Al PP se le ha atragantado la DANA de Valencia hasta tal punto, que el president Mazón dimitió por la mañana sin pronunciar la palabra dimisión; dedicó su comparecencia, no a reconocer con sinceridad los errores propios sino a endosárselos al Gobierno central por la “maldad” de Pedro Sánchez; y luego volvió a su despacho, no a empaquetar, sino a seguir oficialmente en el cargo hasta nadie sabe cuándo. Es una situación ciertamente esperpéntica que demuestra que los cálculos, políticos y personales, del PP de la Comunitat Valenciana y el de Madrid, de Mazón y Feijóo, están por encima de la institucionalidad y el servicio a los ciudadanos. ¿Quién preside en estos momentos la Comunitat Valenciana? Quien ha dicho que ya no puede estar al frente de ella, pero se mantiene, aunque de baja médica, y legalmente conserva el botón nuclear con la capacidad de convocar elecciones.
El PP no ha sido capaz de solucionar la crisis que se abrió con la Gran Riada, ni en el último año, ni en el último fin de semana. Con doce meses por delante, no ha podido ni encarrilar la sustitución del president ni de encontrar siquiera un punto de consenso sobre quién debe sucederle y cómo hacerlo. Mayor muestra de incapacidad y de confusión sobre la prioridad que tiene que ser siempre la institución antes que las estrategias de partido y los cálculos electorales era difícil de prever.
Madrid quería que fuera María José Catalá la que sucediera a Mazón. Y sigue queriéndolo. Pero ni la alcaldesa de València ha aceptado, pese a las muchas presiones recibidas, ni la operación era posible salvo en el imaginario, demasiadas veces mal informado de lo que pasa fuera de la M30, de la sede nacional de Génova. Ahora les queda recurrir a lo que claramente era la opción más automática desde que pasó la tragedia: tratar de conseguir los votos de Vox para la investidura del número dos del partido y cabeza del grupo parlamentario, Juanfran Pérez Llorca. Quien esto firma escribió, nada menos que el 1 de marzo pasado (“Las dos danas del PP”), que esa era la única salida posible. Han desperdiciado siete meses en llegar a la misma conclusión y lo han padecido todos los valencianos.
Ese tiempo perdido ha deteriorado el clima político y la convivencia hasta extremos insoportables. Y no ha roto el PP, pero lo ha puesto al borde de la ruptura. Tanto es así, que las últimas 48 horas han sido de un enfrentamiento máximo entre las cúpulas madrileña y de la Comunitat Valenciana del partido, como jamás se había visto. Hasta el punto de que Feijóo ha tenido que desdoblarse, por un lado para negociar con Mazón y por otro para frenar la escalada de confrontación que entre los secretarios generales nacional, Miguel Tellado, y regional, Juanfran Pérez Llorca, se estaba produciendo.
El baile de verdad empezará esta tarde. Porque hasta estas horas, como ha contado Prensa Ibérica, la dirección nacional del PP ni siquiera ha sido capaz de hablar formalmente de la sucesión con los presidentes provinciales del partido que conforman el poder orgánico ni con quien debe intentar la investidura, Pérez Llorca. Mucho menos con Vox, que es quien tiene que poner los votos. Los ciudadanos de la Comunitat Valenciana asisten, pues, un año después, al desenlace del drama en directo, pero como convidados de piedra. Su presidente dice que se va, pero aún no se ha ido. El PP filtra que su sucesor será Pérez Llorca, pero él aún no ha aceptado. Vox tiene que apoyar la operación, pero nadie le ha consultado. La palabra dimisión no se ha pronunciado, porque aún cabe que hubiera elecciones. Deberían cobrar entrada para ver este espectáculo.













