En las cinco salidas había perdido el Madrid en la Euroliga. El calendario le condujo a Barcelona después de pasearle por Bolonia, Belgrado (Estrella Roja y Maccabi) y Múnich, y ¡pam! se arrancó el complejo que pudiera sentir en una cancha que no le intimida y un rival al que no respeta (92-101).
El partido acabó con pitos y gritos de «Cubells dimissió» en la novena derrota consecutiva que le infligía. Ya tiene una colección el Madrid de triunfos de todas las gamas y en todas las competiciones. Los podrá ampliar a partir de 2027 en la NBA Europa, en la que participarán los eternos rivales. La futura liga en la que se enrolarán contará con equipos de Milán y Roma (Italia), Berlín y Múnich (Alemania), Londres y Manchester (Inglaterra) más uno griego, uno turco y otros aún desconocidos por méritos deportivos.
Nico Laprovittola supera a Facundo Campazzo en una jugada de ataque azulgrana. / Enric Fontcuberta / EFE
Más rebotes sin Tavares
El último golpe del Madrid al Barça llegó a golpe de triple, con un fabuloso porcentaje que iba dinamitando las ilusiones locales, débiles, entre la estadística reciente de los duelos y el momento actual. Vencer en Zaragoza el domingo en la ACB estimuló tanto a los blancos como afectó a los azulgranas la derrota frente al Murcia.
Los cinco jugadores titulares del Madrid se repartieron las cinco primeras canastas, con lo que fue evidente que era imposible focalizar la atención sobre alguno de ellos en particular. Tavares, por ejemplo, tuvo una participación efímera -acudía tocado- y, sin el gigante, el Madrid dobló el número de rebotes.

Jan Vesely celebra una canasta durante el duelo europeo ante el Madrid. / AFP7 vía Europa Press
Sin defensa
Campazzo cerró el primer episodio con tres triples sin fallo, igual que uno estratosférico de Okeke desde su propio campo, que estiró la ventaja blanca (23-34), con un segundo para acabar. Parra estaba durmiendo en esa acción que, si se transforma, genera un impacto psicológico.
El acierto ofensivo se explica por la intensidad de la defensa contraria, y esa característica no figura en el listado de virtudes barcelonistas. A Fall le metió un tapón Okeke a un palmo del aro blanco, sirva como ejemplo de la distinta agresividad que aplicaron unos y otros. De ahí que los barcelonistas anduvieran a remolque desde el 4-3.
La rotación de Peñarroya no operó ningún efecto. Las opciones de rebajar la distancia sólo se alimentaban con los titulares y el técnico tuvo que exprimirlos. No era el caso de Sergio Scariolo, que repartía minutos sin que el marcador peligrara de tan amplio que era el margen para errar.

Àlex Abrines, durante el homenaje que ha recibido antes del inicio del clásico de la Euroliga en el Palau Blaugrana. / Enric Fontcuberta / EFE
El Palau vibró con un episodio apoteósico que apenas sirvió para rebajar (48-56) a la mitad la sideral ventaja adquirida por los blancos de 16 puntos (25-41), que se quedó en una decena en el ecuador del duelo. Ni rastro de la flojera del Madrid de Scariolo como visitante. Del Palau ha hecho en el último año y medio su segunda residencia.
Mientras el Barça se sostenía con el triángulo interior que forman Shengelia, Clyburn y Vesely, el Marid se apoyaba en sus exteriores. Hezonja, Campazzo y Lyles se mostraban demoledores desde el perímetro (10 de 14 triples) sumaron con una pasmosa facilidad. Con aquella facilidad que exhibía Àlex Abrines, homenajeado en los prolegómenos tras su retirada el pasado verano, acompañado por varios excompañeros que no están en el club y aplaudido por todos los madridistas. Debió sentirse liberado de la reciente impotencia que invade a los culés frente a su lozano rival.
Demasiado lejos están por más que hubiera 10 puntos que limar a falta de cinco minutos. Solo se redujeron a 9 a 2.18 para el final y se ampliaron de nuevo con el enésimo triple y una falta intencionada de Punter.
Suscríbete para seguir leyendo










