La política ha llegado a unos extremos de infantilismo realmente notables. Tanto que ya es preciso recordar algunas obviedades de manual, sin las cuales el debate público resulta imposible. Por ejemplo, que nuestro sistema político es parlamentario y, por tanto, el partido que está en el Gobierno tiene que someter a la cámara de representación las leyes que elabora. Cuando tiene mayoría absoluta, la aprobación es un mero trámite. Si no es así, el partido que sostiene al Ejecutivo está obligado a negociar con el resto de grupos, brindándoles la oportunidad de que incluyan en el texto sus enmiendas para alcanzar la mayoría de votos necesaria en cada caso.
El PP ha estado gobernando Murcia durante muchos años con mayoría absoluta, tendencia que se rompió cuando surgió el fenómeno Ciudadanos y le hizo un destrozo electoral, agudizado con la emergencia de Vox, su competidor actual por la misma bolsa de votantes. En esa situación, los populares se ven obligados a pactar la investidura de sus presidentes y vivir sometidos durante cada legislatura al fielato de esos acuerdos, una situación que ningún político quiere para sí mismo pero que resulta saludable en términos democráticos.
Siendo esto así, es una estupidez que el partido de gobierno acuse a otros grupos de mantener una connivencia espuria para obstaculizar la senda luminosa de increíble progreso ideada por el presidente y sus consejeros. Los populares, como estamos viendo con insistencia, denigran al partido conservador por unir sus votos al PSOE en determinadas iniciativas como ha ocurrido recientemente con la ley de vivienda asequible, la norma que iba solucionar un problema secular ofreciendo a todos los jóvenes murcianos un futuro radiante de bienestar y armonía.
¿Pueden los diputados del PSOE, Vox y Podemos votar en contra de un decreto de López Miras? Si escuchas al portavoz parlamentario del PP, claro que no. Los de Vox, además, estarían cometiendo un delito de lesa patria, poniéndose al lado de la antiespaña con el único objetivo de dañar al PP. Pero lo cierto es que los diputados votan lo que consideran oportuno y rinden cuenta a los ciudadanos que les votan. No, desde luego, al partido rival.
La palabra «pinza» ha sido la elegida para fijar en la mente del votante del centro-derecha la traición que estaría perpetrando la canalla voxera, un espectáculo de sobreactuación que resulta especialmente ridículo si se tiene en cuenta las veces que el PP ha pactado con PSOE (y Podemos) asuntos de mucha mayor enjundia que un decreto legislativo que, por lo demás, puede tramitarse como proyecto de ley.
El PP murciano, sin ir más lejos, acordó con el PSOE la reforma del Estatuto de Murcia, una cuestión de enorme calado para la cual no tuvo en cuenta su exigencia actual a Vox, según la cual sus diputados no pueden votar lo mismo que los de izquierdas. Se da la circunstancia añadida de que Vox no ha negociado con PSOE y Podemos su posición en el decreto de vivienda asequible, como sí hicieron los populares con el Estatuto y con la ley de protección del Mar Menor, otra norma de extraordinaria relevancia negociada por los populares con el resto de grupos, incluidos los del bloque izquierdista.
López Miras lo tenía fácil para sacar adelante su ley de vivienda. Tan solo tenía que ponerse de acuerdo con el PSOE, como ha hecho tantas otras veces. Ocurre que los populares no pueden permitirse en estos momentos tan agitados la foto de un acuerdo con el sanchismo, por eso reclaman a los de Antelo que les hagan el trabajo sucio. Los de Abascal le han dicho que no pero eso no se resuelve con campañas de propaganda, sino buscando un acuerdo o adelantando las elecciones, la segunda opción.
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