La suerte y sus caprichos

Hay días que se levantan con mal pie. No es una metáfora; es una realidad tangible que empieza a gestarse en el primer sorbo del café de la mañana, que sabe a quemado o se derrama sobre la camisa limpia. Esa primera nota discordante es el preludio de una sinfonía de pequeños desastres. Son los días naufragio, esas veinticuatro horas en las que, por más que forcejees, la corriente te arrastra mar adentro.

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