en los mecanismos de control migratorio. El énfasis está en el control.
¿Hay diferencia en la percepción que hay con respecto a la migración que llega de África con respecto a la migración que viene de América Latina?
Las percepciones dependen de la construcción que hacemos sobre el fenómeno migratorio. Si creamos un imaginario que presenta a los migrantes africanos como un peligro, como alguien muy diferente cultural, idiomática o religiosamente, y consideramos que eso supone un problema, estamos construyendo ese problema nosotros mismos. La diversidad no tiene por qué ser un problema. La construcción del migrante problemático es irreal. Claro que es necesario gestionar ciertos aspectos prácticos. Por ejemplo, si alguien no habla el mismo idioma, habrá que organizar el aprendizaje y decidir qué lenguas se utilizan y cómo. Pero pensar que estos “otros” están fuera y que representan una amenaza inminente, con toda esa narrativa militarizada de “nos invaden”, carece de sentido en el siglo XXI, cuando la diversidad forma parte intrínseca de todas las sociedades.












