Después de la dolorosa derrota en el Metropolitano en los despachos del Bernabéu se marcó el Clásico y el partido de Liverpool en rojo. El fiasco en el coliseo rojiblanco sirvió a Florentino Pérez para pasar factura a todos los partidarios de Xabi Alonso que le rodean en las altas esferas del club y que jalean insistentemente las virtudes del Real Madrid que está construyendo el tolosarra. Porque la realidad es que Xabi nunca terminó de ser la primera opción del presidente para suceder a Ancelotti tras su salida. Fue la negativa de Jurgen Klopp a volver a los banquillos la que le hizo resignarse y aceptar la insistencia de quienes le rodeaban en su apuesta por Alonso.
Ni rotaciones, ni presión alta
Pasados estos partidos claves el diagnóstico confirma las sospechas de Florentino sobre la capacidad de gestión del vasco para sacar adelante un vestuario lleno de estrellas… y de egos. El Clásico ratificó dos hipótesis del presidente. La primera, el equipo ganó sin rotaciones y con Mbappé, Vinícius y Bellingham en el once. Y lo hizo con una propuesta futbolística «sin ataques de entrenador» donde no aparecieron ni las rotaciones ni esa elogiada presión alta que Xabi había propuesto ante rivales de menor fuste.
El Madrid que ganó al dubitativo Barça de Flick difiere poco en su propuesta al que Ancelotti colocaba en el césped, con un mediocampo reforzado, las estrellas arriba y el equipo aculado en su campo esperando errores rivales para salir a la contra. Pérez no ve por ningún lado «la modernidad futbolística» del Real Madrid de Xabi de la que hablaban sus asesores. Lo que le reafirma en una de sus sentencias más clásicas: «Al Real Madrid lo entreno yo. Solo hay que poner a los buenos y juegan solos».
Vinicius y Xabi Alonso evitaron cruzarse tras el cambio. / SERGIO PEREZ / EFE
Problemas de gestión del vestuario
La otra sospecha que confirmó el Clásico a Florentino son los problemas de gestión del vestuario de Xabi. El encontronazo protagonizado por Vinícius tras ser sustituido llegó después de que días antes el dirigente advirtiese al técnico de su inquietud sobre la forma en que el brasileño estaba perdiendo protagonismo. En este pulso entre Vinícius y Xabi, el club informó al técnico de que no sancionaría al jugador y dejó solo al tolosarra con un incendio que ha apagado con mano izquierda, pese al comunicado del jugador sin nombrarle y a las disculpas al grupo del futbolista, que no quiso hablar a solas con el técnico.
En los despachos se añaden otros incendios del vestuario como las declaraciones de Valverde sobre su rol como lateral, la mala gestión de Endrick o el inoportuno cambio de Trent Alexander-Arnold en Liverpool a falta de diez minutos. Florentino tiene información de primera mano del descontento de varios jugadores por la gestión de Xabi, lo que confirma las sospechas del presidente.
Además, el presidente señala en su entorno que el equipo arrastra un viejo problema de la pasada temporada: la mala forma física. Con Xabi aterrizó en el Real Madrid el preparador físico Ismael Camenforte-López, técnico de perfil innovador que, cuentan en del club, «ha llenado Valdebebas de drones». Pero la realidad es que el equipo corrió en Liverpool cuatro kilómetros menos que el rival. Los jugadores siguen aburguesados y solo se emplean a fondo en duelos como el del Barça en un Bernabéu encendido.
Ganar como Carletto y perder como Mourinho
De Anfield ha sacado Florentino otra conclusión. «Si cuando gana lo hace como lo hacía Ancelotti, cuando pierde lo hace como lo hacía Mourinho», apuntan desde las oficinas. Las declaraciones de Xabi tras caer en Inglaterra declarando que «el partido se ha decidido por detalles» no gustó en los despachos. Alonso manipuló el relato, como hacía Mourinho al buscar coartada en las derrotas, para maquillar que las nueve paradas de Courtois escondían la pobreza futbolística de un Madrid que no salió goleado, como en el Metropolitano, gracias al belga.
La forma en que se ganó el Clásico y se perdió en Liverpool arman a Florentino de razones para seguir recelando de Xabi. La diferencia es que nadie de su entorno se acerca ahora a ensalzar al vasco. Cuestionado por el vestuario, señalado por la afición y con un presidente que nunca estuvo enamorado de él, Alonso vive días difíciles. Le salva que, por ahora, en el teléfono de Jurgen Klopp sigue saltando el buzón de voz.
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