La dimisión de Carlos Mazón este lunes ha puesto el reloj de la investidura en marcha, pero con un mecanismo que depende casi en su totalidad de la voluntad de Vox.
Alberto Núñez Feijóo afronta ahora uno de sus mayores riesgos: mientras la formación de Santiago Abascal sube en las encuestas nacionales, arrancando votos del caladero electoral del PP, la crisis en la Comunidad Valenciana se convierte en un escollo que puede alargar la crisis institucional hasta cinco meses.
La ley valenciana explica que el Mazón seguirá siendo presidente en funciones hasta que se invista a su sucesor y se publique su nombramiento en el BOE.
Los tiempos son precisos: habrá 12 días hábiles para que los grupos parlamentarios presenten sus candidatos. Después, entre tres y siete días más para fijar la fecha del pleno, y luego dos votaciones separadas por 48 horas, con mayoría absoluta en la primera y mayoría simple en la segunda.
Si nadie logra los apoyos necesarios, la Presidencia de las Cortes tramitará sucesivas propuestas, durante un máximo de dos meses. Y si no se logra una nueva investidura, se convocarían automáticamente nuevas elecciones… con casi dos meses más de plazo.
Según las fuentes consultadas en el PP y en Vox, todo es matemáticamente posible, pero depende de un actor, la dirección nacional de Abascal.
El escollo valenciano
Nadie en Génova duda de que el candidato del PP debe ser Juanfran Pérez Llorca, secretario general del PPCV. Su perfil juega a su favor: ha sido el negociador en jefe con Vox durante estos dos años largos de legislatura.
Pero desde la cúpula de Vox se habla de «no hacerle las cosas fáciles al PP».
El argumento que utilizan es Extremadura, donde hace apenas ocho días María Guardiola convocó elecciones anticipadas para el 21 de diciembre acusando a Vox de bloquear la legislatura y de preferir «hacer una pinza con el PSOE» para perjudicar a los populares.
«Hasta ahora, Mazón era de los barones del PP sin prejuicios a sentarse con nosotros», explican fuentes de Vox. «Pero él ya no está, y en Génova nunca se sabe qué es lo que quieren. Cuando se aclaren, hablaremos».
La frase resume la situación: Vox jugará con los tiempos, intentando capitalizar su peso no sólo en la Comunidad Valenciana, sino también de cara a las elecciones extremeñas, cuya precampaña ya está lanzada.
Previsto y precipitado
Feijóo tenía previsto abordar la crisis con Mazón este viernes 7 de noviembre, probablemente en Madrid. Las fuentes indicaban que el presidente nacional comunicaría entonces una decisión ya tomada por el líder popular: Mazón no repetiría como candidato del PP en la Generalitat.
Pero el presidente valenciano ya había recibido rumores de que esta decisión estaba tomada e incluso comunicada al entorno de Feijóo. Y eso pudo acelerar el desenlace.
El jueves 30 de octubre, cuando Pedro Sánchez era sometido a interrogatorio en la comisión Koldo del Senado, Mazón anunció un «período de reflexión» que todo el mundo entendió como un anticipo de su dimisión.
En Génova molestó mucho que el anuncio se produjera en ese momento, opacando un día políticamente importante. Y más aún contrarió que la dimisión se consumara este lunes, justo cuando arrancaba el juicio al fiscal general del Estado por revelación de secretos contra el novio de Isabel Díaz Ayuso.
La conversación telefónica del jueves entre Feijóo y Mazón lo precipitó todo. La versión oficial es que fue Mazón quien llamó para explicar que «ya no podía más», que la campaña de «acoso brutal y sucia del PSOE» había llegado a su familia —su mujer, sus hijos, sus hermanos, incluso su madre— y que carecía de fuerzas para aguantarlo.
Otras versiones sugieren que fue Feijóo quien llamó para citarle el viernes 7 de noviembre y que entonces Mazón comenzó a negociar su salida.
«La incompetencia»
El ya expresident o quería aparecer como expulsado, buscaba cuidar a su equipo y que el PPCV fuese «protagonista» en las decisiones. Y se acordó que Mazón dimitiera como presidente, pero permanezca como diputado en las Cortes Valencianas, a cambio de «asumir errores públicamente».
En Génova reconocen que esto tiene un precio de imagen. Pero lo justifican recordando dos cosas: uno, el acta es suya y nadie puede obligarlo a renunciar; dos, no está imputado por nada.
Y destacan que Mazón logró «poner el foco en que ha dado un paso que nadie más ha dado, ni en la dana ni en otros desastres de este Gobierno de Pedro Sánchez«.
Para el PP es importante subrayar que en su partido «la incompetencia tiene consecuencias», mientras que en otros «se premia».
Es el relato que Génova construye, antes de que Vox decida si pone las cosas fáciles o difíciles. Pero aún quedan muchos más capítulos sin escribir.
La decisión sobre Pérez Llorca para la investidura «no tiene nada que ver» con quién será el candidato del PP en 2027, aclaran las fuentes de Génova.
Eso se decidirá después, cuando la situación institucional esté normalizada, probablemente en un congreso regional del PPCV. Mientras tanto, María José Catalá, actual alcaldesa de Valencia, suena como la preferida de Feijóo, aunque ella es renuente a dar el paso.
Lo cierto es que ahora el reloj está en marcha, y Génova sabe que no tiene «todos los resortes»: el PP no tiene mayoría absoluta en la región y su «dependencia» de Vox es «total» desde las elecciones autonómicas.
Eso sí, el entorno de Feijóo insiste en que «si pactamos los Presupuestos de 2025 y ya se empezaba a negociar los de 2026, entendemos que Vox querrá mantener la estabilidad y esta mayoría». Pero si la investidura no se logra, el PP se encargará de señalar a Vox como el «culpable».














